Cantidad de escritores, que uno lee y respeta, navegaron en ríos de tinta para encontrar argumentos en el mar de los abstencionistas en las últimas elecciones, para alertarlos sobre los peligros de morir ahogados. Hasta la dirección editorial de TalCual gastó muy buenos cartuchos disparándole a zamuros que revoloteaban sobre un cuerpo en acelerado estado de descomposición.
El muerto no es otro más que el sistema de partidos políticos de Venezuela. La defunción ocurrió después de una larga enfermedad que podemos identificar como el síndrome de Sísifo.
Según el mito, fue Sísifo, rey de Corinto, el hombre más ingenioso de Grecia. En cierta ocasión, por haber delatado a Zeus que había raptado a la ninfa Egina, el padre de los dioses le envió a la Muerte para que lo castigara y lo arrojara a los Infiernos. Su tétrica presencia, sin embargo, no asustaba al pícaro soberano. Amablemente invitó Sísifo a la Muerte a entrar por una puerta. Cuando la hija de la Noche y hermana del Sueño se dio cuenta, ya estaba aprisionada en un calabozo. Por largo tiempo nadie murió en el mundo. Plutón estaba triste y alarmado porque los Infiernos no recibían nuevas almas. La barca de Caronte yacía varada en una ribera de la laguna Estigia. Recurrió, entonces, a Zeus. El Olímpico envió a Marte para que desatara a la Muerte. La primera víctima fue el propio rey de Corinto. Pero éste se había confabulado con Mérope, su esposa, para que no le hiciera honras fúnebres. Vagando por las soledades del inframundo, el otrora poderoso monarca se lamentaba día y noche porque no había sido sepultado. Plutón, apiadado, lo dejó regresar para que arreglara cuentas con su mujer. El astuto Sísifo se escapó con la firme resolución de no volver a las sombras infernales.
Pero Sísifo envejeció. De pronto le faltaron las fuerzas para seguir huyendo de la Muerte y fue, entonces, alcanzado y arrastrado a los subterráneos del mundo.
Plutón, que no había olvidado la fuga del ladino rey, tomó ahora las precauciones necesarias para mantenerlo ocupado en sus dominios. La tarea que le impuso no le permitía un solo minuto de descanso y le impedía cualquier evasión: debía hacer rodar cuesta arriba en una montaña una enorme roca; pero, tan pronto como llegaba a la cumbre, la roca se despeña por la otra ladera y él tiene que volver a empezar su inútil trabajo.
Así están los partidos políticos en Venezuela: tratando de mover la voluntad adversa de los ciudadanos, que en otros tiempos votaron con fervor o con rencor. Ni todos los trucos legales e ilegales, inventados o por inventar; ni llamados desgarradores ni otros menos melodramáticos sirven para resucitar cuerpos que, hace tiempo, son cadáveres. Algunos celebran los decesos, sin darse cuenta de que hay muertos al pie de las urnas y dentro de ellas, también, si son agencias de empleo.
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