jueves, 17 de julio de 2008

Actitud depredadora





No es una sátira, aunque pareciera, La teoría de la clase ociosa (1898); es la singular obra de un gran sociólogo: Thorstein Veblen. De ella extraeremos algunos conceptos para que iluminen nuestra confusión.
Señala Veblen que la institución de una clase ociosa surgió gradualmente durante la transición de unos bárbaros de vida pacífica a otros bárbaros de costumbres belicosas.
Las condiciones necesarias para que surja una clase ociosa bien desarrrollada son: 1) la comunidad debe tener hábitos de vida depredadores; 2) tienen que haber posibilidades de conseguir medios de subsistencia suficientemente grandes para permitir que una parte considerable de la comunidad pueda estar exenta de dedicarse, de modo habitual, al trabajo rutinario.
De la institución de una clase ociosa hay que decir que es la excrecencia de una discriminación entre tareas dignas (honorables y nobles), que pueden ser clasificadas como hazañas, e indignas (degradantes e innobles), esto es, ocupaciones de vida cotidiana en que no entra ningún elemento apreciable de proeza.
La fase cultural depredadora se alcanza sólo cuando la actitud depredadora se ha convertido en la actitud espiritual habitual y acreditada de los miembros del grupo; cuando el combate ha pasado a ser la nota dominante de la teoría normal de la vida; cuando, finalmente, la apreciación vulgar de los hombres y las cosas ha llegado a ser una apreciación orientada hacia la lucha.
Es cierto que todas las sociedades poseen una clase ociosa. Pero cuando la actitud depredadora de una clase es la actitud de todo el grupo tenemos la nación ociosa. Aunque no todos los individuos vivan de la ociosidad. Ejemplos históricos sobran.
Los espartanos no trabajaban; obtenían todo lo necesario para su subsistencia de la explotación sistemática de los habitantes de Lakonia y Mesinía, a los que habían sometido a servidumbre permanente. En cuanto a la Roma republicana, se trata del caso más extraño de rapiña que registra la historia. El Mediterráneo entero fue implacablemente saqueado, exprimido y esclavizado para que en la ciudad de Roma una plebe holgazana y privilegiada pudiese vivir sin trabajar, alimentada y entretenida por el Estado. En la España imperial las únicas profesiones lucrativas eran las de soldado, cura o pícaro, profesiones eminentemente de una nación que subsiste de explotar a otros. Los borbones trataron de crear una clase industriosa, pero ya era tarde para el Imperio: los sometidos se rebelaron.
En el proceso de la evolución cultural, la aparición de una clase ociosa coincide con el comienzo de la propiedad, pues la posesión de riqueza confiere honor; es una distinción envidiable. La aparición de la nación ociosa coincide, también, con la propiedad para toda la nación. El acta de nacimiento de nuestra nación ociosa fue redactada el 1 de enero de 1975 con la nacionalización del hierro y canto del Himno en el Cerro Bolívar; una segunda acta se redacta el año siguiente, en Zumaque, con la nacionalización del petróleo. “Tá barato, dame dos” fue el grito depredador.

carloshjorge@hotmail.com
PUBLICADO POR TALCUAL, CON ILUSTRACIÓN, EL 17 DE NOVIEMBRE DE 2005, P. 15

No hay comentarios: