miércoles, 16 de julio de 2008

Propiedad y libertad




Una de las razones para empezar “por los campos” S. Rodríguez la revolución económica que propuso para América es de corte aristotélico. El maestro de Bolívar, como Aristóteles, considera que la propiedad es el fundamento de la virtud. No puede ser virtuoso quien no es propietario, porque le falta -en el sistema aristotélico- una condición imprescindible para ello: la autonomía o la autarquía; el no propietario depende de los demás y, por tanto, no puede aspirar a ser libre. 

En el sistema de Rodríguez, la satisfacción de las necesidades (con el acceso a la propiedad) es el punto de partida de una vida virtuosa: “el HAMBRE convierte los crímenes en actos de virtud, por la obligación de conservarse”. Pero hay que destacar que, tanto en Aristóteles como en Simón Rodríguez, el concepto de propiedad no tiene nada que ver con el concepto de propiedad privada moderna, con los property rights que van con el mercado: se trata de una propiedad inmóvil o inalienable, fundamentalmente de la tierra, que no se vende ni se compra, pero que constituye el permanente solio en el que el propietario edifica sus oikos.

 En cambio, la propiedad privada moderna es la propiedad privada alienable, y frecuentemente alienada, móvil por definición, como deben ser todos los factores de producción (incluido el trabajo: por eso acaba con la esclavitud) de la vida económica regulada por el mercado.

 De la concepción aristotélica deriva el Sócrates de Caracas la idea de que sólo en América es posible pensar en una república verdadera, en una “sociedad de hombres libres”, pues sólo en América es posible que todos los habitantes accedan a la propiedad sin que tengan que destruirse. Pero al solicitar la propiedad de la tierra para los desposeídos, Simón Rodríguez subestimó la importancia de la manufactura, del comercio y de las finanzas. 

No cabe duda de que su proyecto, del siglo XIX, exagera el peso político de la propiedad de la tierra. Como creo que se exagera –y todavía más- a comienzos del siglo XXI, y sobre todo cuando se pretende llevar a la práctica el proyecto rodrigueciano de 1842 con infinidad de poseedores de cartas agrarias que no son propietarios. 


Al mismo tiempo que esto ocurre en Venezuela, algunas de las transnacionales de los alimentos se lanzan a producirlos y, por tanto, a crear latifundios. McDonald’s Corp. está ayudando a cultivar lechugas y tomates en Guatemala y Panamá, Smithfield Foods Inc. cría cerdos en Polonia y Rumania y PepsiCo Inc. ha adquirido en China varias fincas (de más de 1.200 hectáreas cada una) para papas que sirven de suministro a sus fábricas de Pekín y Shanghai. Gracias a este esfuerzo, Pepsi es líder en papas fritas en China. 


Tal vez muchos venezolanos agradecerían más un trabajo en una de estas empresas imperialistas que disponer de un pedazo de tierra que no saben cultivar y cuyos frutos no pueden competir en un mundo globalizado.

PUBLICADO POR TALCUAL, PÁG. 14, SECCIÓN LIBREMENTE, EL MIÉRCOLES 25 DE ENERO DE 2006
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