Todos cuantos lo vieron aparecer tuvieron el mismo escalofriante pensamiento: siniestro. Porque realmente era espeluznante, espantoso, demoníaco.
En 1919 publicó S. Freud Das Unheimliche, un artículo que trata de desentrañar esta sensación. A partir de él, quisiéramos apuntar algunas notas sobre aquello que petrificó a todos cuantos lo vieron aparecer el 16 de agosto a las 3:49 de la madrugada.
Era, en primer lugar, alguien muy familiar y conocido de tiempo atrás. Lo nuevo y desacostumbrado nunca es siniestro. Por eso Freud destacó que lo siniestro corresponde a la transformación de lo familiar en su opuesto, algo extraño y destructivo, que genera incertidumbre y desconfianza. Pero también era algo que todos esperaban que permaneciera oculto, disimulado. Por otro lado, el padre del Psicoanálisis ha demostrado la continuidad simbólica que existe entre las figuras parentales y las autoridades que detentan el poder político.
Algún autor ha señalado que lo siniestro por excelencia es la duda de que un ser que, aparentemente animado, sea en efecto viviente; y a la inversa, de que un objeto sin vida esté en alguna forma animado, como las figuras de cera, los autómatas y ciertas muñecos. Los productores de películas como Chucky y La novia de Chucky han tratado de sacarle provecho a estas sensaciones, que los espectadores aceptan porque saben que son personajes de ficción. Ante personas que encarnan lo siniestro, es muy común preguntarse: ¿Es una persona o es un autómata?
Es lo siniestro una especie de doble, mensajero de la muerte. Se trata de la máscara que oculta, en una vida paralela, al ser que la sustenta. “El doble se ha transformado en espantajo -escribió Heine- así como los dioses se tornan demonios una vez caídas sus religiones”.
El retorno inesperado de lo idéntico, en ciertas condiciones y en determinadas circunstancias, despierta sin duda alguna la sensación de lo siniestro. Pero, sobre todo, puede decirse de un ser viviente que es siniestro cuando se le atribuyen intenciones malévolas para perjudicarnos. Y que, para alcanzar ese fin, no desdeña servirse de fuerzas ocultas, especiales y prohibidas, tales como las de la magia.
En fin, lo siniestro se da cuando se desvanecen los límites entre fantasía y realidad. Cuando lo que habíamos tenido por fantástico, se presenta ante nosotros como real.
La soledad, el silencio y la oscuridad de la noche son circunstancias que afectan a la aparición de lo siniestro. Los terrores infantiles, que jamás se extinguen en la mayoría de los seres, resucitan en forma de angustia general que entristece , agobia y paraliza. La misma sensación se tiene cuando primitivas convicciones, que parecían superadas, se presentan para demostrarnos su confirmación. Eso fue lo que experimentaron todos cuantos vieron aparecer al siniestro personaje.
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Publicado por TalCual con una ilustración el 4 de noviembre de 2004, pág. 15.
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