Una falacia es un tipo de argumentación incorrecta. Algunos argumentos son tan obviamente falsos que no engañan a nadie, pero las falacias, aunque argumentos incorrectos, son psicológicamente persuasivos.
Los lógicos dividen las falacias no formales en falacias de atinencia y falacias de ambigüedad. La característica común a todos los razonamientos (menos uno) que cometen falacias de atinencia es que sus premisas no pueden establecer la verdad de sus conclusiones.
En Venezuela es muy común el uso político del argumentum ad verecundiam o apelación a la autoridad. Claro que no siempre este tipo de argumentación es estrictamente falaz, pues la referencia a una reconocida autoridad en el campo especial de su competencia puede dar mayor peso a una opinión y constituir un factor de importancia. Hasta ahí.
Apelar constantemente al Padre de la Patria para asegurar la verdad no parece procedimiento muy válido, porque estamos hablando de una autoridad de otros tiempos y de otro país (aunque sea el mismo). Así se han traído a colación palabras dichas por S. Bolívar al Congreso de Angostura en 1819 para quitarle todo valor a la idea de la reelección indefinida (Art. 230 de la Constitución): “La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los Gobiernos Democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un Ciudadano el Poder. El Pueblo se acostumbra a obedecerle, y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía /.../ nuestros Ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo Magistrado, que los ha mandado mucho tiempo, los mande perpetuamente”.
Apelando a esta manera de argumentar, se puede usar el mismo documento bolivariano para asegurar a los revolucionarios un puesto hereditario en la estructura del Estado. Pues allí también dice a propósito de la creación del Senado Hereditario: “Y si el pueblo de Venezuela no aplaude la elevación de sus bienhechores, es indigno de ser Libre y no lo será jamás”.
Las falacias son trampas en las que cualquiera de nosotros puede caer en nuestro razonamiento; no hay ningún modo seguro de evitarlas. Pero parece muy falaz el argumento de que, como señalan las encuestas, el más popular es el que debe optar a la alcaldía de Maracaibo. Ese más popular recibió más de cuatro millones de votos en diciembre de 2006. Ya en ese momento debió haber abandonado la gobernación del Zulia y haberse atrevido a ser el representante a tiempo completo de sus votantes.
Y este es un problema moral que tiene que ver más con las bolas que con la lógica de recuperación de espacios menores.
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Publicado por TalCual, pág. 21, el miércoles 18 de junio de 2008.
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