martes, 30 de agosto de 2022

JUEGOS DE AUTOAYUDA (I)

(O si no puedes cambiar el mundo, múdate tú)


  Para Juan José Rosales Sánchez

 

Dramatis personae

 Ágata, Calandria, Calíope y Calixto, que son niños buenos; Zoilo y Aristarco, malos. Todos juegan a la rayuela, a decir mentiras, al hospital, a prácticas de fuerza, a la candelita y a la gallina ciega.


 —Vengan, chicos. Ágata, Calandria y Calixto, vengan. Juguemos a la rayuela, que Zoilo y Aristarco son unos malvados. Siempre hacen trampas al escondite.

 —Aquí estamos, Calíope.



 —A ver, Calandria, ve marcando los cuadros. Y tú, Ágata, marca los números. Que se vea bien el ‘cielo’. 

—Sí, porque el cielo es el límite. 

—¡Pero el gran Goethe dijo aquello de quien quiere lo grande tiene que limitarse! En sus palabras: “La grandeza es el límite!” ¿Cómo se come entonces lo que tú afirmas?

—Tú no entiendes, Aristarco, nunca entiendes. Se trata de motivación para la autoayuda. Me lo dijo muy claro la profesora Elsa Espinoza cuando se lo pregunté: “No entiendo bien la inclusión de la Autoayuda como teoría de la práctica. Como Psicóloga creo que valdría la pena ir a los orígenes de la Autoayuda que no es otra que una revisión de la Motivación, de la Psicología Social y desde allí, de los avances y hallazgos de la Psicología Positiva. Uno de autores e impulsores de la Psicología Positiva, Martin Seligman, viene de la formación citada. Los estudios, investigaciones e intervenciones terapéuticas provenientes de la motivación, las necesidades y los reguladores sociocognitivos han reconocido y fortalecido aspectos de la conducta humana como el autoconcepto, la autoestima, la identidad del yo, la autodeterminación, la autorregulación, el autocontrol y la resiliencia. La autoayuda con sus recetas, fórmulas y soluciones mágicas se ha nutrido de estos términos psicológicos para formular sus propuestas”. 

—Sí es así, me rindo, Ágata, pero sin compartirlo. Tal vez en el juego ustedes me convenzan. 

—Seguro que sí. Pero para alcanzarlo se precisa nuestra transformación. La transformación es la capacidad y la voluntad de vivir más allá de nuestra forma. 

—Aristarco, a los autores de autoayuda no les gusta la forma que uno tiene. 

—La verdad, Zoilo, que también yo estoy harto de que todo el mundo quiera “transformarme”. Políticos, curas y pastores, psicólogos, médicos y otros escultores chamánicos quieren mi transformación, quieren despojarme de lo que soy, de aquello en que me he constituido. Y me dicen que ese pensamiento de que yo quiera ser yo mismo debe ser abandonado ¿Por qué?

—Porque todo pensamiento negativo retarda la transformación personal. Si estás lleno de negatividad, te será imposible alcanzar cotas más altas y más plenas de felicidad. 

—Desde que Aristóteles afirmó que todos buscamos eudaimonía, muchas tonterías se han seguido diciendo. 

 —No hagan caso, chicos, de un ser tan negativo. Y tú, Calandria, ve terminando los cuadros. Vean un ejemplo de pensamiento transformador. Me traslado a un sitio tranquilo y con los ojos cerrados visualizo una luz en tono pastel. Cualquier pensamiento que interfiera es apartado sin concesiones por el poder de la luz. Cuando me relajo veo una luz blanca en medio de un campo en tono pastel y noto que cada vez me acerco más y más al color blanco. Cuando al final consigo atravesar esa luz, la sensación es muy parecida a la descrita, la de dejar el cuerpo al otro lado de la puerta. Mi energía se revitaliza y siento que me controlo a mí mismo y a lo que me rodea. La mejor definición que se me ocurre para hablar de este lugar es el de "paz exquisita". Al final estoy tan descansada como si hubiera dormido ocho horas. 

—Este ejemplo de pensamiento transformador lo es más bien de cómo nutrir el imaginario. Pero si ustedes se alimentan de eso… 

—Ya está. Fíjense en lo que puse en el cielo dicho por la profesora Espinoza de esta obra que estamos construyendo y del autor. 

— Vamos a ver qué escribiste: “Este libro El cantar del optimista es una clase de Filosofía, sumamente accesible, ameno y con referencias al mundo, a la realidad, que le dan mucha claridad al texto. Por lo demás, muy bien escrito y bien documentado".  “El tejido del discurso a través del cual conjuga y diferencia posturas teóricas, es muy preciso e ingenioso y a la vez toda una experiencia para aprender a través de los diálogos. Agregaría que es una invitación para el aprendizaje: retomar, revisar, exponer, discutir, relacionar, oponer y descubrir conceptos, autores y posturas teóricas con una visión crítica y además a "aprender a enseñar" a través de los diálogos. “Recordando a Deleuze, la Filosofía es una disciplina creadora y para crear hay que tener ideas, inventar," hacer "conceptos... Esto se revela en el libro. “En todo caso, ¡felicitaciones al profesor Jorge por ese logro” 

—Seguro que el autor se siente muy agradecido por palabras tan gentiles. Lo llevan al cielo directamente. ¿No es verdad, Zoilo?

 —Agradecido y conmovido… pero no convencido. 

—¿Qué más debemos hacer, Ágata? 

 —Por encima de todo, uno tiene que ser amable y comprensivo con uno mismo, sobre todo si nos comportamos de un modo que disgusta. Háblense con amabilidad. Ténganse paciencia cuando descubran lo mucho que les cuesta ser una persona "santa". Se necesita mucha práctica, tanto como la que necesitaron para desarrollar sus costumbres neuróticas y negativas. Concédanse el perdón. 

—Me toca lanzar a mí, Ágata. 

—Adelante, Calandria. Tú puedes hacerlo muy bien. Tienes experiencia. Nútrenos de ella. 

—Consideren la producción de pensamientos como una visualización interior sin ninguna limitación de orden físico. Apliquen la noción de los pensamientos entendidos como cosas que participan en la adquisición de riqueza. Si se imagina nadando en la abundancia, si se mantiene esa imagen fija en su mente a pesar de las barreras con las que choca, y si permite que la riqueza les aguarda, entonces ustedes actuarán impulsados por esta imagen. Ella se convertirá en la imagen primordial de su mundo mental. Efectuarán quince llamadas al día en vez de las tres o cuatro que solían hacer. Se encontrarán ahorrando algún dinero de su sueldo y, de este modo, empezarán a pagarse a ustedes mismos. Tal es el primer paso en la adquisición de riqueza. Se rodearán, entonces, de personas que les animarán en la consecución de sus proyectos. Asistirán a clases sobre temas trascendentales que darán color a la misión que esta vida les ha encomendado, siempre se hallará en un estado de mejora continua. Buscarán el conocimiento y la experiencia de quienes, perteneciendo al mismo campo, han conocido el éxito. 

—Pero no yo nunca tendré éxito porque todavía no conozco cuál es mi misión en la vida. 

—Debes, entonces, leer biografías de personas de origen humilde que llegaron a triunfar. Toda tu vida girará en torno de una cosa muy simple, un pensamiento: la imagen de nadar en la abundancia 

—Yo, Calandria, siempre me digo a mí misma que todo lo que visualizo ya está aquí. Recuerdo lo que Einstein nos enseñó sobre el tiempo: el tiempo no existe en el mundo lineal; es como una creación del hombre motivada en su visión limitada y su necesidad de compartimentarlo todo. No existe cosa semejante a lo que llamamos tiempo. Por tanto hay que estar dispuesto a todo para alcanzar lo visualizado. Disposición es la clave del éxito. Olvídense de la perseverancia, virtud de obsesivos. Hay que darse cuenta de que el fracaso no existe. 

 —Nosotros lo creamos todo, incluyendo las personas que forman parte de nuestra vida. Y lo que tiene todavía un peso mayor es nuestro modo de permitir o anular nuestras reacciones.

 —Chicas, Calixto, vengan. Dejen el juego. Vean lo que encontré del Dr. Wayne DYER (1992:91 ss). Es un maravilloso programa semanal para convertirse en un soñador despierto. Dice así: 1. Domingo: El tiempo no existe. 2. Lunes: No hay causa ni efecto. (Usted puede ser cualquier cosa que desee, a pesar de lo que la gente diga o haga, y a pesar de lo que usted haya o no haya hecho antes. Hoy, lunes, intente no ser el efecto de nada, sino el creador de lo que ha imaginado que puede ser). 3. Martes: No hay principio ni final. Intente vivir este día como si la eternidad ya estuviera aquí. 4. Miércoles: Cada obstáculo es una oportunidad. (Hoy reciba con beneplácito cualquier comportamiento escandaloso o desagradable que vaya dirigido a usted por parte de otras personas, y considérelo una oportunidad para recordarse que ellos sólo le están hablando a su forma). 5. Jueves: Usted crea todo lo que necesita para su sueño. 6. Viernes: Las reacciones son reales, los personajes son ilusiones. (Hoy es el día de renacer en un sentido transformacional). 7. Sábado: La única forma de saber que está soñando es despertarse. (Hoy puede practicar el despertarse, es decir, el morir mientras está vivo, y echar una ojeada a todo lo que antes consideraba hacer en su vida. Comience a comprender que todo lo que experimenta es un pensamiento). 

 —¿No les parece maravilloso? ¡Tan sencillo y al alcance de todos! 

 —Zoilo, nosotros vamos a jugar a decir mentiras. Ven. Siéntate a mi lado que estos niños buenos están diciendo demasiadas verdades y no nos dejan jugar con ellos. 



 —¿Qué juego es ese, Aristarco? 

 —Es aquel del tipo “Por el mar corren las liebres, por el monte las sardinas”. 

 —No lo conocía.

 —Entonces, aprende, Calíope. Tú empiezas, Zoilo. 

—¿Y de dónde las saco? 

—Bueno, eso es lo que más abunda, pero puedes sacarlas de donde las estaban sacando estos, del Dr. Wayne DYER (1992). 

—Ahí va la primera: “Tú puedes ser un líder”.

 —Es buena, pero esta de la abundancia es mejor. Dice el famoso doctor que el primer paso hacia la consecución de una mentalidad liberada de la visión de la escasez consiste en estar agradecido por todo lo que somos y poseemos. Sí, sí, dar las gracias plenamente convencidos y apreciando el gran milagro que todos constituimos.

 —Yo creo que tiene razón, Aristarco, vivimos de milagro.

 —Esto sigue, Calíope. No te quejes y da gracias porque no te falta nada. Naturalmente, ¿cómo podía faltarte algo en un universo perfecto? Cuando comiences a dar las gracias por lo que te ha sido concedido: el agua que bebes, el sol que te calienta, el aire que respiras y todo lo que supone un don de Dios, estás poniendo en funcionamiento todos tus pensamientos (toda su esencia) para centrarte en tu humanidad y en la abundancia. 

 —¿Y eso es una mentira? Cuando vives y respiras prosperidad bajo la creencia de que todo existe en grandes cantidades y crees tener el derecho de llegar a poseer todo lo que desee, entonces empiezas a comportarte contigo y con los demás según este principio. Este convencimiento se aplica a la adquisición de riqueza, la felicidad personal, la salud, los logros intelectuales y todo lo demás. 

—Yo no lo hubiera dicho mejor, Calíope. Veo que te gustó el juego.

 — Pero ¿cómo puedes tú sintonizar con la abundancia que constituye todo el universo?

 —El doctor Dyer sugiere que comiences examinando y contestando estas tres preguntas: 1. ¿Cuánto crees que vales? 2. ¿Qué crees que mereces? 3. ¿Qué crees que se halla a tu disposición? 

 —Aquí van, chicos, algunas ideas que pueden ayudarles a superar la conciencia de escasez que predomina en sus vidas. Escuchen con atención: -¡No estén en contra de nada! Hagan un esfuerzo para expresar en términos positivos todo lo que sienten y desechar los términos negativos a los que tan acostumbrados se hallan. -Esfuércense por ser personas agradecidas por lo que tienen y por lo que son cada día. -Tómense un tiempo cada día para analizar cómo utilizan su mente. -Comprométanse a hacer lo que aman y a amar lo que hagan. ¡Empiecen hoy mismo!... 

—¡Qué cursi ese uso del verbo amar! En castellano se dice ´querer’ o ‘gustar’. 

—Calla, Aristarco, y escucha. -Cuando piensen que ha llegado el momento de recibir una compensación en su vida no duden en decirse “Me lo merezco”.  -Poco a poco vayan repitiéndose la frase “No puedo poseerlo todo” -Cuando sientan la tentación de dar menos a los demás, intenten dar la vuelta y ofrézcanles más de lo que desean en el fondo. -Conviertan la positividad en parte de su vida. La abundancia es un principio universal, el cual una gran parte de nosotros no experimentamos porque lo malinterpretamos. 

—Esta mentira es muy buena, Aristarco, oye: Decide cómo quieres vivir cada uno de los días de tu vida. No estás atado a nada: ni a cosas, ni a personas, ni al pasado, ni a tu cuerpo, y a las ideas y a tener la razón, ni al dinero.

—Estoy de acuerdo, Zoilo. Hegel no lo hubiera dicho mejor.

 —Pero sí más enredado. Hablaría de que somos libertad absoluta y negatividad absoluta, entre otras cosas. La mentira de la sincronía es muy buena. Escuchen. Alguien sugiere un mundo al que nos hemos mostrado bastante indiferentes por culpa de nuestra experiencia basada exclusivamente en la forma: el mundo de las ideas, el mundo del pensamiento, ese algo sin forma denominado pensamiento… 

—Pregunto: ¿Y no tiene la forma de las palabras con que lo formulamos?

 —…que se origina con la persona y que a la vez es la persona. El pensamiento se halla aquí dentro y allí fuera. Está en todas partes. ¿Es energía? Tal vez. ¿Una resonancia? Quizá. ¿Una cadena formada por la unión de campos morfogenéticos? Quién sabe. ¿Invisible? No hay duda. ¿Algo de lo que no se puede escapar? Sí. Intenten dejar de pensar por unos minutos y se percatarán de que el pensamiento es algo que está estrechamente unido a ustedes. 

—No veo la mentira en lo dicho, Aristarco. 

—Aquí viene, Calíope. Cuando aceptes que el pensamiento puede existir fuera de ti, te encontrarás en camino de comprender la sincronía. El vínculo de unión que existe entre acontecimientos aparentemente desconectados es, en realidad, el lazo de unión de los pensamientos, la esencia de nuestro universo, la energía vibratoria que no podemos ver ni definir. Del mismo modo, el nexo de unión entre tus pensamientos y los de otras personas resulta más fácil de considerar ahora, si partimos de la base de que el pensamiento es energía y fluye por el universo sin restricción alguna, y no sólo por un individuo. Esas situaciones que parecen coincidencias se prestan perfectamente para aquellas cosas en que sintonizamos con la dimensión del pensamiento. 

—A mí me cuesta mucho imaginarme como una batería o una pila, Aristarco.

 —A mí, también, Zoilo. Pero fíjate en esto otro. El doctor de marras dice que ha podido experimentar una serie de acontecimientos sincrónicos que algunas personas, ajenas a su comprensión, podrían calificar de milagros. En su opinión son sencillamente el resultado de haber creído en la inteligencia universal… 

 —¿El nous de Anaxágoras? 

 —…que sostiene toda la forma y de haber permitido que se desarrollara en perfecta armonía. Dice el doctor: “Cuando alguien me comenta, por ejemplo, ‘Venga, Wayne; sea un poco más realista’, suelo contestar: ‘Yo soy realista; por eso espero los milagros” (p. 252) 

—Creo que Wayne participa de la idea griega de anagké

—En cierto sentido, sí. El piensa que todo lo que ha sucedido tenía que ocurrir. Todo lo que tiene que ocurrir no puede ser detenido. A partir de ahora ustedes pueden utilizar lo que les acabo de exponer en beneficio de su vida diaria. Una vez saben que todo lo que se cruza en su camino, todo lo que ustedes piensan y sienten, todo lo que hacen, forma parte de la sincronía del universo y de ese mismo instante en el que ustedes viven, entonces no tienen otra alternativa que deshacerse de todas las trabas que afectan a su vida. Comprenderán, así, que todos los pasos que dan en su vida se hallan sincronizados. 

— Pero se me ocurre, Aristarco, que de alguna manera el individuo que no elimina esas trabas de sincronía causa un desbarajuste en el universo. Eso lo denunció en su momento el loco Schreber. 

—Supongo que muchos lo dicen de ti y de mí, Zoilo.

 —Continúo con la mentira. Una vez acepten esta sincronización del universo, todas las coincidencias que parecían imposibles son admitidas en una asentamiento de la cabeza y un conocimiento interior, y no con una actitud de incredulidad. Pero antes de conseguir que este principio funcione sin restricción alguna, deben eliminar sus viejas creencias. 

—Pero entonces no es tan anagké la cosa, pues depende de nuestro conocimiento y de nuestra aquiescencia. 

—Así me parece también a mí, Zoilo. ¿Tienes alguna mentira más que quieras contar? 

—Bueno, sí, la del perdón, que, en primer lugar, debe ser de uno mismo. (Yo no puedo negar que esta mentira me agrada, lo mismo que alcanzar el cielo, que se sigue del perdón). Y asociada con el perdón está la idea de la rendición: el último acto. 

—¿Puedes explicar eso? 

 —La idea de rendición no implica que tú le concedas el control de tu vida a otra persona, organización o conjunto de ideas. Al referirse a la rendición, Dyer alude al hecho de confiar en las fuerzas y principios que siempre funcionarán en este universo perfecto, al igual que tú día tras día te rindes ante los principios que te convierten en una unidad de trabajo basada en el amor, sin llegar a poner en duda, luchar, demandar o incluso preguntarte si son plenamente comprendidos por tu ser. Y del mismo modo puedes rendirte ante los grandes principios que gobiernan el universo y todos los seres vivos que contiene. 

 —En otros términos, se llega a donde habíamos partido. La idea de Bacon: para mandar a la naturaleza hay que obedecerla. ¡Tanto nadar para venir a morir a la orilla! 

 *

 —Chicos, díganse con frecuencia: “En la infinitud de la vida, donde estoy, todo es perfecto, completo y entero... Todo está bien en mi mundo” (HAY: 1989).

 —Comienza, tú, Calíope. 

 —En la infinitud de la vida, donde estoy, todo es perfecto, completo y entero... Todo está bien en mi mundo.

 —Ahora tú, Calandria. —En la infinitud de la vida, donde estoy, todo es perfecto, completo y entero... Todo está bien en mi mundo.

 —Tu turno, Calixto. 

 —En la infinitud de la vida, donde estoy, todo es perfecto, completo y entero... Todo está bien en mi mundo. 

 —A ustedes, Zoilo y Aristarco, no les digo nada porque ustedes están enfermos y primero deben sanarse. 

 —¡Ah qué bien!, Ágata. Se me ocurre que podemos jugar al hospital. Sí, ya tenemos los enfermos; nosotros podemos ser médicos y enfermeros. 


 —Me parece muy bueno. Y a ustedes, chicos malos, les ruego que no se menosprecien por estar donde están. El hecho mismo de que nos hayan encontrado, de que anden con nosotras, significa que están preparados para introducir en su vida un cambio positivo. Reconózcanse el mérito, que no es nuestro. 

 —Nosotros estamos bien así. Nos quedamos de enfermos, ¿verdad, Zoilo? Hagan ustedes de doctores y sanadores y, sobre todas las cosas, ¡conserven su humildad! Esta gente de la autoestima no tiene problemas con la modestia y mucho menos con la humildad, je, je, je. 

 —Es verdad, Aristarco, no tienen problemas, ji, ji, ji. ¡A paseo, virtudes de la modestia y de la humildad, que estorban! 

 —Cada uno de nosotros decide encarnarse en este planeta en un determinado punto del tiempo y del espacio. Hemos escogido venir aquí para aprender una lección determinada que nos hará avanzar por el sendero de nuestra evolución espiritual. Escogemos nuestro sexo, el color de nuestra piel y luego buscamos los padres que mejor reflejen la pauta que traemos a esta vida para trabajar con ella. Después, cuando hemos crecido, es común que les apuntemos con un dedo acusador, clamando: "Mira lo que me hiciste". Pero en realidad, los habíamos escogido porque eran perfectos para el trabajo de superación que queríamos hacer. 

 —Es cierto, Ágata. Yo he comprobado que cuando realmente nos amamos, es decir, cuando nos aceptamos y aprobamos exactamente tal cual somos, todo funciona bien en la vida. Es como si por todas partes se produjeran pequeños milagros. Nuestra salud mejora, atraemos hacia nosotros más dinero, nuestras relaciones se vuelven más satisfactorias, y empezamos a expresarnos de manera más creativa. Y parece que todo esto sucediera sin que lo intentásemos siquiera... Aprobarse y aceptarse a sí mismo en el ahora es el primer paso hacia un cambio positivo en todos los ámbitos de la vida. 

 —A mí me ensañaron un ejercicio constante de amor especular. Consiste en lo siguiente: tomen un espejito, miren a los ojos, pronuncie su nombre diciendo: "Te amo y te acepto exactamente tal como eres".

 —¡Qué bello, Calixto! Todos empezamos a cambiar en el momento, el lugar y el orden adecuados para nosotros. Yo no empecé hasta después de los cuarenta. Pero antes de eso, hay que hacer una limpieza de la casa mental. Ahora es el momento de examinar un poco más nuestro pasado, de echar un vistazo a algunas de las creencias que han venido rigiéndonos (y limitándonos)... Por ejemplo, en mi caso, ¿qué fue lo que encontré? Esto: CREENCIA LIMITATIVA: "Yo no sirvo para nada" ¿DE DÓNDE PROVIENE? De un padre que me repitió insistentemente que era una estúpida. CREENCIA LIMITATIVA: Falta de amor a mí misma. ¿DE DÓNDE PROVIENE? Del intento de obtener la aprobación del padre. CREENCIA LIMITATIVA: La vida es peligrosa. ¿DE DÓNDE PROVIENE? De un padre asustado. CREENCIA LIMITATIVA: No sirvo… ¿DE DÓNDE PROVIENE? De sentirme abandonada y descuidada… 

 —Si entiendo la tesis, nosotros elegimos a nuestros padres que forjan nuestra mente.

 —Así es, sea cual fuere el problema, proviene de un modelo mental, pero ¡los modelos mentales se pueden cambiar! Si de niños nos enseñaron que el mundo es un lugar espantoso, aceptaremos como válido para nosotros todo lo que refleje esa creencia. Lo mismo se puede decir de frases como: "No te fíes de los extraños", "No salgas de noche" o "La gente te engañará". En cambio, si de pequeños nos enseñaron que el mundo es un lugar seguro, nuestras creencias serán otras. Nos será fácil aceptar que hay amor en todas partes, que la gente es amistosa y que siempre tendremos lo que necesitamos. Si de pequeño te enseñaron que todo era culpa tuya, pase lo que pase irás por el mundo sintiéndote culpable. Y esta convicción te convertirá en alguien que andará continuamente pidiendo disculpas. 

 —Yo, Ágata, asumo mis miserias. Y no pido disculpas.

  —A ver, si entiendo bien lo que dices: Si uno lo cree, ¿parece verdad? Es decir, si queremos una vida jubilosa, ¿debemos tener pensamientos jubilosos? Si queremos una vida próspera, ¿debemos tener pensamientos de prosperidad? Si queremos una vida llena de amor, ¿debemos poner amor en nuestros pensamientos? 

 —Eso es. Aquello que, verbal o mentalmente, enviemos hacia fuera, será lo que de la misma forma vuelva a nosotros. Vamos a hacer el ejercicio ‘yo estoy dispuesto a cambiar’. Vamos a usar la afirmación ‘estoy dispuesto a cambiar’. Repítanla con frecuencia reiteradamente. Mientras dicen "estoy dispuesto a cambiar", tómense la garganta. 

 —‘Yo estoy dispuesto a cambiar’ 

 —‘Yo estoy dispuesto a cambiar’ 

 —‘Yo estoy dispuesto a cambiar’ 

 —Muy bien. En el cuerpo, la garganta es el centro energético donde se produce el cambio. Al tocársela, ustedes reconocerán que se encuentran en un proceso de cambio. Inténtenlo, enfermos Zoilo y Aristarco. Su problema es el problema de la resistencia al cambio. ¿Cómo cambiar? Hay varios principios con los deben que trabajar, a saber: 1. Alimentar la disposición a renunciar; 2. Controlar la mente; 3. Aprender hasta qué punto nos liberamos perdonando y perdonándonos. 

 —Dinos, ahora, Ágata, cómo se construye lo nuevo. 

 —Muy sencillo. La tierra es la parte subconsciente de su mente. La afirmación nueva es la semilla. La nueva experiencia está, en su totalidad en esa semillita. Ustedes la riegan con afirmaciones, dejan que se bañe en el sol de sus pensamientos positivos, limpian la maleza del jardín arrancando las ideas negativas que se les ocurren. Y cuando ven por primera vez una mínima prueba de que algo está creciendo, no la pisoteen, quejándose de que eso no es bastante, sino que la miran y exclaman jubilosos: “¡Oh, qué bien! Ya está saliendo. ¡Esto funciona!” ¿Cómo crear nuevos cambios me preguntaste, Calixto? Para empezar, a la lista de pensamientos negativos que hayas anotado puedes darle la vuelta de la siguiente manera: -Quiero liberarme del modelo mental que creó todas estas condiciones -Estoy en el proceso de hacer cambios positivos -Tengo un cuerpo sano y esbelto -Dondequiera que voy, me quieren -Tengo una vivienda perfecta -Me estoy creando un estupendo trabajo nuevo -Ahora me organizo muy bien. -Todo lo que hago me da placer -Me amo y me apruebo sin reservas -Confío en que el proceso de la vida me dé lo que es -mejor para mí -Me merezco lo mejor, y ahora mismo lo acepto. De este grupo de afirmaciones provendrán todas las cosas que ustedes quieren cambiar en su lista. Al amarse y aprobarse se creará un espacio de seguridad y confianza en que la aceptación de sus méritos permitirá que su peso corporal se normalice. Estas afirmaciones generarán la organización en su mente, crearán en su vida relaciones de amor, le atraerán un trabajo nuevo y un nuevo lugar donde vivir. Es milagroso cómo crece una tomatera. Es milagrosa la forma en que podemos hacer que nuestros deseos se manifiesten. 

—Yo propongo, si me lo permites, Ágata, un ejercicio de afirmaciones diarias que hice algunas veces, aunque no muchas, por lo que no pude ver los resultados. El ejercicio es éste: hay que tomar un par de afirmaciones y escribirlas de diez a veinte veces por día. Léanlas en voz alta, con entusiasmo. Compongan después una canción con ellas, y cántenla con alegría. Dejen que su mente se concentre durante todo el día en estas afirmaciones. Las afirmaciones que se usan en forma constante se convierten en creencias, y siempre producirán resultados, a veces de manera que no podemos ni siquiera imaginar. Por la noche, cuando se acuesten, cierren los ojos y agradezcan todo lo que hay de bueno en su vida. Su gratitud les traerá más bendiciones. No escuchen las noticias por la radio ni las vean en la tele antes de acostarse. No contaminen sus sueños con una lista de desastres. Al soñar hacemos un importante trabajo de limpieza, y ustedes le pueden pedir al mecanismo del sueño que les ayude con cualquier cosa en la que esté trabajando. Con frecuencia, a la mañana siguiente recibirán una respuesta. 

 —Definitivamente, Calíope, el ejercicio de las afirmaciones diarias es muy gracioso. A lo mejor no resulta –como te pasó a ti- pero uno se entretiene mucho. ¡Hasta cuando dormimos!

 —No te burles, Zoilo.

 —Ya, niño malo. Veamos el asunto de la prosperidad que a todos preocupa, aunque a ustedes dos parece que no. Pero igualmente les enseño los pasos: 1. Limpieza general Sí, hagan lugar para lo nuevo. Vacíen la nevera. Tiren todos esos restos envueltos en papel aluminio. Limpien los armarios, desháganse de todo lo que no hayan usado en los últimos seis meses. Y si hace un año que no lo usan, decididamente eso está de más en su casa, así que véndanlo, cámbienlo, regálenlo o quémenlo (mejor). 2. Visualización de la abundancia Su conciencia de la prosperidad no depende del dinero; es el dinero que hacia ustedes afluye lo que depende de su conciencia de la prosperidad. 3. Abrir los brazos Por lo menos una vez al día, me siento con los brazos extendidos a los costados y digo: ‘Estoy abierta para todo el bien y toda la abundancia del Universo’. Eso me da una sensación de expansión. 4. Reconocer la prosperidad Empiecen a reconocer la prosperidad allí donde la vean, y a alegrarse de ella... Permítanse sacar placer de toda clase de mansiones suntuosas, bancos, grandes almacenes, establecimientos de lujo... y, ¿por qué no?, también yates. Reconozcan que todo eso es parte de su abundancia, y recuerden que ustedes están incrementando su conciencia para poder participar de esas cosas si así lo desean. Si ven gente bien vestida, díganse: ‘¡Qué maravilla que tenga semejante abundancia. Realmente, hay de sobra para todos!’ 

—¡En la imaginación, Ágata, en la imaginación! Que te desbocas, porque ¡tú te desbocas y te desubicas, Ágata!

 —"¿Quiere contarme brevemente algo de su infancia?" Esta es una pregunta que he formulado a muchos clientes, y no porque necesite saber todos los detalles, sino porque quiero tener una visión general de su origen. Si ahora tienen problemas, los modelos mentales que los crearon se iniciaron hace largo tiempo. Cuando yo tenía un año y medio, mis padres decidieron divorciarse. No recuerdo que aquello fuese tan malo, pero lo que sí recuerdo con horror es el hecho de que mi madre empezara a trabajar en una casa, haciendo trabajos domésticos, y me dejara a cargo de una familia amiga. Según cuentan, me pasé tres semanas llorando sin parar, y como las personas que me cuidaban no sabían qué hacer, mi madre tuvo que venir a buscarme y disponer las cosas de otra manera. Hoy admiro cómo consiguió salir adelante sin respaldo alguno, pero entonces lo único que sabía, y que me importaba, era que no me prestaba la afectuosa atención a que yo estaba acostumbrada. Jamás he podido saber si mi madre amaba a mi padrastro, o simplemente se casó con él para que ella y yo pudiéramos tener un hogar. 

 —¿Y cómo pasó tu madre del divorcio a que tú tengas un padrastro?

 —Cállate, Zoilo, que eso no importa. Lo que importa es que la decisión no fue acertada. Aquel hombre se había criado en Europa, en un hogar muy germánico… 

 —¿Heideggeriano?

 —…y con mucha brutalidad, y nunca llegó a entender que hubiera otra manera de llevar adelante mi familia. Mi madre volvió a quedar embarazada y después, cuando yo tenía cinco años, sobrevino la depresión de 1930 y las dos, junto con mi hermana, nos encontramos confinadas en una casa donde reinaba la violencia. Para completar el cuadro, fue también por aquella época cuando un vecino, un viejo borracho, me violó. Al hombre lo sentenciaron a quince años de prisión, y a mí me repitieron insistentemente que "la culpa era mía"

 —¿Lapsus en la frase, Ágata/Hay? 

—No interrumpas, Aristarco, que esto es muy serio.

 —¿Tan serio que lo aireas por todo el mundo? 

—Chitón. Déjala hablar. 

—Me pasé muchos años temiendo que cuando lo dejaran en libertad vendría a vengarse de mí por haber tenido la maldad de enviarlo a la cárcel. La mayor parte de mi niñez la pasé aguantando malos tratos físicos y sexuales 

—Además del vecino, ¿te violaba el padrastro?

 —… y haciendo además los trabajos más duros. Mi imagen de mí misma se deterioró cada vez más, y no parecía que hubiera muchas cosas que me fueran bien. Por cierto, empecé a expresar esa misma pauta en el mundo exterior. Estando en cuarto grado, hubo un incidente típico de lo que era mi vida. Un día tuvimos una fiesta en la escuela, y se sirvieron varios pasteles. La mayoría de los niños, salvo yo, eran de familias de clase media, de posición desahogada. Yo andaba mal vestida, con el pelo mal cortado y unos viejos zapatos negros, y olía a ajo: todos los días tenía que comer ajo crudo, "por las lombrices". En casa jamás comíamos pasteles, porque no podíamos permitírnoslo. Había una anciana vecina que todas las semanas me daba diez centavos, y un dólar el día de mi cumpleaños y en Navidad. Los diez centavos iban a engrosar el presupuesto familiar, y con el dólar me compraban en las rebajas ropa interior para todo el año. Pues bien, aquel día de la fiesta en la escuela había tantos pasteles que algunos chicos de los que podían comer pastel casi todos los días se sirvieron dos o tres porciones. Cuando la maestra llegó finalmente a donde yo estaba (y naturalmente fui la última), ya no quedaba nada, ni una sola porción. Ahora veo claramente que era "mi creencia confirmada" en que yo no servía para nada y no me merecía nada lo que me puso al final de la cola y me dejó sin pastel. Ese era mi modelo mental, que no hacía más que reflejar mis creencias. A los quince años ya no pude seguir soportando los abusos sexuales… 

—¿Del padrastro? Dilo, Ágata, que me tienes en ascuas. ¿Del vecino? ¿De los dos? 

—…y me escapé de casa y de la escuela. Encontré un trabajo como camarera que me pareció mucho más llevadero que todo lo que había tenido que lamentar en casa. Como estaba ávida de amor y afecto, y mi autoestima no podía ser más baja, de buena gana pagaba con mi cuerpo cualquier bondad que alguien pudiera demostrarme, y apenas cumplidos los dieciséis años di a luz una niña. Sentí que era imposible quedarme con ella, pero pude encontrarle un hogar bueno y afectuoso, un matrimonio sin hijos que estaba ansioso por tener un bebé. Durante los últimos cuatro meses viví en su casa, y al ingresar en el hospital anoté a la niña a nombre de ellas. En semejantes circunstancias, jamás disfruté de las alegrías de la maternidad; de ella sólo conocí la pérdida, la vergüenza y la culpa. Aquello fue sólo una época de humillación que había que pasar lo más pronto posible. Lo único que recuerdo de la niña son los dedos de los pies, grandes, exactamente iguales a los míos, y estoy segura de que si alguna vez nos encontrásemos, la reconocería si pudiera vérselos. La cedí cuando tenía cinco días. 

 —Ágata, eso que cuentas es un culebrón. 

 —Pero es verdad: es mi culebrón. Inmediatamente regresé a casa a decirle a mi madre, que seguía siendo una víctima. “Vamos, no tienes  por qué continuar soportando esto. Yo voy a sacarte de aquí”. Y se vino conmigo, dejando con su padre a mi hermanita de diez años, que siempre había sido la mimada de él. Después de haberle ayudado a conseguir trabajo como mujer de limpieza en un hotel pequeño, y de dejarla instalada en un apartamento donde estaba segura y cómoda, sentí que ya había cumplido con mis obligaciones y me fui con una amiga a Chicago, con la intención de estar un mes... pero no volví hasta pasados treinta años. En aquellos primeros tiempos, la violencia de que había sido objeto en mi niñez, unida a la sensación de inutilidad e insignificancia que me había creado, atraía a mi vida hombres que me maltrataban e incluso me golpeaban. Podría haberme pasado el resto de mi vida execrándolos, y probablemente hoy seguiría teniendo las mismas experiencias. Sin embargo, poco a poco, gracias a mis actividades laborales positivas, mi autoestima fue en aumento y ese tipo de hombres fue desapareciendo de mi vida. Estaba abandonando mi viejo modelo mental, mi convicción inconsciente de que yo me merecía esos abusos. No se trata de que justifique su comportamiento, pero si mi modelo mental no hubiera sido aquél, ellos no se habrían sentido atraídos hacia mí. Ahora, los hombres que abusan de las mujeres ni se enteran de que yo existo; nuestros modelos mentales respectivos ya no se atraen 

 —¿Atraen los modelos mentales o los hechos reales?, pregunto y… no espero respuesta. 

 —Después de algunos años en Chicago, haciendo labores domésticas, me fui a Nueva York y tuve la suerte de llegar a ser modelo de alta costura. Sin embargo, ni siquiera trabajar para los grandes diseñadores me ayudó a aumentar en mucho mi autoestima; sólo me dio recursos adicionales para encontrarme defectos. Me negaba a reconocer mi propia belleza. Durante muchos años seguí en la industria de la moda. Conocí a un caballero inglés, encantador y educado, y me casé con él. Viajamos por todo el mundo, conocimos personajes importantes, incluso de la realeza, y hasta llegamos a cenar en la Casa Blanca. Yo era modelo y estaba casada con un hombre maravilloso, pero mi autoestima siguió siendo baja hasta años después, cuando inicié el trabajo interior. Un día, después de catorce años de matrimonio, él me dijo que deseaba casarse con otra, precisamente cuando yo estaba empezando a creer que las cosas buenas podían ser duraderas. Sí, fue un golpe aplastante. Pero el tiempo pasa, y sobreviví. Podía sentir cómo cambiaba mi vida, y una primavera me lo confirmó un numerólogo, diciéndome que un suceso muy pequeño cambiaría mi vida en otoño. 

—¿También vas a meter profetas en el culebrón? 

—Tan pequeño fue el suceso que no lo reconocí hasta varios meses después. En forma totalmente casual había ido a una reunión celebrada en la Iglesia de la Ciencia Religiosa, una secta protestante, en Nueva York. Su mensaje era nuevo para mí, y una voz interior me dijo que le prestara atención. Así lo hice, y no sólo concurrí a los servicios dominicales, sino que empecé a ir a unas clases semanales que daban. El mundo de la belleza y de la moda estaba perdiendo interés para mí, y me preguntaba durante cuánto más podía seguir pendiente de mis medidas corporales o de la forma de mis cejas. Tras haber abandonado la escuela secundaria sin haber estudiado jamás nada, me convertí en una estudiante ávida que devoraba todo lo que cayera en sus manos referido a metafísica y sanación.

 —Ahora sí me va gustando. Sigue. Estás entrando en el papel, Ágata.

 —Aquella iglesia neoyorquina se convirtió en mi nuevo hogar. Aunque en términos generales mi vida no cambió, mis nuevos estudios empezaron a ocuparme cada vez más tiempo. Tres años más tarde, casi sin haberme dado cuenta, estaba en condiciones de examinarme para ser uno de los sanadores autorizados por mi iglesia. Pasé las pruebas y así fue cómo empecé, hace muchos años, mi actividad actual. —En otros términos, ¡hiciste un curso de taumaturgia, de milagrera! ¡Bravo por ti! ¿Y cómo siguió el culebrón? —Fueron comienzos pequeños. Durante aquella época me inicié en Meditación Trascendental. Como en mi iglesia no iban a darse aquel año los cursos de formación que me interesaban, me decidí a hacer algo más por mí misma y me anoté para estudiar seis meses en la MIU (Maharishi's International University), en Fairfield, Iowa. En aquel momento ése era el lugar perfecto para mí. Todos los lunes por la mañana empezábamos con un tema nuevo: cosas de las que yo apenas había oído hablar, como biología, química, incluso la teoría de la relatividad…

 —Chicos, tengan presente que todos los libros de autoayuda toman su optimismo de la ciencia y de la religión. La iglesia de la Ciencia Religiosa es una perfecta síntesis de tal origen. Así que a estudiar y a rezar con ganas. 

—Todos los sábados por la mañana se nos hacía una prueba, el domingo era el día de descanso, y el lunes por la mañana volvíamos a empezar. Allí no había ninguna de las distracciones tan típicas de mi vida en Nueva York. Después de la cena, todos nos íbamos a nuestras habitaciones a estudiar. Yo era la mayor de todos, y aquello me encantaba. No se permitía fumar, beber ni consumir ninguna droga, y meditábamos cuatro veces al día. Cuando me fui, en el aeropuerto, creí que iba a desmayarme por el humo de los cigarrillos. De regreso en Nueva York, reinicié mi vida de siempre. Pronto empecé los cursos de formación de sanadores en mi iglesia, y también participé activamente en sus actividades sociales. Comencé a hablar en las reuniones de mediodía y a tener clientes… 

—… ¿de modo que esos “milagros” no son gratis? 

—Se amplía la síntesis, Aristarco: ciencia, religión y comercio. 

—Así parece, mi amigo Zoilo. ¡Y yo que estaba pensando que debía creer en algo. Definitivamente el viejo Marx tuvo una buena razón para empezar El Capital por la mercancía: todo se compra y se vende en esta formación social, como la llama él.

 —… de modo que no tardé en verme embarcada en una carrera de dedicación exclusiva. A partir del trabajo que estaba haciendo, se me ocurrió escribir un pequeño volumen, Sane su cuerpo, que empezó siendo una simple lista de causas metafísicas de enfermedades físicas. Comencé a viajar y a dar conferencias y clases. Entonces, un día, me diagnosticaron cáncer. 

 —¿Otra vez lagrimeo, Ágata? Abusas, abusas… 

 —Con mis antecedentes de haber sido violada a los cinco años, y con los malos tratos que había sufrido, no era raro que el cáncer se manifestara en la zona vaginal.

 —… y abusas. 

—Como cualquiera a quien acaban de decirle que tiene cáncer, fui presa de un pánico total. Sin embargo, después de todo mi trabajo con los clientes, yo sabía que la curación mental funcionaba, y ahí se me ofrecía la ocasión de demostrármelo a mí misma. Después de todo, yo había escrito un libro sobre los modelos mentales, y sabía que el cáncer es una enfermedad originada por un profundo resentimiento, contenido durante tanto tiempo que, literalmente, va devorando el cuerpo. Y yo me había negado a disolver la cólera y el resentimiento que, desde mi niñez, albergaba contra "ellos". No había tiempo que perder, tenía muchísimo trabajo por delante. La palabra ‘increíble’, tan aterradora para tantas personas, para mí significa que esa dolencia, la que fuere, no se puede curar por medios externos, y que para encontrarle curación debemos ir hacia adentro. Si yo me hacía operar para librarme del cáncer, pero no me liberaba del modelo mental que lo había creado, los médicos no harían otra cosa que seguir cortándole a Louise hasta que ya no les quedara más Louise para cortar. Y esa idea no me gustaba. Si me hacía operar para quitarme la formación cancerosa, y además me liberaba del modelo mental que la provocaba, el cáncer no volvería. Si el cáncer (o cualquier otra enfermedad) vuelve, no creo que sea porque "no lo extirparon del todo", sino más bien porque el paciente no ha cambiado de mentalidad, y se limita a recrear la misma enfermedad, quizás en una parte diferente del cuerpo. Yo creía, además, que si podía liberarme del modelo mental que había creado aquel cáncer, ni siquiera necesitaría la operación. Entonces procuré ganar tiempo, y, a regañadientes, los médicos me concedieron tres meses más cuando dije que no tenía dinero. Inmediatamente, asumí la responsabilidad de mi propia curación. Leí e investigué todo lo que pude encontrar sobre las maneras alternativas de colaborar en mi proceso curativo. 

 —Eso es lo que yo me digo: ¿para qué tantos gastos en investigación sobre el cáncer, el sida o el ébola? Lo que tenemos que desarrollar son métodos para que las células nos obedezcan, y también los virus y las bacterias.

 —Guárdate las ironías, Aristarco, que nadie te las ha pedido. Siguiendo con mi cuento, me fui a varias tiendas de alimentación naturista y me compré todos los libros que encontré sobre el tema del cáncer. Acudí a la biblioteca para leer más. Trabé conocimiento con la reflexoterapia y la terapia del colon, y pensé que ambas me beneficiarían. Parecía que algo me encaminase hacia las personas adecuadas. Después de haber leído libros sobre reflexoterapia, decidí buscar a algún experto en el tema. Una noche asistí a una conferencia, y aunque generalmente me siento adelante, esa vez sentí que tenía que quedarme atrás. No había pasado ni un minuto cuando a mi lado se sentó un hombre... que casualmente era un reflexoterapeuta y visitaba a domicilio. Durante dos meses vino a verme tres veces por semana, y me ayudó muchísimo. Yo sabía, además, que tenía que amarme mucho más a mí misma. 

 —¿Quererte más? El querer es más íntimo que el amor. 

—En mi niñez me habían expresado muy poco amor, y nadie me había enseñado que estuviera bien sentirme contenta conmigo misma. Yo había adoptado aquellas mismas actitudes de estar continuamente pinchándome y criticándome, y se habían convertido en mi segunda naturaleza. Durante mi trabajo había llegado a darme cuenta de que no sólo estaba bien que yo mismo me amara y me aprobara: era esencial. Y, sin embargo, seguía postergándolo, como se va dejando estar esa dieta que siempre vamos a empezar mañana. Pero ya no podía postergarlo más. Al principio me costaba muchísimo hacer cosas tales como ponerme frente al espejo y decirme: "Louise, te amo; de verdad te amo". Sin embargo, al ir persistiendo descubrí que en mi vida se daban varias situaciones en las que antes me habría censurado ásperamente, pero ahora, gracias al ejercicio del espejo, ya no lo hacía. Es decir, estaba progresando. Entendía que tenía que liberarme de los modelos mentales de resentimiento a que me había venido aferrando desde mi infancia. Era indispensable que dejara del cultivar resentimientos. 

—Es decir, los hechos no importan. ¿Importan solamente ‘los modelos mentales’? ¿Será por lo del placebo de Peter: “una onza de imagen vale una libra de desempeño”? 

—Sí. Yo había tenido una niñez muy difícil y había padecido muy malos tratos, mentales, físicos y sexuales. Pero de eso hacía muchos años, y aquello no era excusa para la forma en que yo misma me trataba en ese momento. Estaba, literalmente, devorando mi cuerpo con un crecimiento canceroso porque no había perdonado. Ya era hora de que dejara atrás aquellos incidentes y de que empezara a entender qué experiencias podían haber llevado a mis padres a tratar de aquella manera a una niña. 

—Al menos, mal que bien te criaron, porque tú regalaste la tuya. Y si te he visto, ni me acuerdo. 

—Es curioso que en ningún momento se acuerde Louise/Ágata de su verdadero padre, sólo de su padrastro. ¿Qué le dio éste? ¿Más violación? ¿No será que no le perdona a su padre que prefiriera a su hermana?

 —Posiblemente, Zoilo.

 —Digan lo que quieran que yo también digo lo mío. Con ayuda de un buen terapeuta, expresé toda la vieja cólera acumulada, aporreando almohadones y aullando de rabia. Eso me hizo sentir más limpia. Después empecé a reunir fragmentos de los relatos que les había oído contar a mis padres… 

 —¿ Y cuándo nos vas a decir algo de tu padre?

 —…sobre su propia infancia, y a tener una imagen más clara de su vida. Con creciente comprensión, y desde un punto de vista adulto, comencé a sentir compasión por su sufrimiento, y el resentimiento empezó lentamente a disolverse. Además me busqué un buen dietista que me ayudara a purificar mi cuerpo y a desintoxicarlo de toda la basura que había comido durante años. Aprendí que la mala comida se acumula en el cuerpo y lo intoxica. Y los "malos pensamientos" se acumulan y crean condiciones tóxicas en la mente. Me dieron una dieta muy estricta, con muchísimas verduras de hoja y no mucho más. Incluso me hice un tratamiento de limpieza de colon tres veces por semana, durante el primer mes. Y aunque no me sometía a ninguna operación, como resultado de esa limpieza a fondo, tanto en lo mental como en lo físico, seis meses después del primer diagnóstico conseguí que los médicos me confirmaran lo que ya sabía: ¡que ya no tenía ni rastros de cáncer! Ahora sabía por experiencia personal que la enfermedad se puede curar si estamos dispuestos a cambiar nuestra manera de pensar, creer y actuar. A veces, lo que parece una gran tragedia termina por ser lo que mejor nos ha pasado en la vida. Fue mucho lo que aprendí de aquella experiencia; entre otras cosas, a valorar de otra manera la vida. Empecé a tener en cuenta lo que realmente tenía importancia para mí, y finalmente me decidí a abandonar esa ciudad sin árboles que es Nueva York, y sus temperaturas extremas. Algunos de mis clientes me rogaron insistentemente que me quedara, diciéndome que "se morirían" si yo los dejaba, pero les aseguré que dos veces por año volvería a vigilar sus progresos, y les recordé que por teléfono se puede hablar con cualquier lugar del mundo. De manera que cerré el negocio y me fui tranquilamente en tren a California, decidida a hacer de Los Ángeles mi punto de partida. 

 —¡Qué bueno, Ágata, que contigo no funcionan las leyes de Murphy! Pero deberías, cuando menos, tener en cuenta el postulado de Boling: “Si usted se siente muy bien, no se preocupe. Ya se le pasará” (BLOCH: 23)

 —Por más que hubiera nacido allí, muchos años antes, ya no conocía a casi nadie, a no ser mi madre y mi hermana, que vivían en los suburbios. Nunca habíamos sido una familia muy unida ni comunicativa, pero aun así, para mí fue desagradable sorpresa saber que mi madre estaba ciega desde hacía algunos años, sin que nadie se hubiera molestado en decírmelo… 

 —Ni tampoco tú te preocupaste de tu madre. Con ella sí funcionó la primera ley de Murphy según BLOCH (1977):”Si algo puede fallar, fallará”. Para tu madre falló y no estabas ahí para compartir lágrimas siquiera. ¿De qué tanto amor estás hablando? Ella, que consiguió salir adelante sin respaldo alguno —según dijiste— tampoco tuvo el tuyo cuando más lo necesitaba. 

— Calla. Y como mi hermana estaba demasiado "ocupada" para verme, la dejé en paz y empecé a organizar mi nueva vida. 

 —¿Acaso tú te habías “ocupado” de ella? 

 —Mi libro Sana tu cuerpo me abrió muchas puertas. Empecé a acudir a todas las reuniones de los movimientos de la Nueva Era de que llegaba a enterarme. Me presentaba, y en el momento apropiado les daba un ejemplar del libro. Durante los seis primeros meses fui mucho a la playa, porque sabía que cuando estuviera más ocupada me quedaría menos tiempo para esos ratos de ocio. Lentamente, fueron apareciendo los clientes. Me pidieron que hablara en distintos lugares, y las cosas empezaron a cobrar forma a medida que me iban conociendo en Los Ángeles. Un par de años después pude mudarme a una hermosa casa. Mi nuevo estilo de vida estaba separado por un abismo de lo que había sido mi niñez. De hecho, las cosas me iban muy bien, y yo pensaba con qué rapidez puede cambiar por completo nuestra vida. Una noche recibí una llamada telefónica de mi hermana, la primera en dos años. Me dijo que nuestra madre, ya de noventa años, ciega y casi sorda, se había caído y se había roto la espalda. En un momento, mi madre pasaba de ser una mujer fuerte e independiente a convertirse en una niña desvalida y sufriente. Al romperse ella la espalda, también se rompió la muralla de incomunicación que rodeaba a mi hermana. Finalmente, empezábamos a establecer contacto. Descubrí que también mi hermana tenía un problema grave en la espalda, que le molestaba para andar y para estar sentada, y que era muy doloroso. Ella lo sufría en silencio, y aunque parecía anoréxica, su marido no sabía que estuviera enferma. Tras haber pasado un mes en el hospital, mi madre estaba en condiciones de volver a casa, pero como no podía cuidarse sola, se vino a vivir conmigo. Por más que confiara en el proceso de la vida, yo no sabía cómo arreglármelas con todo aquello, de manera que me dirigí a Dios: "Está bien, me ocuparé de ella, pero Tú tendrás que ayudarme, y ocuparte de que no me falte dinero".

 —Con Dios de tu parte, las cosas son más fáciles ¿no? 

 —Cállate, Zoilo. 

—Para las dos fue un esfuerzo de adaptación. Ella llegó un sábado, y al viernes siguiente yo tenía que ir cuatro días a San Francisco. No podía dejarla sola, pero tenía que ir. Me dirigí a Dios de nuevo: "Ocúpate Tú de esto. Antes de irme tengo que tener la persona adecuada para ayudarme". El jueves había "aparecido" la persona perfecta, que se mudó a casa para organizarlo todo. Era otra confirmación de una de mis creencias básicas: "Cualquier cosa que necesite saber me es revelada, y todo lo que necesito me llega de acuerdo con el correcto orden divino". Me di cuenta de que estaba otra vez en un momento adecuado para aprender. Se me daba una oportunidad de deshacerme de residuos de mi niñez. Mi madre no había sido capaz de protegerme cuando yo era niña, pero ahora yo podía, y quería, cuidar de ella. Entre mi madre y mi hermana se inició para mí una nueva aventura. Dar a mi hermana la ayuda que me pedía significó también un reto. Me enteré de que muchos años atrás, cuando yo fui a rescatar a mi madre, mi padrastro volcó su furia y su dolor sobre mi hermana, y entonces le tocó a ella soportar sus brutalidades. Me di cuenta de que lo que había empezado siendo un problema físico estaba sumamente exagerado por el miedo y la tensión, además de la convicción de que nadie podría ayudarla. De manera que ahí estaba Louise, que no quería actuar como salvadora, pero sí dar a su hermana una oportunidad de decidirse a estar bien, a esa altura de su vida. Lentamente se empezó a desenmarañar la madeja, y en eso seguimos. Vamos progresando paso a paso, y yo me esfuerzo por ofrecerles un clima de seguridad mientras seguimos explorando diversas vías de curación alternativas. Mi madre, por su parte, reacciona muy bien. Hace ejercicios, lo mejor que puede, cuatro veces al día, y está cada vez más fuerte y más flexible. Le encargué un audífono, y ahora se muestra más interesada en la vida. También logré convencerla de que se operase las cataratas de un ojo, y ¡qué júbilo fue para ella volver a ver, y para nosotras poder ver de nuevo el mundo con sus ojos! Y se siente feliz de ser nuevamente capaz de leer. Mi madre y yo hemos empezado a encontrar tiempo para sentarnos a charlar juntas como nunca lo habíamos hecho. Entre nosotras hay un entendimiento nuevo, y hoy las dos somos más libres de reír, llorar y abrazarnos. A veces me irrita, pero sé que eso sólo significa que todavía me quedan limpiezas por hacer. 

 —Ay, Ágata, hay que tener siempre presente la ley de Issawi acerca de la conservación del mal: “La cantidad total de maldad en cualquier sistema se mantiene constante. Por lo tanto, cualquier disminución en una dirección, por ejemplo, una reducción en la pobreza o el desempleo, va acompañada por un aumento en otra, por ejemplo, el crimen o la contaminación ambiental”.

 —Mi trabajo sigue abriéndome horizontes. Ahora, con la ayuda de un gran colaborador y amigo, he abierto un centro donde se dan clases y cursos. Y así es mi vida en el otoño de 1984 

—Aplausos a una triunfadora. Pero te recuerdo la segunda ley de Chisholm: “Cuando las cosas están saliendo bien, algo saldrá mal”.¡Qué lástima que uno esté rodeado de perdedores! Porque ellos, Aristarco, no uno, están sometidos a las leyes del progreso de Issawi, que son: 1°- El rumbo del progreso: La mayoría de las cosas empeora constantemente. 2° -El camino del progreso: Un atajo es la distancia más larga entre dos puntos. 3°- La dialéctica del progreso: Una acción directa produce una reacción directa. 4°- El ritmo del progreso: La sociedad es una mula, no un automóvil... si se le presiona demasiado, pateará y tirará a su jinete. 

—¡Agobiante, Ágata/Louise, agobiante!


Lector, el diálogo continúa en "JUEGOS DE AUTOAYUDA (II)".

Te agradezco un Comentario sobre lo leído.

carloshjorge@yahoo.es


JUEGOS DE AUTOAYUDA (II)

VIENE DE "JUEGOS DE AUTOAYUDA (I)"





 —Chicos, vamos a los ejercicios de fuerza, porque ese juego de las mentiras me dejó exhausta y no sólo a Aristarco. Necesitamos tonificarnos

 —Estoy de acuerdo contigo, Calandria.

 —Primero vamos a jugar en parejas; después, chicas contra chicos. Formen las parejas: Zoilo contra Calixto, Ágata contra Calíope, y yo contra Aristarco. Muy bien. El primer juego es de pie. Espalda contra espalda del compañero. A una señal, cada uno debe empujar hacia atrás intentando desplazar a su compañero. El segundo, espalda contra espalda, pero ahora sentados en el piso. Hay que empujar hacia atrás al compañero, pero pueden usar los brazos colocando las manos contra el suelo. En el tercer juego, vamos a ponernos de pie uno frente al otro. Con los brazos estirados, cada uno coloca las manos en los hombros del compañero. A una señal empujan hacia adelante. No es válido empujar despegando las manos de los hombros. Tampoco hacer cosquillas, chicos malos. Ya. Calíope va a ser Louise L. HAY (1997), pero en otro juego, con Linda Carwin Tomchin, que va ser Ágata en El poder está dentro de ti. ¿Qué les parece? 

 —Me gusta, Calandria. 

—Empiezo, entonces, diciendo que yo no soy sanadora. No sano a nadie. El concepto que tengo de mí misma es el de un peldaño en la senda del autodescubrimiento. Creo un espacio en donde las personas pueden aprender lo increíblemente maravillosas que son, enseñándolos a amarse a sí mismas... Después de años de asesorar a mis clientes y dirigir cientos de seminarios o talleres y programas intensivos de preparación, a lo largo y ancho de los Estados Unidos y del mundo, he descubierto que sólo hay una cosa que sana todo problema: amarse a uno mismo La información, que ha formado parte de mis charlas durante los últimos cinco años, es sólo un paso más en la senda de tu autodescubrimiento, una oportunidad de saber un poco más sobre ti y de comprender el potencial que te pertenece por derecho propio. 

 —¿Hay verdadero autodescubrimiento? Es una buena pregunta. Segunda, ¿es posible el ‘conócete a ti mismo’ sin espantarse? Yo, cuanto más me conozco, me reconozco menos recomendable. 

—Busca, Zoilo, dentro de ti. Pero pregunta por el origen de tus males. Muchos de nosotros comenzamos a comprender ahora que provenimos de hogares problemáticos. Cargamos con muchísimos sentimientos negativos sobre nosotros mismos y nuestra relación con la vida. Mi infancia estuvo plagada de violencia, incluidos los abusos sexuales. Estaba hambrienta de amor y de afecto y no tenía la más mínima autoestima. Incluso después de haber abandonado mi casa a los quince años, continué sufriendo malos tratos de muchos tipos. Aún no había comprendido que esas pautas de pensamientos y sentimientos que había aprendido de pequeña eran lo que atraían hacia mí los malos tratos. 

 —¡Ay, no empujes tanto, que me aplastas! 

—Recuerda, ¿cuántas veces te has negado a aceptar un pensamiento positivo? Sólo tienes que decirle a tu mente que ahora sí vas a aceptarlo. Decídete a pensar en forma negativa. Con esto no digo que no tengas que luchar contra tus pensamientos cuando desees cambiar cosas. Si surge un pensamiento negativo, dile sencillamente: "Gracias por participar". De esta forma no lo niegas ni tampoco le cedes tu poder. Habla contigo mismo: di que ya no estás dispuesto a tragarte la negatividad, que deseas crearte otra forma de pensar. Y repito, no es necesario que luches contra tus pensamientos negativos. Date por enterado de su presencia y continúa adelante dejándolos atrás. No te ahogues en el mar de tu propia negatividad cuando puedes nadar en el océano de la vida. 

—Déjame seguir a mí, Calíope. Recuerdo la primera vez que escuché que yo podía cambiar mi vida si estaba dispuesta a cambiar mis pensamientos. Me pareció una idea totalmente revolucionaria. En esa época yo vivía en Nueva York y descubrí la Iglesia de la Ciencia Religiosa. A menudo se confunde la Iglesia de la Ciencia Religiosa, o Ciencia de la Mente, fundada por Ernest Holmes, con la Iglesia de la Ciencia Cristiana, fundada por Mary Baker Eddy. Ambas reflejan un "nuevo pensamiento", pero son filosofías distintas. 

—¿Y qué tiene que ver la “ciencia” religiosa con la Filosofía? 

—Cállate, Aristarco, y escucha. Sí, estoy de acuerdo contigo, Ágata. La Ciencia de la Mente tiene pastores y miembros activos que siguen las enseñanzas de la Iglesia de la Ciencia Religiosa. Ellos fueron las primeras personas que me dijeron que mis pensamientos determinaban mi futuro. Aun cuando no entendía lo que querían decir, este concepto tocó lo que yo llamo la "campanilla interior", ese lugar de intuición que solemos llamar la "voz interior". Comencé a escuchar lo que decía. Me di cuenta de que era muy crítica conmigo misma y traté de dejar de serlo. Me dediqué a balbucear afirmaciones sin saber muy bien lo que querían decir. Comencé con las fáciles, por supuesto, y empecé a notar ciertos cambios: lograba tener luz verde en los semáforos y encontraba sitios para aparcar, y esto me pareció fabuloso. Los métodos que yo empleo no son míos. La mayor parte de ellos los aprendí de la Ciencia de la Mente, que es lo que fundamentalmente enseño. Sin embargo, estos principios son tan viejos como el tiempo. En las antiguas enseñanzas espirituales encontrarás los mismos mensajes. He recibido la preparación necesaria para ser ministro de la Iglesia de la Ciencia Religiosa; sin embargo, no tengo iglesia. Soy un espíritu libre...

 —En eso te aplaudo, Calíope. Que también aplaudo… 

—Una pregunta, Aristarco. Cuando te despiertas por la mañana, ¿maldices el hecho de tener que ir a trabajar? ¿Te quejas del tiempo? ¿Te quejas de que te duele la cabeza o la espalda? ¿Qué es lo que piensas o dices en segundo y tercer lugar? ¿Les chillas a tus hijos para que se levanten? 

 —Seguro. Hay días en los que tengo que arrancarlos de la cama y después arrearlos al colegio. Como ganado. —Bien, no haces nada extraordinario. La mayoría de las personas dicen más o menos las mismas cosas cada mañana. Y hacen más o menos las mismas cosas cada mañana. ¿Cómo hace que empiece tu día lo que dices? ¿Es un comienzo positivo, alegre y maravilloso? ¿O es malhumorado y crítico? Si te lamentas, gruñes y maldices, esas son las bases que sentarás para ese día. ¿Cuáles son tus últimos pensamientos antes de dormirte? ¿Son potentes pensamientos curativos, o son de inquietud por tu pobreza? Los pensamientos de pobreza no sólo se refieren a la escasez de dinero; son formas negativas de ver cualquier aspecto de tu vida, cualquier cosa que no fluye libremente en tu vida. ¿Te preocupa el mañana? Soy consciente de que mientras duermo hago muchísima limpieza que me prepara para el día siguiente. Me resulta muy útil traspasar a mis sueños los problemas o interrogantes que tenga. Sé que mis sueños me ayudarán a resolver cualquier cosa que suceda en mi vida. Zoilo, nuestro mundo es en realidad un asunto de enfoque y actitud. Fíjate en la forma en que se expresan las personas solas, desdichadas, pobres, enfermas… 

—¿Cómo yo y Aristarco? 

—¿Qué palabras emplean? ¿Qué han aceptado como verdad sobre sí mismas? ¿Cómo describen su trabajo, su vida, sus relaciones? ¿Qué esperan de la vida? Presta atención a sus palabras, pero, por favor, no vayas por ahí diciéndoles a personas desconocidas que están arruinando su vida por la forma en que hablan. Tampoco lo hagas con tus familiares y amigos, porque no te lo agradecerán ni valorarán la información. Pero sí usa esta información para iniciar una nueva relación contigo mismo, y llévala a la práctica si deseas que tu vida cambie, porque en el más pequeñísimo plano, si cambias tu forma de hablar, también cambiarán tus experiencias. 

—Ah, eso me interesa mucho. ¿Qué hago? ¿Un curso de Oratoria?

 —Libera lo malo, hay que liberar lo malo. Cuando hay en mi vida algo que verdaderamente me disgusta, he descubierto que una de las maneras más rápidas de eliminarlo es “bendecirlo con amor”. “Te bendigo con amor y te libero, te dejo marchar”. Esto funciona con personas, situaciones, objetos y cosas. Incluso se puede probar con algún hábito del que uno desea librarse y ver qué sucede. Conocí a un hombre que cada vez que fumaba un cigarrillo decía: “Te bendigo con amor y te libero de mi vida”. Unos cuantos días después, el deseo de fumar era bastante menor; a las pocas semanas el hábito había desaparecido. 

 —Déjame decirte, Ágata, que sabes poco de fumadores. En cierta ocasión yo conocí a un hombre que esperó fumando sentado la muerte porque, si se hubiera acostado, se le habrían comprimido los pulmones con el propio peso. El “vicio” de fumar (por algo lo llaman así) no se “libera” con unas frasecitas tan cursilonas. 

 —Cultiven la revelación. 

 —¿De qué hablas? 

 —Creo que todo lo que necesito saber se me revela; por lo tanto, es preciso que tenga bien abiertos los ojos y los oídos.

 —Es posible que no entiendas por ‘revelación’ lo que yo entiendo. Pero déjame decirte que aunque el diccionario define el término (Del lat. revelatĭo, -ōnis). 1. f. Acción y efecto de revelar. 2. f. Manifestación de una verdad secreta u oculta. 3. f. por antonom. Manifestación divina.  Yo entiendo otra cosa. Para mí revelación es vuelta a velar, a ocultar, con una “verdad” que tapa los ojos o los oídos aunque los tengas muy abiertos. 

 —Recuerdo que cuando tuve cáncer pensé que me iría muy bien la reflexoterapia. Una noche asistí a una charla. Generalmente me siento en la primera fila porque me gusta estar cerca del conferenciante; sin embargo, esa noche me sentí inclinada a sentarme en la última fila. Justo cuando acababa de hacerlo se sentó a mi lado un reflexólogo. Empezamos a hablar y me enteré de que incluso hacía visitas a domicilio. No tuve que buscarle, él vino a mí.

 —O eres ingenua o piensas que nosotros lo somos. Fuiste a buscar el reflexólogo. En una conferencia sobre esa materia, seguramente debe de haber “especialistas”. Cuando entraste al lugar, lo más seguro es que -sin palabras- ibas gritando: ¡Socorro!, estoy buscando un reflexólogo. ¡Tengo cáncer! Esto suele suceder en situaciones menos dramáticas. Danos otra receta, porque la de la revelación te salió muy salada. 

 —Mi receta más frecuente es: diálogo positivo y crecimiento interior. Hago muchísimo diálogo interno positivo, mañana, tarde y noche. Procedo de un espacio de amor del corazón, y practico el amor a mí misma y a los demás tanto como puedo. Mi amor está en continua expansión. Lo que hago actualmente es mucho más de lo que hacía hace seis meses o un año. Sé que dentro de un año mi conciencia y mi corazón se habrán dilatado y haré todavía más. Sé que lo que creo de mí se convierte en realidad, de modo que creo cosas maravillosas de mí. Hubo una época en que no pensaba así; sé que he crecido y continuaré trabajando en mí misma. 

 —Te hace falta, porque con pasmosa facilidad te olvidaste de tu hija y de tu verdadero padre. 

 —Tómate un momento para pensar en tus propias pautas de comportamiento, en tus problemas y en las cosas que te traban, y observa en cuál de estas categorías entran: crítica, temor, culpa o resentimiento. A estas categorías yo las llamo las Cuatro Grandes. 

 —Es probable que muchas personas, Calíope, sientan resistencia al mirarse al espejo y repetir las afirmaciones. Sin embargo, la resistencia es el primer paso hacia el cambio. Muchos deseamos que cambie nuestra vida, pero cuando se nos dice que tenemos que hacer algo diferente contestamos: "¿Quién, yo? No quiero hacer eso". 

 —Ni que uno fuera veleta. 

 —Zoilo, si siempre has sido una persona crítica que ve la vida con ojos muy negativos, te va a llevar tiempo dar un giro completo para amar y aceptar más. Aprenderás a tener paciencia contigo mismo a medida que te ejercites en eliminar la crítica, que sólo es un hábito, no la realidad de tu ser. Cuando siento un dolor o una molestia, me quedo en silencio. Sé que mi Poder Superior me hará saber que necesito cambiar en mi vida para estar libre de enfermedades. En estos momentos de silencio imagino o visualizo los escenarios naturales más perfectos, con mis flores preferidas, que me rodean en abundancia. Puedo sentir y oler la dulce y tibia brisa que sopla y roza mi cara. Me concentro en relajar todos los músculos de mi cuerpo. Cuando noto que he llegado a un estado de relajación, sencillamente le pregunto a mi Sabiduría Interior: "¿De qué forma estoy contribuyendo a este problema? ¿Qué es lo que necesito saber? ¿Qué aspectos de mi vida necesitan un cambio?" Entonces dejo que me lleguen las respuestas. Es posible que no lleguen en este mismo momento, pero sé que pronto se me revelarán. Sean cualesquiera los cambios necesarios, serán los correctos para mí y que estaré completamente a salvo sea lo que sea que se despliegue ante mí. 

—¡Imaginación sola no por favor, Calandria! 

—Por ahí se empieza, Zoilo y Aristarco. Aquí les doy las diez maneras de amarnos. 1° Dejemos de criticarnos. Este es quizá el punto más importante. Si nos decimos a nosotros mismos que, pase lo que pase, estamos bien y valemos, podemos cambiar con facilidad nuestra vida... Piensen por un momento en las palabras que emplean cuando se regañan. Las más comunes son: estúpido, chico malo, chica mala, inútil, descuidado, feo, bobo, indigno, perezoso, desaseado... ¿Son éstas las mismas palabras que emplean para describirse? 2° Dejemos de asustarnos. Muchos de nosotros nos llenamos de miedo con pensamientos aterradores, logrando con ellos hacer las situaciones peores de lo que son. Tomamos un pequeño problema y lo transformamos en un monstruo gigantesco. Es una forma terrible de vivir, siempre a la espera de que ocurra lo peor. Si habitualmente repasas en tu mente situaciones o pensamientos negativos, busca la imagen de algo con lo que verdaderamente te gustaría reemplazarlos... 3° Seamos amables, cariñosos y pacientes con nosotros mismos... Piensa en tu mente como si fuera un jardín. Para empezar, un jardín es un trozo de tierra. Puede que en él haya muchas zarzas de odio a uno mismo y piedras de desesperación, rabia y preocupación. Hay un viejo árbol llamado miedo que necesita una buena poda o que lo corten. Una vez hayas limpiado bien el terreno y abonado la tierra, siembra algunas semillas de alegría y prosperidad. El sol brilla sobre tu jardín, y tú lo riegas, lo abonas y lo cuidas amorosamente. Al principio no se ve que suceda gran cosa. Pero tú no te detengas, continúa cuidando tu jardín. Si tienes paciencia, las plantas crecerán y se llenarán de flores. Lo mismo sucede en tu mente: tú seleccionas los pensamientos que vas a cuidar, y si tienes paciencia, verás cómo crecen y contribuyen a crear el jardín de experiencias que deseas. 4° Aprendamos a ser cariñosos con nuestra mente. No nos odiemos por tener pensamientos negativos. Podemos considerar que estos pensamientos nos "construyen", y no que nos "derriban". No tenemos por qué culparnos por tener experiencias negativas. Podemos aprender de ellas. Ser cariñosos con nosotros mismos quiere decir dejar de culparnos, dejar de sentirnos culpables, acabar con todo castigo y con todo dolor. También puede ayudarnos la relajación... En cualquier momento puedes cerrar los ojos, hacer unas cuantas respiraciones profundas y liberar cualquier tensión que lleves contigo. Al espirar, céntrate y di en silencio: "Te quiero. Está bien"... Es muy importante también la visualización... Todo el mundo puede hacer visualizaciones. Describir la casa en la que te gustaría vivir, tener una fantasía sexual, imaginar lo que le harías a una persona que te ha hecho daño, todo esto son visualizaciones. Es asombroso lo que es capaz de hacer la mente. 

—Eso me gusta. Hay mucha gente a la que me gustaría torcerle el cuello. Esto también vale ¿no? 

—5° Elogiémonos. Éste es el paso siguiente, Zoilo. La crítica deprime al espíritu; el elogio lo levanta. Reconoce tu Poder, reconoce a tu yo Dios. Todos somos expresiones de la Inteligencia Infinita. Cuando te desprecias, desprecias al Poder que te ha creado. Empieza por cosas pequeñas. Dite a ti mismo que eres una persona maravillosa. Si lo haces una vez y dejas de hacerlo, no funciona. Continúa, sea un minuto cada vez. Créeme, a medida que lo vas haciendo resulta más fácil. La próxima vez que algas algo nuevo o diferente, o algo que comienzas a aprender y no sabes muy bien cómo hacerlo, proporciónate aliento y apoyo. 6. Amarnos significa apoyarnos. Acude a tus amigos y permíteles que te echen una mano. En realidad, es una muestra de fortaleza pedir ayuda. En todas las ciudades hay grupos de apoyo. Existen Programas de Doce Pasos casi para todos los problemas 

 —Uf.

 —Los grupos de apoyo se han convertido en una nueva entidad social y son instrumentos muy efectivos para esta compleja época. Muchas iglesias del “nuevo pensamiento”, como la de la Unidad y la de la Ciencia Religiosa, tienen grupos de apoyo que se reúnen semanalmente. En revistas y periódicos de la Nueva Era aparecen listas de grupos. Establecer una red de apoyo es muy importante. Te estimula y te pone en marcha. Sugiero que las personas que tienen ideas similares se reúnan y compartan sus experiencias en forma regular. 7° Amemos nuestros rasgos negativos. Todos ellos forman parte de nuestra creación, del mismo modo que todos nosotros formamos parte de la creación de Dios. La Inteligencia que nos ha creado no nos odia porque cometamos errores o porque nos enfademos con nuestros hijos. Esta Inteligencia sabe que hacemos lo mejor que sabemos y nos ama porque todos somos sus creaciones; de igual modo podemos amarnos nosotros... El humor es otro potente instrumento; nos ayuda a liberarnos y a aligerarnos durante las experiencias tensas y agotadoras... Cuando tenía mi consultorio particular solía hacer todo lo posible por conseguir que mis clientes se rieran de sus problemas. Cuando logramos ver nuestra vida como una obra de teatro que tiene un poco de telenovela, de comedia y de drama, conseguimos una mejor perspectiva y estamos  en camino de curar. El humor nos hace capaces de elevarnos por encima de la experiencia y mirarla desde una perspectiva más amplia. 8° Cuidemos nuestro cuerpo. 

 —Alguien preguntó alguna vez: ¿y qué vamos a hacer con tantos tontos sanos? 9° Trabajemos con el espejo. Siempre insisto en la importancia del trabajo con el espejo para descubrir la causa de un problema que nos impide amarnos (sic). Hay varias formas de llevar a la práctica este trabajo. A mí me gusta mirarme al espejo tan pronto como me levanto; es lo primero que hago por la mañana, y me digo: “Te amo. ¿Qué puedo hacer por ti hoy? ¿Cómo puedo hacerte feliz?” Si durante el día te sucede algo desagradable, ve al espejo y di: “Te amo de todas maneras”. También puedes perdonar frente al espejo.

 —Siempre es más fácil que hacerlo cara a cara, por aquello de que el espejo no contesta ni reprocha. 

 —Perdónate y perdona a los demás. Puedes hablar con otras personas mirándote en el espejo, sobre todo si temes hablar con ellas de determinadas cosas. Puedes limpiar y arreglar viejos asuntos pendientes con tus padres, jefes, médicos, hijos, amantes... Puedes decirles todas las cosas que no te atreves a decirles en persona; y acuérdate de finalizar la conversación pidiéndoles su amor y su aprobación, ya que eso es lo que verdaderamente necesitas 10° Amémonos ya, ahora mismo. No esperes a haber arreglado las cosas para amarte. La insatisfacción contigo mismo es una pauta habitual. Si logras sentirte satisfecho contigo mismo ahora, si puedes amarte y aprobarte ahora, entonces serás capaz de disfrutar de lo bueno cuando venga. Una vez que aprendas a amarte a ti mismo, comenzarás a amar y a aceptar a los demás... Si mantienes una relación con una persona realmente negativa y que no desea cambiar, necesitas amarte lo suficiente para poder alejarte de ella... No estamos aquí para contentar a otras personas o para vivir según sus directrices. Sólo podemos vivir a nuestra manera y caminar por nuestra propia senda Hemos venido a realizarnos a nosotros mismos y a expresar el amor en su sentido más profundo 

 —¿Y entonces? 

 —Y por encima de todas las cosas, tienes que amar al niño interior.

 —¿Por qué será que el tema es favorito de muchos autores? 

 —Juega con tu niño interior. Haz cosas que le gusten a tu niño. ¿Qué te gustaba de verdad hacer cuando eras pequeño? ¿Cuándo fue la última vez que lo hiciste? Con demasiada frecuencia el padre o la madre que llevamos dentro nos impiden divertirnos porque no es cosa de adultos. Así pues, tómate el tiempo necesario y diviértete. Haz las cosas tontas que hacías cuando eras niño, como saltar sobre montones de hojas o pasar corriendo bajo el chorro de agua de la manguera. Observa a los niños cuando juegan. Te traerá recuerdos de los juegos que jugabas. Si deseas más diversión en tu vida, comunícate con tu niño interior y actúa desde ese espacio de espontaneidad y alegría. Verás cómo comienzas a divertirte más, te lo prometo. Me parece que es muy bueno inventar una meditación para hacer que el niño interior se sienta a salvo. Como fui una niña que sufrió incesto (es medio verdad), he inventado una maravillosa imagen para mi pequeña. En primer lugar, tiene un hada madrina idéntica a la Billie Burke de El mago de Oz, porque eso es lo que a ella le gusta. Sé que cuando no estoy con ella, está con su hada madrina y está siempre segura. Vive en un ático muy alto y tiene un portero y dos perros grandes, de modo que sabe que jamás nadie le volverá a hacer daño. Cuando logro hacer que se sienta absolutamente segura, entonces yo, como adulta, puedo ayudarle a liberar y olvidar las experiencias dolorosas. 

 —Bueno, chicos, ahora vamos al juego de la soga: chicas contra chicos, unos contra otras en una prueba de fuerza. Los chicos creen que ganan, pero habrá que verlo. Hay que marcar la soga con una línea central. Así. Ahora dos metros de cada lado del centro de la línea. Cada equipo comienza con la línea central directamente sobre una línea marcada en la tierra a tirar de la cuerda , y una vez comenzado el tirón, intentan jalar al otro equipo hasta que la marca más cercana al equipo oponente cruce la línea central, o cuando cometan una falta (cuando un miembro del equipo cae o se sienta).

 —Entendido. Empezamos con la comunicación con nuestros padres. Mis años de adolescente fueron los más difíciles de mi época de crecimiento. Tenía muchos interrogantes, pero no quería escuchar a aquellos que creían tener todas las respuestas, en especial los adultos. Sentía una especial animosidad contra mis padres, porque fui una hija maltratada. Me era imposible comprender cómo mi padrastro podía abusar de mí de aquella forma, y tampoco comprendía cómo mi madre podía tolerarlo y hacer como que no se daba cuenta. Me sentía engañada e incomprendida, y estaba segura de que concretamente mi familia y, en general el mundo, estaban contra mí. —Pero eso ya lo dijo Ágata. ¿También te ocurrió a ti, Calíope?

 —Un jalón para aceptar la prosperidad. No tiene fórmula, pero una de las maneras de atraer dinero a tu vida es contribuir con el diezmo. Contribuir con el diez por ciento de los ingresos es un principio instaurado hace muchísimos años; a mí me gusta considerarlo como una “devolución a la Vida”... Sin embargo, si aportas tu diezmo con el único fin de “tener más”, es que no has entendido de qué va la cosa. Lo que se da ha de darse libremente o no funciona 

 —Otra manera de hacer buenos negocios es que tengan a la autora como modelo. Ella les dice qué cambios hay que hacer, cómo y cuándo. No cabe duda de que ha sido una empresaria exitosa. ¿Pero podrán serlo ustedes? 

 —Sí, porque si no te alcanzan tus sentidos, puedes obtener poderes extrasensoriales.

 —Me interesa. 

 —Y a mí también. 

 —Se dice que sólo utilizamos el diez por ciento de nuestro cerebro: ¡sólo el diez por ciento! ¿Para qué está el otro noventa por ciento? Yo creo que las dotes psíquicas… 

 —Eso que afirmaste es un mito… de la misma calaña que el de beber diariamente ocho vasos de agua para no deshidratarnos. El primero lo atribuyen unos a Wiliam James y otros a Albert Einstein. Sin duda alguna, si fue del segundo, era un gran chiste. Por cierto que en ese mito se basa la película Lucy protagonizada por la bella Scarlett Johansson. Respecto del segundo mito, en los años 40, un investigador del Consejo de Alimentación y Nutrición de Estados Unidos recomendó el consumo de 1 ml de agua por cada caloría de comida consumida. En una dieta de 2.000 calorías, esto equivale a ocho vasos de agua. El investigador, sin embargo, estaba hablando del consumo total de agua, incluyendo el agua que está en la comida. Nuestros alimentos contienen mucha agua. Una papa está formada por un 75% de agua. Entonces, incluyendo el agua que está en nuestra comida, necesitamos tomar mucho menos de ocho vasos de agua al día. Los periodistas que reportaron este hallazgo lo malentendieron. Informaron que era necesario beber ocho vasos de agua. La publicidad para jugos y agua embotellada hizo el resto…

 —… yo creo que las dotes psíquicas de la telepatía, la clarividencia y la clariaudiencia son capacidades normales y naturales. Lo que sucede es que no nos permitimos experimentar estos fenómenos. Tenemos todo tipo de motivos para no experimentarlos o para no creernos capaces para ello. Con cierta frecuencia los niños pequeños tienen muchas dotes psíquicas. Por desgracia los padres les dicen en seguida: “No digas eso”, “Es sólo tu imaginación”, “No creas en esas tonterías”... El niño va inevitablemente desconectando esas capacidades. 

 —Creí que era otra cosa porque esto ya se lo había oído a Rousseau. “Todo está bien al salir de las manos del autor de la naturaleza; todo degenera en manos del hombre”, dijo al comienzo del Emilio. Tan degenerado era él que según iban naciendo sus hijos los iba arrojando en el orfanato. Pero hablando en serio, no hay ninguna sociedad que enseñe el mal. En realidad, ‘bueno’ y ‘malo’ son valores sociales que el individuo hace propios. 

 —Ese asunto lo discutimos después. Sigamos con el que traía.

 —Esta gente, Zoilo, no tiene capacidad de diálogo. Vive alucinando. Por eso no te contestan. 

 —Eso creo yo, Aristarco. 

 —Sigo. Creo que la mente es capaz de cosas increíbles. Estoy segura de que yo podría ir perfectamente de Nueva York a Los Ángeles sin avión si supiera desmaterializarme y luego volverme a materializar allí. Aún no sé cómo, pero sé que es posible

 —Definitivamente, la autora ha visto mucha TV. Flash, Superman, Spiderman y otros héroes voladores le han confundido la cabeza.

 —Pero para obtener los supersentidos debemos cambiar. Cambiar significa liberarnos de los sentimientos de aislamiento, separación, soledad, rabia, temor y dolor; significa crearnos una vida llena de paz, en donde podamos relajarnos y disfrutar de las cosas tal como se nos presentan sabiendo que todo va a ir bien. A mí me gusta emplear la afirmación siguiente: "La vida es maravillosa; todo está bien en mi mundo, y siempre avanzo hacia un bien mayor". De esa forma no importa qué dirección tome mi vida porque sé que va a ser maravillosa. Por lo tanto, puedo disfrutar de toda suerte de circunstancias y situaciones. Existe la costumbre de hacer buenos propósitos cuando empieza un año, pero muy pronto se abandonan porque no van acompañados de ningún cambio interior. "No volveré a fumar", dice alguien. De entrada, esta frase es negativa y no le dice al subconsciente lo que ha de hacer. Esta persona podría decir mejor: "Todo deseo de cigarrillo me ha dejado y estoy libre". 

 —A veces las cosas empeoran antes de mejorar, Calíope. Acuérdate de la Ley de Murphy: “Si algo puede salir mal, saldrá mal» 

 —Es cierto, pero eso no es malo; eso está bien porque quiere decir que se está iniciando el proceso. Los viejos hilos comienzan a desenredarse, de modo que tienes que deslizarte con ellos. No te asustes ni pienses que tus esfuerzos no dan resultado. Sencillamente continúa trabajando con tus afirmaciones y las nuevas creencias que estás sembrando. 

 —No sé, Calíope, pero a mí me parece que ese es el camino del desastre seguro. ¿Qué dices tú, Aristarco? 

 —Escucha a la loca ésta. Dale un poco de cuerda y verás cómo se caen todas de espaldas. 

 —Pienso que cuanto más pronto dejemos de lado nuestros prejuicios y trabajemos por una solución positiva a la crisis, más pronto sanará todo el planeta. Sin embargo, no podemos sanar el planeta si permitimos que sufra la gente. En mi opinión, el sida forma parte de la contaminación del planeta. ¿Sabías que los delfines de las costas de California están muriendo de enfermedades de inmunodeficiencia? Yo no creo que eso se deba a sus prácticas sexuales. Hemos contaminado nuestras tierras hasta el punto de que gran parte de la producción agrícola no es apta para el consumo. Estamos matando a los peces en nuestros mares. Estamos contaminando el aire, de modo que ahora hay lluvia ácida y un agujero en la capa de ozono. Y continuamos contaminando nuestros cuerpos. El sida es un mal-estar terrible; sin embargo, el número de personas que mueren de sida es menor que el de personas que mueren de cáncer, de un infarto o por causa del tabaco. Buscamos venenos cada vez más potentes para eliminar las enfermedades que creamos, pero no queremos cambiar nuestro estilo de vida ni nuestra alimentación. Preferimos tomar algún fármaco o someternos a una operación quirúrgica, que sanar. 

 —¿Qué te decía, Zoilo? 

—Cuanto más reprimidos, más problemas se manifiestan de otras formas. La medicina y la cirugía sólo se ocupan del diez por ciento de todas las enfermedades; parece increíble pero es cierto. Con todo el dinero que gastamos en productos químicos, radiaciones y cirugía, resulta que todo esto sólo cura el diez por ciento de nuestras enfermedades. Leí en un artículo que las enfermedades del próximo siglo estarán causadas por nuevas cepas de bacterias que afectarán a nuestro debilitado sistema inmunitario. Estas cepas de bacterias han comenzado a mutarse de modo que los fármacos que tenemos ahora no tendrán ningún efecto sobre ellas.

 —¿Te pasaste de nuestro lado? 

 —No creo, porque nosotras estamos en la vanguardia de las fuerzas que van ayudar a sanar el planeta. Estamos en un punto ahora mismo en que tanto podemos destruir a la humanidad entera como sanar el planeta. No depende de "ellos", depende de nosotros, individual y colectivamente. Veo que tenemos la oportunidad de combinar las tecnologías del pasado y del futuro con las verdades espirituales de ayer, hoy y mañana. Es hora de que estos elementos se unan. Mediante la comprensión de que los actos de violencia los cometen personas que son niños traumatizados, podríamos combinar nuestros conocimientos y nuestra tecnología para ayudarles a cambiar. No perpetuemos la violencia iniciando guerras o metiendo a personas en prisión y luego olvidándonos de ellas. En lugar de eso, fomentemos la conciencia de nosotros mismos, la autoestima y el amor. Los instrumentos para la transformación están disponibles; sólo tenemos que utilizarlos. 

 —Te recuerdo, Calíope, que, cuando tú decías lo que dijiste, las bombas caían por millares sobre Bagdad, y Fidel Castro había condenado, en juicios sumarios, a más de 72 disidentes. ¡Paz y amor!

 —Pero esas ideas escépticas sobre la bondad humana no son exclusivas tuyas. Según una noticia publicada en todo el mundo el 22 de enero de 2013, el naturalista británico David Attenborough cree que los humanos son "una plaga sobre la Tierra" e instó a controlar el crecimiento de la población para que ésta sobreviva El prestigioso naturalista, de 86 años, mostró su pesimismo con respecto al futuro del planeta, al que, según su criterio, no afecta sólo el cambio climático, sino también la presencia masificada de humanos, para los que quizá no haya recursos suficientes. "No se trata sólo de cambio climático. Es también una cuestión de espacio, de si habrá suficiente sitio para cultivar alimentos que suministrar a toda esa enorme multitud", explicó Attenborough. Attenborough prevé que los efectos de la masificación humana y la contaminación serán visibles en cincuenta años y que, mientras no se tenga una línea de actuación coordinada por todos los países, la situación en el planeta "no hará otra cosa que empeorar. Yo voy más lejos que Attenborough, porque pienso que el hombre llegó tarde a la ecología, aunque, por su puesto, eso no tiene importancia. ‘Tarde’ y ‘temprano’ son términos para gente que tiene tiempo. 

 —Chicos, ya está bueno de tanto poder, aunque esté dentro de nosotros. ¿Jugamos a la gallina ciega? A ver, Zoilo, ven para que te vende. Después que te demos unas vueltas, vas a tratar de pillarnos. El que caiga toma tu puesto. ¿Entendido? 

 — Gallinita, gallinita ¿Qué se te ha perdido en el pajar? /Una aguja y un dedal/ Da tres vueltas y la encontrarás 



 —Así que Leibniz, dices tú, Ágata, es el filósofo más optimista que ha habido. ¿Por qué no nos echas el cuento completo mientras le damos vueltas a Zoilo? 

 —Con gusto, Calandria. Gott Wilhem LEIBNIZ (1983) nació en Leipzig el 1 de julio de 1646. Murió en Hannover el 14 de noviembre de 1716. Cursó sus primeros estudios en la Nikolaischule de su ciudad natal y muy pronto llegó a dominar las lenguas clásicas. A los 15 años ingresó en la Universidad de Leipzig para seguir los estudios de leyes y filosofía con el neoaristotélico Thomasius. En Jena estudió matemáticas con el célebre E. Weigel. En noviembre de 1672 fue graduado doctor en leyes en la Universidad de Altdorf. —En Nüremberg llegó a ser secretario de la sociedad alquimista. —Cállate, Zoilo. Tú sólo oye, gira y busca. ¿Quién te pegó? Viajó por Alemania, Holanda (donde conoció a Spinoza), Inglaterra, Francia e Italia. Su actividad fue prodigiosa en todas las ciencias y en la política. —Adivina quién te pellizcó, Zoilo. Para citar un solo ejemplo de la significación de Leibniz en la historia de la ciencia moderna, recordemos que su nombre está unido al descubrimiento del cálculo infinitesimal, que halló por un método distinto al de Newton y sin saber el uno del otro. Su escrito se publicó en 1684, mientras que el de Newton no apareció hasta 1687. Con este motivo, y a raíz de la prioridad del hallazgo, surgió una contienda un tanto desagradable 

 —Te reconocí, Calandria. 

 —Pero no me tocaste. Desde el punto de vista de la historia de la filosofía, el mejor ángulo desde el cual poder juzgarlo es un breve párrafo de su carta del 10 de enero de 1714 a Rémond: “En todo tiempo 130 me ocupé de descubrir la verdad que se halla soterrada y dispersa en las diversas sectas filosóficas y de juntarla consigo misma” 

 —”¿Y qué es la verdad?”, preguntó Pilato al Cristo. No obtuvo respuesta.

 —La verdad —aunque sea motivo de mofa y burla de un cínico como tú—, en cualquier orden de cosas, al margen de todas las posiciones demasiado estáticas o limitadamente sectarias, fue la meta de su enorme dinamismo espiritual. Leibniz fue realmente un espíritu universal, para quien no existía campo de saber que no provocara sus desvelos más íntimos y desinteresados. Ya hemos dicho cómo descubrió el cálculo infinitesimal en el campo de la Matemática. En el de la Física, fue el primero en formular la ley de la conservación de la energía. La Lógica lo cuenta entre los fundadores de la Logística. En Psicología descubre el inconsciente. En el terreno de la Historia, enseña prácticamente la forma de estudiar a fondo las fuentes. En la Economía, desarrolla una serie de proyectos prácticos para la explotación de las minas, para el alumbramiento de las aguas, para el cultivo del campo, etc. Junto a esto es un autorizado jurista. Obra suya es la Academia de Ciencias de Prusia, de la que fue el primer presidente. Pero, por encima de todo, es indudablemente un filósofo; un filósofo en el más puro sentido aristotélico del término, un enamorado del saber, un afanoso buscador de lo primario y fundamental de las cosas, de lo básico e irrevocable de la vida y de todos los modos de existir. 

 —Ya va, un momento. Deténganse. ¿Qué es todo este cacareo?

 —Esto viene a cuento para justificar que no un cualquiera afirmó que Dios escogió el mejor de todos los mundos posibles. 

 —Me entero, porque yo veo el mal que crece como la verdolaga. J. MARITAIN (1962) enunció como primera ley funcional de la historia, fórmula axiomática según él, la “ley del doble progreso contrario”. Para el filósofo francés, la historia progresa pero en dos direcciones contrarias: hacia el bien y hacia el mal. “Desde el punto de vista filosófico, debemos decir que el movimiento de progresión de las sociedades depende de esta ley del doble movimiento —que podría ser llamada, en esta instancia, la ley de la degradación, por un lado, y de la revitalización, por el otro, de la energía de la historia” (p. 51). En palabras más sencillas, desde las últimas décadas del siglo XVIII se ha acentuado la defensa de los derechos humanos y de la dignidad de la persona. Pero por otro lado, guerras destructoras han asesinado en masa –científicamente- millones de seres. 

 —¿Estás diciendo que Dios es el mal? 

 —No. Estoy diciendo que Dios, habiendo escogido el más perfecto de todos los mundos posibles, fue llevado por su sabiduría a permitir el mal que era ajeno a Él, pero ello no impide que, por muy limitado y desorientado que pueda estar este mundo, no sea el mejor que pudiera escogerse. 

 —¿Es decir que el mal es necesario? Y otra pregunta: si la naturaleza es perfecta, ¿por qué lo imperfecto es la especie humana?

 —A mí me intriga el asunto del mal. Pienso que es un sentimiento, que se genera cuando nuestra intimidad más íntima es amenazada. ¿Qué dice Leibniz? 

 —Bueno, si tanto te interesa el tema, te diré que, para él, el mal puede ser metafísico, físico y moral. El primero no es causado por Dios, depende sólo de la limitación de la criatura, que la hace menos perfecta que Dios. El mal físico es una negación (la ceguera, por ejemplo). Como tal, no tiene causa eficiente, sino deficiente. No es imputable a Dios, por lo tanto. Sólo puede quererlo como castigo para una culpa o para producir un bien mayor. 

 —¿Y por qué atribuirle pasiones a Dios? A mi modo de ver, no es capaz de premiar ni de castigar: eso sería “humanizarlo”.

—En cuanto al mal moral, no lo quiere tampoco Dios, pero hay que distinguir entre la voluntad antecedente de Dios por la que quiere el bien y la consecuente, por la que quiere lo mejor. No concurre, pues, al mal moral, cuando se da, sino sólo al bien, aunque de ello resulte un mal para obtener un bien mayor. 

 —¡Ni Maquiavelo lo diría tan bien! ¡El fin justifica los medios!

 — Hay armonía entre el reino Físico de la Naturaleza y el reino Moral de la Gracia, es decir, entre Dios considerado como Arquitecto de la Máquina del universo, y Dios considerado como Monarca de la ciudad divina de los Espíritus (& 87) 

 —En tan sesudo tema, les propongo un acertijo cardinal: “El optimista cree que vivimos en el mejor mundo posible. El pesimista teme que esto sea verdad” (BLOCH, 1987:14)

 —Hay que considerar dos principios en el pensamiento leibniziano. El principio de la lex melioris, fundamento de su optimismo, que coincide realmente con el principio de la razón suficiente. La lex melioris nos dice que, de entre los infinitos mundos posibles, Dios ha elegido y realizado el mejor. Su voluntad tuvo que determinarse por el mundo mejor “Pues, si no, no habría tenido Dios razón suficiente para crear un mundo”, según dice en Teod. III, 416. Este optimismo, por otra parte, no coarta en nada la libertad divina, ya que es la suprema libertad el hecho de poder elegir lo mejor posible. El no poder elegir otro mundo que la lex melioris impone a Dios no es una coacción o limitación de su voluntad, sino una sublimación de su libre albedrío, un acto de servicio espontáneo y voluntario a su supremo y perfectísimo entendimiento. 

 —Su filosofía intenta conjugar armónicamente la idea de la absoluta racionalidad del mundo, la universalidad y la individualidad autónoma, la armonía perfecta de todas las cosas, la infinitud cuantitativa y cualitativa del universo, la hipótesis de la explicación mecánica de la naturaleza. Pero al mismo tiempo, no fue Leibniz el filósofo solitario que, como Spinoza, consume su filosofar en el aislamiento, sino que trató de 132 influir sobre los príncipes con el noble propósito de conciliar todas las disparidades en un limitado progreso de la cultura. 

 —En fin, habiendo elegido Dios este mundo entre una infinidad de posibles, es éste el mejor de todos, de donde se deriva el optimismo de Leibniz. Todo tiende en él a lo mejor, y lo malo o lo injusto no es sino un paso para la consecución de algo mejor. 

 —¡Gracias a ti, san Niccolò di Bernardo dei Machiavelli, que nos diste la clave del obrar divino! ¡Genial! 

 —No blasfemes, Aristarco. Dice Leibniz en su Discurso de metafísica: “La noción de Dios más admitida y más significativa que tenemos está bastante bien expresada en estos términos: que Dios es un ser absolutamente perfecto; pero no se consideran suficientemente sus consecuencias... De donde se sigue que, poseyendo Dios la sabiduría suprema e infinita, obra de la manera más perfecta, no solamente en sentido metafísico sino también moralmente hablando y que puede decirse, en lo que a nosotros concierne, que cuanto más informados e iluminados estemos acerca de las obras de Dios, más inclinados estaremos a encontrarlas excelentes y totalmente conformes a cuanto se hubiera podido desear” (& 1). 

 —Aun admitiendo su existencia, sostengo que no hay ninguna bondad en sus obras, porque las reglas de la bondad y de la belleza son arbitrarias. Lo que ustedes llaman bello, yo llamo feo. Lo que para ustedes es bueno, para mí es malo. 

 —El propio filósofo consideró esa objeción, Aristarco. “Confieso que la opinión contraria —escribió en &2 de su Discurso de Metafísica— me parece extremadamente peligrosa y muy próxima a la de los últimos innovadores, cuya opinión es que la belleza del universo y la bondad que atribuimos a las obras de Dios, no son más que quimeras de los hombres que conciben a Dios a su manera. Además diciendo que las cosas no son buenas por ninguna regla de bondad, sino sólo por la voluntad de Dios, se destruye, sin darse cuenta, me parece a mí, todo el amor de Dios y toda su gloria. ¿A qué alabarlo por lo que ha hecho si sería igualmente loable habiendo hecho todo lo contrario? ¿Dónde estarán su justicia y su sabiduría si no le queda más que un cierto poder despótico, si la voluntad ocupa el lugar de la razón y si, según la definición de los tiranos, lo que agrada al más poderoso es justo por esos mismo?” 

 —El amor de Dios exige una total satisfacción y aquiescencia respecto de lo que hace. “En efecto, los que no están satisfechos con lo que Él hace me parecen individuos descontentos cuya intención no es muy diferente de la intención de los rebeldes. Creo, pues, que según estos principios, para proceder de acuerdo con el amor de Dios no basta tener paciencia a la fuerza; es preciso sentirse verdaderamente satisfecho con todo lo que nos haya sucedido por su voluntad” (& 4).

 —Dios es el monarca de la más perfecta república. “Y si el primer principio de la existencia del mundo físico es el decreto de darle la mayor perfección posible, el primer designio del mundo moral o ciudad de Dios, que es la parte más noble del universo, debe ser repartir en él la mayor felicidad que sea posible” (& 36) 

 —No andaba muy descaminada Louis L. Hay cuando afirmaba la revelación. Para Leibniz la forma más completa de conocimiento es la intuición. Y esto está perfectamente claro en su famosa teoría de los relojes que explica las relaciones del alma y del cuerpo. El alma y el cuerpo, según Leibniz, son como dos relojes que marchan perfectamente de acuerdo. Es decir, a un estímulo de uno corresponde una sensación del otro y a una orden de uno, una modificación del otro. ¿Cómo puede explicarse esta perfecta concordancia? Muy sencillo. Primero, en la creencia vulgar, están mutuamente conectados y actúan uno sobre otro. Segundo, en la opinión de los ocasionalistas (Guelinex, Malebranche), hay un relojero que los hace coincidir (las modificaciones de uno son ocasión de que Dios provoque algún fenómeno correspondiente en el otro). Tercero, según Spinoza, en realidad hay un solo reloj con dos esferas: el cuerpo y el alma no son más que dos atributos de una misma sustancia infinita. Cuarto, pero según Leibniz, han sido construidos perfectamente por un sabio relojero para que vayan siempre en armonía, independientes el uno del otro.

 * 

 —Chicos, vamos a jugar a la candelita y nos vamos. Está bien por hoy ¿no?

 —Siiiiií. 



—Cinco. Perfecto. Ustedes, Calíope 

y Ágata, se van a la esquinas del Este y del Oeste; Calixto, al Norte y yo al Sur. Zoilo se queda en medio pidiendo la candelita

 —¿ Y Aristarco? 

 —Público. Espantapájaros. A menos que el hombre aprenda rápidamente a dominar el ritmo del cambio en sus asuntos personales, y también en la sociedad en general, nos veremos condenados a un fracaso masivo de adaptación. —No te preocupes por mí, Calandria. No estoy interesado en ese juego, juego del “shock del futuro” que lo llamó Alvin TOFFLER (1974). Yo estaré viendo los toros desde la barrera, porque ya no es un posible remoto, sino una verdadera enfermedad que afecta a un número creciente de personas. Este estado psicobilógico puede describirse en términos médicos y psiquiátricos. Es la enfermedad del cambio. Y ustedes están enfermos, corriendo de aquí para allá sin sentido. 

 —Una candelita, por amor de Dios. 

 —Aquí no hay, pero por allá jumea. 

 —Me espanta lo poco que saben tú, Calandria y los que son como tú, hoy en día de adaptabilidad, tanto los que exigen y producen grandes cambios en nuestra sociedad como aquellos que pretenden prepararnos  para hacer frente a tales cambios. Graves intelectuales hablan enérgicamente de la “educación para el cambio” o de la “preparación de la gente para el futuro”. Pero virtualmente nada sabemos sobre la manera de hacerlos. En el medio más velozmente cambiante con que jamás se haya enfrentado el hombre, seguimos ignorando lastimosamente las reacciones del animal humano —Sí, Aristarco, tienes razón en lo que tienes razón. Hasta ahora, el hombre estudió el pasado para arrojar luz sobre el presente, pero ya Toffler y otros le están dando la vuelta al espejo del tiempo, convencidos de que una imagen coherente del futuro puede darnos valiosas perspectivas sobre el día de hoy. Es cierto, si no empleamos el futuro como instrumento intelectual, nos será cada vez más difícil comprender nuestros problemas personales y públicos. Pero, ánimo, que ya vienen los exploradores del futuro a enseñarnos la teoría de la adaptación para que no se produzca el shock.

 —Por estar distraída en tonterías, te quedaste sin puesto, Calíope. Pasa al medio a pedir candelita.

 —Una candelita, por amor de Dios. 

 —Aquí no hay, pero por allá jumea.

 —Durante los últimos 300 años, la sociedad occidental se ha visto azotada por la furiosa tormenta del cambio. Y esta tormenta, lejos de menguar, parece estar adquiriendo nueva fuerza. El cambio barre los países altamente industrializados con olas de velocidad creciente y de fuerza nunca vista. Crea a su paso una serie de curiosos productos sociales, desde las iglesias psicodélicas y las “universidades libres” hasta ciudades científicas en el Ártico y clubs de amas de casa en California. El shock cultural es el efecto que sufre el visitante no preparado al verse inmerso en una cultura extraña... El shock es la desorientación vertiginosa producida por la llegada prematura del futuro. Y puede ser la enfermedad más grave del mañana. El shock del futuro es un fenómeno del tiempo, un producto del ritmo enormemente acelerado del cambio en la sociedad. 

 —No seas pesimista, Aristarco. Un creciente grupo de opinión, digno de confianza, afirma que el momento actual representa nada menos que el segundo hito crucial de la historia humana, sólo comparable en magnitud, a la primera gran interrupción de la continuidad histórica: el paso de la barbarie a la civilización. Y a mí me gusta el cambio. El futuro ya ha llegado. Y a mí me gusta el futuro. 

 —Es cierto, Calandria. Detrás de prodigiosos hechos económicos — Apple y Google son dos de las más ricas compañías del mundo— se oculta el rugiente y poderoso motor del cambio: la tecnología. La tecnología involucra técnicas, máquinas que pueden ser o no ser necesarias para aplicarlas. Pero comprende también sistemas para provocar reacciones químicas, maneras de criar peces o de repoblar  bosques, de instalar teatros de luz, de contar votos o de contar la Historia... La aceleración del presente suele dramatizarse con el simple relato del progreso en los transportes. Sólo en 1.600 a. C., con el invento del carro, se elevó la velocidad máxima a unos dieciséis kilómetros por hora. Tan impresionante fue este invento y tan difícil de superar esta velocidad tope que, 3.500 años más tarde, cuando empezó en 1784 a funcionar en Inglaterra el primer coche correo, éste sólo alcanzó un promedio de treinta kilómetros por hora. La primera locomotora de vapor, fabricada en 1825, alcanzó una velocidad máxima de veinte kilómetros, y los grandes barcos de vela de la época navegaban a menos de la mitad de esta velocidad. Hoy los trenes de alta velocidad han superado los 400 Km/h 

—La razón de esto es que la tecnología se alimenta a sí misma. La tecnología hace posible una mayor cantidad de tecnología, como podemos ver si observamos un momento el proceso de innovación. La innovación tecnológica se compone de tres fases. Ante todo está la idea creadora y factible. En segundo lugar, su aplicación práctica. En tercer término, su difusión en la sociedad. Además, hay que comprender que la innovación tecnológica no combina y recombina simplemente máquinas y técnicas. Las nuevas máquinas importantes hacen algo más que aconsejar u obligar a hacer cambios en otras máquinas: sugiere nuevas soluciones a los problemas sociales, filosóficos e incluso personales. Alteran todo el medio intelectual del hombre, su manera de pensar y ver el mundo. Y a mí esto me gusta.

 —Es apasionante. Lo malo para mí, Calíope, es que para cada nueva presentación de Apple hay que madrugar para hacerse de lo nuevo, ja, ja, ja. 

—Pero si la tecnología tiene que ser considerada como un gran motor, como un poderoso acelerador, entonces el conocimiento tiene que ser considerado como carburante. 

—Así es. Por eso dentro de los principales centros de cambio tecnológico y cultural, hay millones de hombres y mujeres de los que puede decirse que viven ya la vida del futuro... ¿Qué los diferencia del resto de la humanidad? Ciertamente, son más ricos, están más bien educados, se mueven más que la mayoría de los componentes de la especie humana. También viven más tiempo. Pero lo que caracteriza específicamente a los hombres del futuro es que han adoptado ya el acelerado ritmo de la vida. “Viven más de prisa” que los que los rodean. 

 —Pero muchos conflictos antes incomprensibles —entre generaciones, entre padres e hijos, entre maridos y esposas— pueden derivarse de reacciones diferenciales a la aceleración del ritmo de la vida. Y lo propio puede decirse de los choques entre culturas. 

 —Una candelita, por amor de Dios.

 —Aquí no hay, pero por allá jumea. No cabe duda de que esa es una fuente de problemas. La percepción del tiempo por el hombre está 136 íntimamente relacionada con sus ritmos internos, pero sus reacciones al tiempo están culturalmente condicionadas. Por ejemplo, el niño aprende, desde la primera infancia, que cuando su papá se marcha al trabajo por la mañana quiere decir que no volverá a casa en muchas horas. Si lo hace, algo anda mal; se ha roto la pauta. Y el niño lo siente. Incluso el perro de la casa. Ahora bien, estas expectativas de duración, diferentes en cada sociedad, pero aprendidas precozmente y profundamente arraigadas, se ven transformadas cuando se altera el ritmo de la vida. Dicho en otras palabras, el ritmo de la vida debe ser considerado como algo más que una fase familiar, que una fuente de bromas, suspiros, lamentos y desánimos. Es una variable psicológica, de importancia crucial, sin duda alguna, que ha pasado casi inadvertida... Pues es precisamente a través del ritmo acelerado de la vida cómo la creciente velocidad del cambio científico, tecnológico y social se deja sentir en la vida del individuo. 

 —Ah, perdiste el puesto, Calandria. Y lo perdiste por estar enviando mensajitos tontos a Calíope, cuando la tienes al lado. A pedir candelita. 

 —Una candelita, por el amor de Dios. 

 —Aquí no hay, pero por allá jumea. 

 —El concepto de transitoriedad nos da el eslabón que faltaba, desde hace tiempo, entre las teorías sociológicas de cambio y la psicología de los seres humanos individuales. La transitoriedad es la nueva “temporalidad” de la vida cotidiana. Da origen a una impresión, a un sentimiento de impermanencia... Relaciones que antaño duraron largo período de tiempo tienen ahora expectativas de una vida más breve. Es esta abreviación, esta comprensión, lo que origina el casi tangible sentimiento de que vivimos desarraigados y vacilantes en un paisaje de dunas cambiantes. La gente del futuro vive en una condición de “transitoriedad alta”, una condición en que la duración de las relaciones se abrevia, y su cambio se hace sumamente rápido. En sus vidas, las cosas, los lugares, las personas, las ideas y las estructuras organizadas se “gastan” más de prisa. Esto influye enormemente en su modo de experimentar la realidad, en su sentido del compromiso y en su capacidad –o incapacidad- de enfrentarse con las situaciones. Es esta rápida sustitución, combinada con la creciente novedad y complejidad del medio, que violenta la capacidad de adaptación y crea el peligro del “shock” del futuro. 

 —En otros términos, la nuestra es la sociedad del ‘tírese después de usado’. Y los primeros en ser arrojados somos nosotros mismos. Claro que no tenemos tiempo de darnos cuenta. Y tienen razón, candelosos, es lo mejor que nos puede ocurrir. La conciencia ha sido la mayor desgracia del hombre.

 —Antes del desbarajuste, chicos, tomémonos una selfi. 

 —Allá vamos, Calixto. 

 —¡Ya! 



Bibliografía mínima 

BLOCH, A. (1982). Ley de Murphy y otras razones de por qué las cosas salen mal. México: Diana (5° reimpresión) 
BLOCH, A. (1987) Ley de Murphy II. Más razones por las que las cosas salen mal. México: Diana (6°)
 BLOCH, A. (1988). Ley de Murphy III. Razones equivocadas de por qué las cosas salen mal. Venezuela: Diana. 
DYER, W. (1992).La fuerza de creer. Cómo cambiar su vida. Caracas: Grijalbo. 
HAY, L.L., y Carwin Tomchim, L. (1997). El poder está dentro de ti. Barcelona: Urano. 
HAY, L. L. (2000). Usted puede sanar su vida. Barcelona:Urano (25°) 
LEIBNIZ, G. W. (1983). Monadología / Discurso de metafísica / Profesión de fe del filósofo. Barcelona: Orbis. 
MARITAIN, J. (1962). Filosofía de la historia. Buenos Aires: Troquel. 
TOFFLER, A. (1974). El shock del futuro. Barcelona: Plaza & Janés