El pensamiento de Pedro J. Proudhon (1809-1865) ha sido objeto de variadas y disparatadas interpretaciones. Fue vilipendiado por los marxistas como pequeño burgués - contra su Filosofía de la miseria escribió Marx su Miseria de la filosofía-. Pero también fue bien visto por la derecha francesa, reconocido por los socialistas liberales como su precursor, considerado por el sindicalismo revolucionario como padre tutelar. En fin, criticado y discutido, es sin embargo respetado como uno de los fundadores del pensamiento anarquista.
La crítica proudhoniana del Estado y, en general, de cualquier estructura autoritaria y vertical, es análoga a la crítica de la explotación económica. Proudhon parte del concepto sociológico de que la sociedad, ya sea en lo económico, ya en lo político, expresa una idéntica “fuerza colectiva”, que no es el simple resultado de las fuerzas individuales asociadas: a partir del momento en que éstas se asocian, se desarrolla un excedente de energía que no es obra de ninguna de éstas en particular, sino de su asociación.
Las clases dominantes se aprovechan de esta energía, transformando la “fuerza colectiva en fuerza coactiva” sobre la base de dos instituciones fundamentales: el monopolio económico y el monopolio político, el capital y el Estado. Es decir, explotar y gobernar son una misma cosa.
Las oposiciones de la vida socioeconómica llevan a Proudhon a formular su doctrina del federalismo pluralista. Proudhon considera que éste es el único criterio realista. Las contradicciones, que constituyen el meollo vital de la sociedad, son constitucionalmente irremediables. Por ello, para sostener una línea fundamentalmente libertaria e igualitaria (el federalismo pluralista), concibió la economía mutualista como la única capaz de hacer operativo este esquema estructural.
La sociedad pluralista, al proceder “a la reforma social a través del exterminio del poder y de la política”, se configura en una estructura “en la que el centro político está en cualquier lugar, la circunferencia en ningún punto”. Esto nos conduce al umbral de la sociedad autogestionada.
En el lenguaje proudhoniano hay una contradicción entre la palabra ‘político’ y la palabra ‘económico’. Con la primera se suele representar la dimensión del poder; con la segunda, la de la libertad y la espontaneidad. Una teoría y una práctica revolucionaria son tales en la medida en que fundan sus propias razones y sus propios objetivos en una dimensión libre y espontánea de la acción, o sea, dentro de una teoría y una práctica “económicas”. Los componentes de la sociedad económica son los trabajadores; los de la sociedad política, los dominadores. A partir del momento en que las clases dominantes son antitéticas a las de los trabajadores, también la sociedad política es antitética a la económica.
Al determinar en cada centro económico y social la capacidad de propulsión y de iniciativa, al reconocer la posibilidad de una libre composición y recomposición de los núcleos sociales, económicos, productivos y profesionales, la autogestión proudhoniana establece las bases seguras de una sociedad libre e igualitaria.
Publicado por TAL CUAL, pág. 17, el 02 de mayo de 2007
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