miércoles, 2 de julio de 2008

Dinero y Lionzas

Para la mayoría de la gente el dinero es una cosa muy seria; por eso un banquero gracioso es inconcebible. Y nada impresiona tan fácilmente a las masas como la visión de un genio financiero. El Che Guevara fue nombrado por Fidel Castro en julio de 1959 Presidente del Banco Nacional de Cuba. Con toda seguridad, la justificación del nombramiento estuvo en nuestra primera aseveración, porque -sobre la segunda- el segundo de abordo en el banco escribió que el primero “ignoraba los principios económicos más elementales”. O tal vez el cargo le fue concedido al posteriormente exitoso “carnicero de la Cabaña” (Paquito D’Rivera dixit) para que se burlara del dinero. Pero el dinero se burló de él. 

Es casi una ley general de todo revolucionario que se precie de tal el tener que mofarse del dinero. Si no se me cree, léase el manuscrito económico-filosófico de 1844 de Karl Marx referido al tema. ¿Por qué la mofa? ¿Por qué el desprecio? Porque, como decía Quevedo, “poderoso caballero es don dinero”. En términos marxianos: “El dinero, en cuanto posee la cualidad de poder comprarlo todo, de apropiarse todos los objetos, es el objeto, en el sentido eminente de la palabra”. En otros términos, el dinero convierte mis deseos imaginarios en realidad sensible. Y esto no le gusta a los revolucionarios, porque, por el dinero, soy lo que tengo, lo que puedo comprar. Además, porque el dinero como vínculo de todos los vínculos es medio general de desunión, deidad visible empeñada en trastocar y confundir todas las cosas; ramera universal de hombres y pueblos. “Si tomamos al hombre como hombre –escribió el revolucionario- y su actitud ante el mundo como actitud humana, vemos que sólo podemos cambiar amor por amor, confianza por confianza...” 

Pero a despecho de lo que digan los revolucionarios, mayores y menores, el dinero es uno de los más importantes inventos del género humano, invento que tiene más de 4.000 años. Con anterioridad a su descubrimiento como medio de cambio de general aceptación, las transacciones económicas se hacían mediante trueque. Querer volver al trueque es como querer regresar a la locomoción antes de la invención de la rueda, argumentando que los automóviles son una de las principales causas de muerte en el mundo. 

Siempre se consideró degradante que Judas Iscariote entregase a Jesús de Nazaret por treinta monedas de plata. Tal vez hubiera parecido menos degradante si la transacción comercial se hubiera hecho con monedas de oro. Pero con monedas de oro, plata, cobre, plástico o Lionzas de papel, la traición no tiene nada que ver con el dinero. No pertenece a la economía sino a la moral, aunque esto no lo entienden los revolucionarios.

carloshjorge@hotmail.com Publicado por TalCual, pág. 20, el miércoles 23 de abril de 2008

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