miércoles, 23 de julio de 2008

Animal político


No me refiero con el título a la definición de ‘hombre’ dada por Aristóteles. Hablo del Papa. Benedicto XVI, hasta ahora, ha sabido manejar con arte sin igual la religión para servirse de ella con el objeto de triunfar en su principal empresa: ser jefe de Estado.

Como jefe religioso no ha renunciado a su cargo político. Al contrario, moviéndose como pez en el agua en esa zona ambigua de política y religión, se está aprovechando de la religión para beneficio político. En otras palabras, está convenciendo al mundo de que se comunica con Dios.

Benedicto XVI se está comportando como un buen cirujano. Desde su asunción del papado, sus esfuerzos han estado dirigidos a estudiar cómo cortar diestramente brazos y piernas, y todo para la salvación de los enfermos. Está resultando ser un experto en golpes de Estado, tal como entiende la expresión G. Naudé, bibliotecario de Richelieu, esto es, quien ejecuta “acciones osadas y extraordinarias que los príncipes están obligados a realizar en los negocios difíciles y como desesperados”.

Su primera gran acción fue fruto de una osadía muy razonada para navegar en mares procelosos y no ahogarse en sutilezas infinitas. En otros términos, hace el zorro cuando trata con zorros. El 12 de septiembre de 2006, en el discurso que dio en la Universidad de Ratisbona, apeló a unas palabras “que recientemente leí en la parte editada por el profesor y teólogo Thedore Khoury del diálogo que el docto emperador bizantino Manuel II Paleólogo, tal vez durante el invierno de 1391 en Ankara, mantuvo con un persa culto sobre el cristianismo y el islam, y la verdad de ambos. 

Fue probablemente el mismo emperador quien anotó, durante el asedio de Constantinopla entre 1394 y 1402, este diálogo: ‘Muéstrame también aquello que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba”. Sirviéndose del emperador, el Papa explica minuciosamente las razones por las cuales la difusión de la fe mediante la violencia es algo irracional. Según su expresión “la violencia está en contraste con la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma”. No hubiera sido muy prudente leer el Corán en el sura XLVII, 4: “Cuando encontréis infieles, matadles hasta el punto de hacer con ellos una carnicería...”

El mundo musulmán se rebeló ante tamaña temeridad. Pero en una segunda osadía razonada, el Papa le explicó, sin pedir perdón, que la cita del discurso no reflejaba su propia opinión. ¡Un grupo de 38 teólogos musulmanes y grandes muftís aceptaron como buenas las explicaciones!

El viaje triunfal por Ankara, Éfeso y Estambul no hubiera sido posible sin tantas osadías. El premio al recibimiento turco fue declarar que él no se oponía a la entrada de Turquía a la Unión Europea. Cuando sólo era cardenal Joseph Ratzinger, se había claramente opuesto a tal posibilidad. Sin duda, hombre de ideas firmes... ¡hasta que las cambia!




Este artículo no fue publicado, pero... ¡cómo me hubiera gustado! El tiempo ha certificado que lo dicho en él no era exageración.

Lector, si me dejas un Comentario, mejoro el blog. Doblemente agradecido

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