El pueblo judío, con un ayuno riguroso, cada año reserva un día muy especial para purificarse ante Dios a fin de que lo vuelva a inscribir en el libro de la vida. Pero Dios no perdona los pecados cometidos contra los hombres. El hombre debe entenderse con sus hermanos para obtener su perdón. Todos hemos ofendido mucho, pero hay diez pecadores capitales que deben confesarse ante nosotros para que los perdonemos.
El que cometió acto punible en febrero y noviembre de 1992. No es suficiente haber sido condenado por felonía, aunque la suya haya sido una "rebelión de los ángeles" (del mal).
El beneficiario de cosa proveniente de delito, que se montó sobre la cresta de la ola golpista que lo llevó al mar de desgracias de que hoy se queja.
El andariego por tv y radio para vender bacalao podrido como si fuera rosado salmón. Su palabra no será creíble nunca más, aunque se desgañite diciendo que el pez era lobo.
El combatiente, de prestigio más ficticio que auténtico, bocetista de una revolución pacífica mal pensada y peor ejecutada.
El pusilánime que permitió el risueño derrumbe de instituciones que llevó muchos años construir.
El prestamista de conocimientos, con los que ayudó a crear la fantasía popular del Mesías redentor. Después se supo que la Constitución no era el problema, y de oropel la valía del académico.
El engañador y estafador de ilusiones, cobarde fugitivo del reflujo de la marea opositora. Un día responderá de sus acciones que causaron ruina, dolor y llanto a tantas familias.
El general inepto que reclama un respeto debido al mérito y al saber que no tiene. ¡Cuántos recursos no perdió en él la República! Ésta deberá considerar seriamente si la "defensa de la soberanía" no puede hacerse de otra manera... más barata.
El cobarde militar que declaró "territorio liberado" un espacio que no necesitaba la liberación, que sí requerían otros. Para detener el brazo vengador, se asiló en un lugar sagrado de la ciudadanía.
Una parte del pueblo venezolano debe pedir perdón por desear vivir sin trabajar; otra, por ofender con su prepotencia. Aquélla porque la envidia fue su consejera; ésta, porque la soberbia la ha confundido. Una y otra deben perdonarse y enmendar sus vidas. ¿Lo harán?
Los autores de obras de autoayuda aconsejan el perdón para ser felices. Alguno ha insinuado que, si al pecador le cuesta mucho enfrentarse a quienes ha ofendido, puede hacerlo frente al espejo. Este opinador cree que el presente no es el caso. Si el pueblo venezolano no perdona y no se arrepiente, no heredará esta hermosa tierra. Deberá perdonar, pero también hacer justicia.
carloshjorge@hotmail.com
Publicado por TalCual el 12 de septiembre de 2003, pág. 12, con ilustración
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