Retomando una utopía de H. D.Thoreau: Walden o la vida en los bosques (1854), B. F. Skinner presentó en 1948 su Walden Dos.
“Me decidí a escribir una narración sobre la forma en que yo concebía que un grupo de unas mil personas resolviese los problemas planteados por su vida diaria con ayuda de unas técnicas de la conducta... Yo había pensado que era posible aplicar a los problemas prácticos un análisis experimental de la conducta, pero no lo había demostrado. Frazier, el protagonista, insiste en que la nueva vida está al alcance de una ciencia de la conducta de tipo especial, capaz de ocupar el puesto de la sabiduría y del sentido común y de obtener mejores resultados. Y lo que ha venido ocurriendo en los últimos años ha aumentado la plausibilidad de su aserto: una comunidad en la cual los problemas más importantes de la vida diaria, así como determinados aspectos relacionados con la economía y el gobierno, quedan resueltos”, escribió en 1976.
Una cuestión importante que aparece en Walden Dos es la evitación de la acción política. Argumenta Skinner que la vida política realmente no le daría a la comunidad la oportunidad que desea: investigar qué le pasa a la gente, por qué no puede vivir junta sin estarse peleando todo el tiempo; saber exactamente qué es lo que quieren, qué es lo que necesitan las personas para ser felices y cómo pueden conseguirlo sin robar a nadie.
Lo que se precisa, entonces, no es un nuevo líder político ni un nuevo tipo de gobierno sino un mayor conocimiento de la conducta humana y unas nuevas formas de aplicar este conocimiento a la planificación de unas prácticas culturales. “La acción política no es buena para construir un mundo mejor”, insiste. Los hombres de buena voluntad saldrían ganando si usan medios que no son políticos; cualquiera agrupación de personas podría asegurarse la autosuficiencia con ayuda de la tecnología moderna y la solución de sus problemas psicológicos.
El único gobierno es el Consejo de Planificadores, tres hombres y tres mujeres, que puede servir durante diez años, pero no más. Dicta normas y vigila el estado de la comunidad, en general. También desempeña ciertas funciones judiciales. Se les otorgan a sus miembros seiscientos créditos ( la moneda de la comunidad) por años de servicio, lo que representa dos créditos diarios. Otro, por lo menos, deben ganarlo con trabajo estrictamente físico, como todo el mundo.
En la obra hay una larga discusión sobre la democracia. Los miembros de la comunidad no tienen ni voz ni voto. “Ni lo necesitan -argumenta Frazier-. La comunidad funciona con Planificadores, Administradores, Trabajadores y Científicos. Cada uno cumple su función”. Pero, sobre todo, el gobierno se basa en la ciencia de la conducta. El defecto de los anarquistas –observa Skinner- es que confían demasiado en la naturaleza humana. Lo que está surgiendo en este crítico momento de la evolución de la sociedad, asegura, es una tecnología conductista y cultural basada únicamente en el refuerzo positivo.
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