martes, 15 de julio de 2008

Clío y Pinochet


Desde el pasado 10 de diciembre, el nombre de Augusto Pinochet Ugarte viene acompañado de dos fechas separadas por un guión: 1915-2006. El día de su tránsito de una fecha a la otra, un nutrido grupo de seguidores –en su mayoría mujeres- lloraron por él frente al Hospital Militar de Santiago. No muy lejos de allí, miles de chilenos detractores salieron a las calles a festejar “la muerte del tirano”, sin dejar de lamentar que el ex dictador hubiera muerto sin ser condenado por la justicia. En otros términos, la mitad de Chile, cuando menos, exigía la venganza. “La muerte sella la impunidad de Pinochet”, se dijo en Venezuela.

La diosa de la Venganza divina fue hija del Aire y de la Tierra. Sus hermanos fueron el Espanto, la Ira, la Disputa, la Mentira, las Injurias, el Exceso, la Vanidad, la Lucha, la Artesanía y... el Olvido. Rige todos los conflictos humanos inspirando a los hombres para castigar el crimen o los excesos, cuidando de que los mortales no intenten igualarse a los dioses. Así, le dio fuerzas a Ciro, rey de los persas, para que venciera en batalla a Creso, el ensoberbecido y rico rey de Lidia. Oyó, también, la súplica de la enamorada y desdeñada ninfa Eco, guiando los pasos del bello Narciso hacia la fuente que le sería fatal. Siempre que el orden es violado, la Venganza actúa de manera de restablecer el equilibrio.

Pero nada dice el mito de un matrimonio con sucesión de Clío (“la gloria y reputación”), hija de Zeus y de la Memoria -musa de la Historia- con la Venganza. Tal vez porque las cosas van a quedar como están. Tal vez porque los muertos, torturados y desaparecidos le van a ser endosados a Salvador Allende Gossens, Premio Lenin de la Paz, cuya bondad y torpeza lo arrastró al suicidio. Y es que no hay peor mal que el que se causa con intenciones de hacer el bien.

Apoyado por la Democracia Cristina y el Frente de Acción Popular, durante el período que presidió el país practicó una política socialista, inició una reforma agraria y nacionalizó la minería, la banca y los grandes monopolios industriales. No pudo culminar estas medidas porque, entre otras cosas, se llevó prácticamente a vivir a Chile a Fidel Castro, director del coro comunista latinoamericano. “Mi general Pinochet” y otros gorilas lo derrocaron con el pretexto de implantar el orden y resolver el caos.

Sospecho, sin embargo, que la mayor derrota de Allende se la está proporcionando el propio Partido Socialista Chileno, que él ayudó a fundar y que hoy está en el poder. Aunque se pide Venganza, no se reivindica el nombre de Allende y, mucho menos, sus acciones al frente del gobierno de la nación austral. Clío tampoco lo hará y, con seguridad, cantará loas al dictador que lo envió al olvido. Al mártir socialista le queda Melpómene para que cante su tragedia.


PUBLICADO POR TALCUAL EL 15 DE DICIEMBRE DE 2006
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