Hace unos años se decretó el fin de las ideologías. Parece ser que la predicción se está cumpliendo, porque la confusión de vocablos y conceptos es uno de los signos. Antes se sabía quiénes eran los buenos y dónde estaban y cómo se llamaban los malos. Por el discurso.
El momento histórico actual se nos parece mucho al descrito por Tucídides en La guerra del Peloponeso (III,2,82): “Los hombres para calificar los actos llegaron a modificar arbitrariamente el sentido habitual de los términos. La audacia insensata pasó por valentía y devoción al partido, la expectativa prudente por flojedad disimulada bajo apariencias honorables, y la moderación por máscara de la cobardía”.
Dejando de lado el fangoso terreno de la moral, vengamos al no menos movedizo de la vida ordinaria. Así, para feministas y machistos las palabras tienen sexo y las personas (sobre todo las mujeres), género. Uno ya no va simplemente a un concierto a deleitarse con la música y los intérpretes de su gusto; ahora tiene que ser en vivo. Si usted ha tenido alguna experiencia traumática, alégrese, porque a eso le llaman crecimiento. Claro que puede obviar el dolor y tener alguna convivencia de fin de semana y, además de pasarlo bien en el Junquito o en la Colonia Tovar, se habrá desarrollado a tamaño de gigante. Si desea que su hijo viaje más barato, apúrese a comprarle el boleto directo personalizado; el indirecto y personal no le sirve.
Lo actual es no designar con términos precisos, sino con aquellos ambiguos que sirven para planchar un huevo y freír una camisa.
Sección y departamento, vehículo, autobús y tren, rancho, apartamento y casa, escuela, colegio, liceo e instituto, han devenido unidades, por ejemplo, de terapia intensiva, de transporte (las más veces destartalado), habitacionales (horroroso barbarismo en lugar de vivienda), educativas...
Cada unidad posee sus propios usuarios. Se han acabado los enfermos y pacientes, habitantes, pasajeros, viajeros, lectores de la biblioteca, clientes...
Cierta unidad financiera, que no es una sino un montón, atiende a sus usuarios en dos filas. En una están los Clientes Titulares. Allí le dicen: “Presente su Tarjeta de Débito o Crédito del Banco Venezuela / Grupo Santander y disfrute de una atención diferenciada”. La otra fila es la de los Clientes sin Tarjeta y no Clientes. Si usted es usuario de esa unidad bancaria, debe tener muy presente lo que se le informa: “Solicite su Tarjeta de Débito y disfrute de las ventajas de ser Cliente del Banco de Venezuela / Grupo Santander”.
Si usted, como yo, piensa que es suficiente ser cliente para que lo atiendan como se merece, piensa mal. Usted es usuario, así tenga varias cuentas en la unidad financiera. En la espera de atención –si no ha tenido la experiencia- le aseguro que echará raíces y le van a salir flores. Lleve su sándwich y TalCual para leer en la cola. Allí no habrá clientes, sino usuarios con tarjeta o sin tarjeta.
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Si no lo conoces aún, te invito a que visites carloshjorgeii.blogspot.com
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