viernes, 18 de julio de 2008

De la soberanía popular



He debido escribir: la soberanía popular es un fraude. Hegel lo expresó claramente: la soberanía popular es una ilusión. De lo que se trata es de una confusión de conceptos, pues el pueblo, “tomado sin sus monarcas y sin la articulación del todo que se vincula necesaria e inmediatamente con ellos es una masa informe que no constituye ya un Estado”. En otros términos, es esencialmente del monarca, de sus derechos, de su poder, de quien se trata en la organización general del sistema juridicopolítico occidental. El monarca era el cuerpo viviente de la soberanía. Hoy, soberano no tiene por qué ser un monarca en sentido estricto. El poder de uno puede estar en el ejército, los servicios secretos, los consejos de administración de compañías transnacionales, el “complejo militar-industrial” que denunciara Eisenhower en 1960, o... en tiranos y aprendices de tiranos. Entonces, soberano es quien tiene el poder para decidir, no sobre el funcionamiento normal de un orden jurídico, sino sobre los estados de excepción o, con palabras de Bodino, para hacer callar el Derecho cuando la necesidad es urgente, para castigar al enemigo interno al instante.

Para entender la tiranía debemos volver a los clásicos. Tanto Platón como Aristóteles hicieron énfasis en la degeneración de sistemas de gobierno. El Estagirita reconocía tres formas correctas de ejercer el poder: el reinado de uno, la aristocracia de los pocos (los ‘mejores’) y la república (politeia) o gobierno de los muchos.

Pero estas formas pueden degenerar en tiranía, el gobierno de uno dirigido a la utilidad del monarca, la oligarquía o el poder ejercido para utilidad de los ricos y la democracia, es decir, la república vuelta hacia el beneficio de los pobres únicamente. Son degeneradas porque ninguna de estas formas gobierna para utilidad pública.

Pero los hombres se juntan para vivir bien todos y cada uno, por ello éste es el fin del Estado. ¿Qué beneficia más -se pregunta el preceptor de Alejandro Magno- ser gobernado por un hombre excelente o por excelentes leyes? Mejor es aquello que no está sujeto en absoluto a pasiones. Ahora bien, esas pasiones no corresponden a las leyes, mientras que toda alma humana necesariamente las posee.
La exención de toda responsabilidad y el poder vitalicio es un poder excesivamente grande, y el poder que no se halla regulado por leyes, sino por el propio arbitrio, es peligroso, señalaba el viejo filósofo. Y añadía: "El poder más necesario al pueblo (es) el de elegir los magistrados y hacerse rendir cuenta de sus gestiones, pues, privado de semejante poder, el pueblo será esclavo y enemigo".
Si queremos entender la tragedia del soberano pueblo de Cuba, leamos la Política de Aristóteles. Cuba puede definirse como república de un ciudadano y... medio (cuando está sobrio). El único acaba de ser condecorado por su exitosa satrapía. Para los demás sólo queda vasallaje y esclavitud. Sin soberanía.

carloshjorge@hotmail.com
Publicado en TalCual, p. 13, el 31 de julio de 2003
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1 comentario:

FERRETERIA LA FRAGUA CA dijo...
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