jueves, 10 de julio de 2008

Notas de lectura de la Crítica de las Providencias de(l) Gobierno de Simón Rodríguez








Ponencia en el XII Aniversario de la creación del Decanato de Postgrado
de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez, CELARG, Caracas, martes 29 de mayo de 2007


No le ha ido muy bien a la Crítica de las providencias de(l) Gobierno de Simón Rodríguez
[1] con sus editores modernos, por ejemplo con Monte Ávila y con la Biblioteca Ayacucho. La UNESR, editora en 1975 de las Obras Completas de Simón Rodríguez en dos tomos, la incluye en el II tomo, pero impresa en una letra tan piojosa que necesariamente obliga a que se la lea con lupa. 

Crítica de las Providencias de Gobierno, Lima 1843, es la portada manuscrita de la obra, dividida en seis artículos, cada uno de cuatro páginas, excepto el primero que tiene dos y media. Todos terminan firmados por SIMON RODRIGUEZ en Imp. del Comercio por J. (M) Monterola.

Para J. A. Lasheras esta obra constituyó “una nueva forma de insistir en su tesis política central: Para vivir en sociedad hay que formar la razón. Lo que algunos creyeron iba a ser una diatriba contra el gobierno quedaron decepcionados. La crítica de las providencias del Gobierno consistió en una serie de lecciones de teoría para dotar a los lectores de instrumental metodológico con que intervenir en política con la propiedad necesaria, haciendo crítica racional”[2]. Comparto con el profesor Lasheras esta última idea, pero quiero añadir algunas precisiones. 

No parece tener mucho sentido el haber incluido esta obra en la sección de “discusión política”, como quiso la edición de las Obras completas. En apoyo de mi opinión cabe decir que en ella aparece toda una concepción de la justicia que no tiene nada que ver con lo que habitualmente se entiende por discusión política. En esta obra podemos reconocer cuáles son los fundamentos de la moral. Simón Rodríguez se inscribe entre los autores que consideran la necesidad como el último punto de referencia para indicar en dónde está el bien humano, y el deseo como interpretación de lo que nos hace falta. El sistema ético de Rodríguez se alza entre el deseo y el goce. Ambos conceptos, a mi entender, se presentan en esta obra en una relación dialéctica entre sí, donde el goce es el término universal y el deseo, el particular. Entendidos de este modo, el goce es para un deseo y el deseo es deseo de goce. Ambos términos aparecen entonces como dos momentos que, dentro del movimiento del todo y a través de él, se contraponen y se cancelan dialécticamente, esto es, conservándose.

 Tengo para mí que fue el Dr. Pedro Grases -encargado en 1949 por el Ministerio de Educación de Venezuela de compilar los escritos de Simón Rodríguez- quien puso a rodar la idea, muy generalizada, según la cual “únicamente una porción de sus escritos vio la luz pública, y aun en reiterados e incompletos intentos, que nos hace difícil comprender su total pensamiento”. Se lamenta el compilador de que hubiéramos podido tener todos sus escritos, que había reunido un tal Alcides Destruge, si los manuscritos no se hubieran perdido en un incendio en Guayaquil en 1896. “Lo perdido -anota Pedro Grases- nos habría quizás dado la ilación de sus escritos o, posiblemente, la redacción definitiva de lo que vemos repetido en obras de distinto título. Con lo que hay podemos examinar que no se aclaran totalmente las vinculaciones de un texto con otro; quedan sombreados algunos aspectos, que no hay más remedio que dejarlos como están”[3] 

Quiero puntualizar sobre esta opinión lo que sigue. 

1. Si existieran otros escritos de Simón Rodríguez, no añadirían mayor claridad a los que conocemos. Una de las características de la escritura de Simón Rodríguez es -como concede P. Grases- la repetición de lo mismo “en obras de distinto título”. Ahora bien, si la dromomanía del filósofo se explica -tal como ha demostrado suficientemente R. Jáuregui Olazábal[4]- por la necesidad de encontrar impresores (y lectores) de sus obras, no es muy explicable, sin embargo, el hecho de que cada vez que tenía oportunidad de publicar, ya fuera en Perú, Chile o Colombia, repitiese las ideas que ya habían sido impresas. Lo lógico hubiera sido que diese a la luz las obras que, según se estima, guardaba en un baúl para finalmente ser alimento del fuego devorador. 

2. Creo, además, que esa repetición señala la perfecta “ilación” entre sus obras. Posiblemente la Crítica de las Providencias de(l) Gobierno es un ejemplo particularmente ilustrador de lo que afirmo. Es el propio filósofo quien nos aclara el sentido de su forma de publicar. En la última página de la Crítica recuerda que fue en Arequipa, en 1828, donde aparece “el primer ataque al Gobierno Representativo” con un cuaderno de nueve pliegos intitulado SOCIEDADES AMERICANAS. Continuó el ataque, también en Arequipa pero en 1830, con la Defensa de Bolívar. Y añade: “En Concepcion de Chile, en Valparaiso i últimamente en Lima, he insistido imprimiendo lo mismo i algo mas, según las circunstancias,, i ahora reaparece [el ataque al gobierno representativo] en estas hojas como Crítica de las Providencias del Gobierno”.

 3. Lo afirmado por mí arriba puede constatarse en la lectura de esta obra... si se tiene un buen conocimiento de la producción total del filósofo. Simón Rodríguez se mueve siempre en constelaciones de conceptos que se van expandiendo para formar nuevas galaxias de su pensamiento. Pero no hay sólo repetición de lo mismo en esta obra de 1843. Muchos temas se amplían, como su proyecto de educación popular; otros se enriquecen, por ejemplo, el tema de la necesidad, porque la necesidad de estar “fuera de nosotros mismos” enreda todas las necesidades al transmutarlas en deseos. Igualmente se enriquece la teoría de la persuasión con varios ejemplos, de la misma manera que el concepto de la paternidad del gobierno. Otra idea, muy querida por el filósofo, se aclara plenamente en esta obra. Considera que la genuina y natural aspiración a la propiedad, en donde el ser humano puede verificar la libertad, debe darse “fundando cada uno la adquisición en sus propias fuerzas,, i si necesita de las ajenas debe asociárselas no comprarlas”. Y un buen número de ideas son nuevas. Por el último tema apuntado puede entreverse que ésta es su gran obra de ética. Como la República (Politeía) de Platón, pudo haber subtitulado Simón Rodríguez a la suya “O sobre lo justo; Político”. Si se deseara atisbar cómo serían las instituciones políticas de las que el filósofo caraqueño nunca habló, el aspecto ético es fundamental. Así se entiende mejor la disparidad de títulos: Crítica de las providencias de gobierno -de cualquier gobierno que ha habido- y del gobierno peruano de 1843, desde el punto de vista de la moral.

 Es fácilmente reconocible la estructura de la obra. Por un lado hay un desarrollo doctrinario; por el otro, un diálogo con los lectores... críticos. Paso, de inmediato, a la doctrina de la Crítica de las Providencias de(l) Gobierno, no sin antes pedir excusas a los oyentes por verme obligado, no sólo a deshilvanar la obra, sino también a recortarla. Sirva la disculpa para invitarles a leerla tal como fue compuesta. Señala el autor que la indiferencia o aprecio, el gusto o disgusto con que se reciben las providencias públicas tienen mucho que ver con la comprensión, o no, de su fin. Ahora bien, en una República, no sólo todos tienen el derecho de opinar sobre lo que interesa a todos, sino también el deber de penetrar en el espíritu de las providencias: Si el que ha de obedecer no penetra el espíritu del precepto, cumple mal con él; si es dócil, lo elude; si es reacio, tergiversa el sentido; si es sofista, intriga para anularlo; si es envidioso, o lo quebranta abiertamente, si es atrevido (p. 420). 

Pero para juzgar de ese espíritu es preciso conocer las circunstancias en que son dadas. Las circunstancias, en un caso, no son las mismas que en otro. “¿Cómo se juzgará de la propiedad ó impropiedad de una acción, sino por las circunstancias en que se ha obrado o se pretende obrar? _ ¿i cómo se calificarán las circunstancias, sin atender a las modificaciones que reciben de otras?”. Si el estado en que se halla una cosa es complicado por los accidentes que presenta, ¿cuál será el estado en que se hallan muchas, diferentes y diversas? 

Según el autor, cada administrador del asunto social divide y subdivide a su manera las ocho especies de asuntos. Aunque estos asuntos conciernen al bienestar social, su conocimiento no es general, por lo que se dijo. El cuerpo de conocimientos sobre el asunto social es la ciencia del mundo. Administrarla es la obra de que se encarga el que asume la facultad de gobernar, sea por herencia, por haber sido electo o por conquista del poder. En el cuerpo social debe haber organización, como la hay en el cuerpo animal y en el vegetal. Se sabe que hay organización de los asuntos sociales, no por las conexiones que guarden entre sí como partes de un todo, sino por las relaciones en que están. Sólo los que estudian la estructura de un cuerpo y las funciones que ejercen sus partes pueden dictar remedios oportunos en las enfermedades. Ahora bien, el desorden de la acción general no depende siempre de las impropiedades de todas las acciones parciales. A veces una sola es la causa del mal estado de la máquina. “La reunión de hombres será más Gregal que Social, ó más Social que Gregal, según el estado de conocimientos: esto es, según el número de hombres instruidos en los asuntos públicos” (p. 412). 

Al hablar de las circunstancias, el filósofo se refirió por primera vez a “los antiguos”, para señalar que las adoraron como dioses. Sabido es que kairós es un término muy extendido en el pensamiento griego. A kairós hay que entenderlo como una de las infinitas situaciones que pueden darse en nuestra vida. Pero la expresión “los antiguos” aparece nueve veces en la obra del caraqueño de 1843 y este dato es un indicador. En efecto, el filósofo cuenta, a la manera socrática, varios mitos. El primero es el de Temis, idea de los justo. El segundo, relacionado con el anterior, es el de Astrea, diosa de la administración de justicia. Ambas, madre e hija, viven en el zodíaco. Se fueron de la Tierra porque la vida les resultaba imposible. “Si por las Alegorías de los antiguos se debiera juzgar de la índole del jénero humano -comenta el filósofo- el fallo lo condenaría a sufrir en silencio o a destruirse /.../ El jénero humano no es malo, sino ignorante, porque viene así, i no halla escuela donde se enseñe el arte de vivir” (p. 418). 

De los antiguos, también -específicamente del Platón del Filebo- tomó la tesis de los falsos placeres, que él formuló de este modo: todos[los hombres] desean estar bien; pero nó todos calculan su bien por los mismos principios – los mas ven su bienestar en goces exclusivos; sin advertir que, no pudiendo vivir aislados, EXCLUSIVO vale tanto como IMAJINARIO: goza ficticiamente uno solo, de las privaciones de muchos, i en realidad todos padecen (p.417) .

De los antiguos, en este caso del Aristóteles de la Ética a Nicómaco, expone la tesis del deseo correcto o deseo razonable. El pasaje comienza con que Solo el que es sensible a la RAZON, puede resistir a los halagos del interés privado. Para que un juez prescinda de su interés particular, tratando del público, ha de ver que en el interés de todos está el suyo: esto es muy difícil,, porque el Egoismo es de todos los animales... (p. 414) Y concluye de esta manera: El hombre sociable querría... desearía todo para sí; pero no lo pretende,, porque ve que no tendría quien lo ayudase a gozar _ El que no lo es, lo pretende todo porque lo DESEA, i nada más (ib.) 

El estado de cosas que describe Simón Rodríguez en el artículo cuarto de la Crítica es un estado de necesidad. “Cinco necesidades nos persiguen incesantemente,, i por los medios de satisfacerlas nos chocamos”, escribió. “Debemos alimentarnos, vestirnos, alojarnos, curarnos i divertirnos” (p 419). En otras palabras, todos necesitamos muchas y muy diferentes cosas para satisfacer la necesidad constante. Pero esas cosas, por su naturaleza o estado, son abundantes, suficientes o escasas. “Solo por el aire no hai disputas”, sentencia; por las demás vivimos peleándonos. De ello se deduce que cosas públicas son todas aquellas que todos necesitamos para satisfacer nuestras necesidades. “Sin leer un renglon de historia debemos inferir que primero hubo Tribunales que Gobiernos” (p. 420). Si partimos de lo anterior, para dirimir controversias y para evitarlas, tenemos jueces y gobernantes, esto es, los asuntos públicos se dividen en judiciales y gubernativos. 

Para que la sociedad alcance su fin -que es oponer la razón de todos al despotismo privado- , el gobierno dispone los negocios públicos: providencias, decretos, órdenes y mandatos. Ante el estado de necesidad descrito, ¿qué reformas propone? En primer lugar, el gobierno debe convencer a la Clase Influyente para que se proponga la educación de la masa, pues “Solo la EDUCACION impone obligaciones a la VOLUNTAD: estas obligaciones son las que llamamos HÁBITOS” (p. 425). En segundo lugar, la masa ociosa debe tener propiedad en la que pueda realizar su libertad. Pide entonces que se les asigne a los “Nativos, una parte de los Campos Baldíos que los Congresos [por error disculpable] ofrecen, de preferencia, a hombres situados a mil i mas leguas de distancia” (p. 426). Estos son algunos de los medios nuevos para construir la República (que no existe en ningún lado). Los otros -los sistemas políticos de siempre: monarquía, aristocracia, oligarquía, democracia, oclocracia o anarquía- están más que desvirtuados. 

Es más, el Gobierno Representativo que dirige al Perú no es republicano: porque el Pueblo está presente i no es menor de edad porque tratar de los Negocios i de los Asuntos públicos no es tratar de las Cosas públicas porque las Cosas públicas son el motivo de las desavenencias porque Algunos hombres, traídos por el acaso a la Representación, no pueden conocer las necesidades de todos, ni promover creaciones o reformas de Cosas en que no han pensado (p. 428). 

 Pareciera que la obra fuera escrita para poner en claro algunos puntos de su doctrina que fueron discutidos en la plaza el día anterior, como en la ficción de la República de Platón. Y creo que fue J. D. García Bacca quien primero llamó “filósofo dialéctico” al maestro caraqueño. La descripción me parece exacta. En otro lugar[5] mostré en qué sentidos puede decirse de él que es un dialéctico. En toda su obra puede rastrearse el uso del concepto como juego intelectual, como método de razonamiento no-demostrativo y como proceso de obtención de premisas probables. En estas tres formas, la dialéctica es un tipo de razonamiento opuesto al científico exacto. En un sentido, el razonamiento dialéctico es inferior al científico; pero, en otro sentido, no lo es, en la medida en que es el mejor camino posible para razonar sobre materias que son variables e inexactas. Aunque, por otro lado, no hay que olvidar que la dialéctica está al servicio del método pedagógico del filósofo, hecho que se puede constatar al final de la Crítica de las Providencias del Gobierno. Pasemos, pues, a la obra sin dilación. 

En el primer artículo, compara Simón Rodríguez a sus dialogantes críticos con los “malos litigantes”, porque quieren despojar de pormenores los asuntos que está tratando el filósofo. Acusa: Sus frases favoritas son... Ver la cuestión en su verdadero punto de vista Concentrarse a lo esencial del asunto i.... VAMOS AL CASO... para cortar todo argumento (p. 407). 

En el segundo artículo, al pie del cuadro demostrativo de la administración de la ciencia del mundo, escribió no sin muchísima satisfacción: MIEDO! Debe causar la vista de este Cuadro al Crítico mas alentado (p. 410) ¿Por qué miedo?, me pregunto. Tal vez porque muestra la cantidad y complejidad de conocimientos que es preciso poseer si se quiere entenderlo a cabalidad. Lo que confirmaría que el autor del cuadro es “un pozo de ciencia”, un socialista, esto es, que puede escribir científicamente sobre las ocho ramas de la administración de la ciencia del mundo. Al final de la obra pide -no que se lo reconozca por tal- sino la aprobación por el aporte que hizo a la “ciencia social”: 1º) por haber deslindado las cosas públicas de los asuntos y negocios públicos, con el objeto de que se busque dónde se asienta el mal de la sociedad; y 2º) por haber mostrado que la usurpación de las fuerzas es la causa del desorden público (p. 428). 

Ya sus críticos han leído dos números de la obra. Es muy posible que la discusión haya continuado, pues desde la aparición del primero al tercero han transcurrido veinticuatro días. Inmediatamente después del subtítulo de esta parte, en la que promete seguir examinando el “estado de cosas”, el primer pensamiento se lo dedica a sus dialogantes. Escribió: En el número 1ro se ha dicho, hablando de CIRCUNSTANCIAS, que, “VAMOS AL CASO” es frase favorita de malos litigantes, para cortar todo argumento. “no soi ESCOPETA para vaciarme de un golpe” es la respuesta que vulgarmente se da (p. 413) La dialéctica como juego intelectual -que el lector puede constatar en el ejemplo- se consideraba en la antigüedad y en la escolástica muy útil como entrenamiento mental y sutileza. Se empleaba entre dos personas que conversaban -de ahí los términos dialéguesthai y dialektikós- sobre un tema específico (tópico), aunque los dialécticos sostenían opiniones contrarias acerca del tema en discusión. El propósito de la discusión no era saber cuál era la verdad realmente. Cada disputante intentaba probar que el otro estaba errado y él era el acertado. Por eso añade el filósofo: No por consultar el buen deseo de llegar al fin de la jornada, se ha de acortar el camino echando por atajos: ganarían tiempo, es verdad, los que conocen el rumbo; pero, el comun de los viajantes perdería los puntos de vista de guía. Por otra parte,, algunos quisieran detenerse á examinar cada punto, para viajar solos, sin extraviarse__Laudable curiosidad! Pero que valdría tanto como alargar el camino con rodeos: el guía tiene mucho qué andar en un tiempo dado.. “Esto no es lo mismo que AQUELLO” es cuanto puede exijirsele que diga, al pasar (ib.). En criollo: ni tan calvo ni con dos pelucas, es la respuesta que les da a los disputantes. A continuación, a unos y a otros, les manda que vayan consultando el diccionario para averiguar de ciertos términos que piensa emplear. Esos términos son conexión-relación, función-acción, órgano-vehículo, comunicación-simpatía. No sólo deben tener el significado de cada uno sino que deben estar en condiciones de distinguir los unos de los otros. De todas formas, no se fiará mucho de la consulta recomendada y en el artículo quinto los va a definir él (guía de este viaje) antes de hacer uso e ellos. 

Además de emplear Simón Rodríguez en la Crítica de las Providencias de(l) Gobierno la dialéctica fundamentalmente como juego intelectual, la usa un par de veces en su forma dramática, lo que he denominado técnica de cuadro. Veamos el primer ejemplo: Se publicaban, en Inglaterra, los obsequios que hacia Jorge IV, a los monarcas del Continente, cuando fueron a visitarlo, despues de la victoria de Waterloo. Llegaron las noticias a Petersburgo,, i un borracho de profesion toma, en la taberna, una gaceta y va á hacérsela ver a un amigo. ,, Lee [le dice] i verás un Rei CICATERO. - No veo [le contesta el otro] que haya CICATERIA en tanta Profusion – mesas espléndidas: Operas! Saraos! Paseos!... prueban magnificencia, y la magnificencia CUESTA. - Quítate allá, hombre: bien se ve que no lo entiendes... - ¿Y qué más querías tú que hiciese el Rei? - Yo! En su lugar, habría mandado poner, en cada esquina de esa opulenta Metrópoli, PIPAS! de los mejores VINOS, i que BEBIERA! a su satisfacción ese pueblo jeneroso... Eso sí habría sido digno de un Monarca que representa a la primera nacion del mundo... (p. 415).

  Como se puede ver, aquí el autor da cuenta de una discusión entre dos personajes creados por él. El autor no forma parte de la discusión. Deja en manos del lector la decisión sobre la verdad, o falsedad, de lo asentado. Y lo asentado es la crítica que hace al gobierno, a todos los gobiernos, de todas partes, el “egoísta ignorante”. Es más, para él todo va bien cuando goza, pero se “queja del mal estado de los asuntos públicos, cuando le va mal en su negocio”. Así lo hace el mendigo cuando no recoge las limosnas que había calculado. Se queja el mercader en su tienda (“de jéneros ajenos”), cuando no vende al contado o vende poco “al fiado” y se le acerca el día de pagar. En otras palabras, es muy fácil criticar al gobierno cuando se atiende sólo al interés personal. 

Antes de finalizar el artículo cuarto y tras mostrar que las desavenencias se producen al tratar de satisfacer las necesidades cada uno sin consultar a los demás, anota el autor: “Esta bien todo eso” [interrumpiran] pero... “¿a qué vienen tantas definiciones?... tantas descripciones?” “no podían darse por SABIDAS,, i entrar desde luego en la Crítica de las Providencias?” El filósofo se siente acosado, agobiado por la impaciencia de sus críticos. Por eso les responde. Y la respuesta es triple: 1) No puede darse por “jeneralmente sabido” aquello que a todos interesa, pero que no todos saben. Así, piensa que es importante distinguir cosas públicas de asuntos y negocios públicos. 2) Esa distinción, que a todos incumbe, es necesaria para juzgar de las providencias. 3)”Yo no pretendo Aconsejar al Consejo ni dirijir al Director; sino ayudar, con mi crítica, a hacer entender... como yo entiendo... [i creo que lo entiendo bien, porque me fundo] el fin que llevan las providencias del Gobierno actual” (p. 420). Esta tercera respuesta del dialéctico ante el apremio de sus críticos parece dar cuenta de la acusación de alguno que lo tenía por gobiernero. La acusación debió de haber sido real y persistente. Sólo así se entiende que vuelva sobre el asunto en el último artículo para recordar lo que había dicho. Ahora añade: “ni el Gobierno me espera para mandar, ni el Perú me necesita para juzgar. Como hombre! Nó como Peruano escribo sobre la Sociedad: esta está donde hai hombres reunidos: cada hombre es Individuo del jénero,, i el que se interesa por el bien de todos, es miembro nato del Congreso universal, sin más eleccion que la de su voluntad: el deber que se impone prueba amor a sus semejantes, i el esmero con que lo desempeña hace honor a sus sentimientos (p. 428). 

La acusación se ha desvanecido, a su entender, porque el acusado la desconoce como tal. No quiere Rodríguez concederles la victoria a sus críticos. Todavía no. Y menos por las razones que aducen. Pareciera que en el artículo cinco el filósofo se colocara, realmente, de lado del gobierno, a pesar de la acusación de sus críticos. Discurre sobre lo que sucede con los decretos que emite: Se esmera el Jefe.. se desvirtúa el Ministro, en largos considerandos,, para insinuar sus intenciones y captar la voluntad que las ha de acoger__ i al llegar a manos de algunos lectores, el papel, pierden toda su eficacia los discursos: si no es que se convierten en armas contra el que los hizo, “a qué viene esto? (pregunta uno) “yo no doi considerandos cuando mando, o miento cuando los doi == luego para “engañar deben ser estos “VAMOS AL CASO” empieza a leer, i sigue poniendo, al pie de cada artículo del decreto, un Cosiderando de su opinion __ disputa si se le oponen,, i sale a ayudar al Ministro, en cuanto al COMUNÍQUESE; pero poniendo un NO ántes del cúmplase i DOS antes del ejecútese (p. 423) Pero este comentario ejemplifica el uso de la dialéctica como proceso para obtener premisas en el razonamiento que va a seguir. Deriva el filósofo de lo expuesto un “principio” “importantísimo” para la educación mental: No se mande, en ningún caso hacer a un niño nada, que no lleve su PORQUE al pié Deduce: con hombres acostumbrados a buscar los porqués se puede emprender lo que sea. Comenta: la falta del PORQUE SOCIAL tiene a los hombres en REBAÑO. Y pasa, entonces, a dar las razones de su afirmación. En el último artículo el dialéctico hace ajustes de cuentas con sus críticos. A propósito de una de sus ideas más queridas, expone: “Un pueblo de FILÓSOFOS! (dicen, con ironía) (p. 427) Comenta: eso exclaman los que entienden que filosofía es insensibilidad o resignación estúpida. También los sofistas que hicieron profesión de engañar; pero se engañan a sí mismos, les advierte el filósofo. Nuevamente recuerda la burla de que ha sido objeto: ¡Un pueblo de FILÓSOFOS! (i se sonríen) La descarga que viene es descomunal, aunque ponga un colchón para amortiguar el golpe: Discúlpeseles: no pueden pensar de otro modo. Las impresiones recibidas en la Infancia son indelebles, si no se rectifican en la Infancia misma ó, cuando más tarde en la juventud... (ib.) 

Además de sofistas, ahora van a ser insensatos y niños viejos, porque no se ilustraron cuando debieron haberlo hecho. Es decir, viejos esclavos de su propia ignorancia. Cuando el autor aborda una antigua idea de que Independencia no es lo mismo que Libertad -que es libertad interior-, pasa a resumir en dramático cuadro las críticas que se le han hecho a su Crítica y a Sociedades Americanas en 1828 (e indicar de ese modo cómo sus críticos no son libres): Para Crítica [dicen unos] es demasiado metafísica __ demasiado lójica [dicen otros] -- larga, modesta, inconducente [según los mas]... FRIA! Porque ni ataca ni elojia al Gobierno __ i algunos no ven en ella sino Verdades de Perogrullo, que hasta los muchachos saben de memoria... (p. 428) Les contesta solamente a los últimos para recordarles que verdad es verdad. Pide que le concedan, al menos, que la aplicación de la verdad puede ser nueva. Que me corten las orejas, si no hago una cosa mejor” [dijo una persona, después de haber leído el cuaderno que publiqué en Lima, el año pasado] “¡Cuándo empieza este hombre a hablar de los Providencias? [preguntan algunos] La respuesta definitiva para todos es: Déjeseme escribir a mi modo, que mal no haré puesto que a nadie ofendo. En otros términos, llámenme paradójico y cambien de conversación; déjenme con mi locura que... ¡hasta les puede ser útil! 

 Muchas gracias. 

NOTAS [1] Simón Rodríguez: “Crítica de las Providencias de Gobierno”, en Obras Completas, UNESR, Caracas, 1975, tomo II, pp. 405-428. [2] J. A Lasheras, Simón Rodríguez maestro y político ilustrado,. UNESR, Caracas, 1994, pág. 253. [3] P. Grases, La peripecia bibliográfica de Simón Rodríguez, UNESR, Caracas, 1979, pág. 16. [4] R. Jáuregui Olazábal, Vida y obra de don Simón Rodríguez, ULA, Mérida, 1991. [5] C. H. Jorge, Un nuevo poder, UNESR, Caracas, 2005, p.270-291
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