jueves, 17 de julio de 2008

Supervivencias de la proeza


El esquema general de la vida de la nación ociosa es, en gran parte, una herencia del pasado y encarna en un grado muy alto los hábitos e ideales de la primera parte del período bárbaro: la era de la proeza y la vida depredadora.

La expresión más inmediata e inequívoca de esa naturaleza humana arcaica es la propensión combativa. En los casos en que la actividad depredadora es una actividad colectiva, esa propensión se denomina, por lo general, espíritu marcial, patriotismo, soberanía nacional... La clase ociosa proclama esta distancia como motivo de orgullo, y para la nación ociosa la guerra y las proezas bélicas se vuelven honoríficas. En épocas normales, la gran mayoría de la gente industriosa siente una relativa apatía por los intereses bélicos.

¿Qué es la proeza? La proeza es una experiencia del espíritu depredador. Tal como encuentra expresión en la vida del bárbaro, se manifiesta en dos direcciones principales: la fuerza y el fraude. Hay que notar que el hombre astuto no tiene para la comunidad ningún valor económico, como no sea en los tratos con otras comunidades en las que se necesita habilidad; su actuación no sirve para fomentar el proceso vital genérico. Ferocidad y astucia son completamente inútiles para la vida colectiva.

La inclinación a los juegos de azar es un rasgo subsidiario del temperamento bárbaro, incompatible con las exigencias del proceso industrial moderno y un obstáculo para la plena experiencia de la vida económica colectiva del presente. En la medida en que la creencia en la suerte se expresa en forma de apuesta, ha de considerarse como elemento integrante del tipo de carácter depredador. Hace años ya A. Úslar Pietri había descrito a Venezuela como un inmenso garito.

La confianza en la suerte es una variación concomitante del carácter que prevalece, de modo casi universal, entre los deportistas y entre los hombres dedicados a las actividades bélicas. La característica más importante del carácter castrense y atlético es una extremada astucia. El doping frecuente entre los segundos no es sino una consecuencia.

Los pueblos bárbaros que tienen un esquema general de la vida de carácter depredador bien desarrollado poseen, también, un fuerte ánimo animista. Entre nosotros el Panteón Nacional ha devenido el templo por excelencia. Y revestidos de banderas y entonando himnos, los fieles buscan atraer sobre sí el poder de los dioses patrios.

La clase ociosa ocupa la cabeza del cuerpo social. Sus pautas de valor proporcionan la norma de comportamiento de la comunidad. Pero la clase ociosa es clase conservadora. En la evolución social su papel consiste, justamente, en retrasar el movimiento y conservar lo anticuado. Esta oposición a los cambios es instintiva, pues todo cambio en los hábitos mentales y de vida es penoso. Para que cualquier cambio llegue a empapar a la masa y transforme la actitud habitual del pueblo, se requiere tiempo. Nosotros todavía no hemos empezado.


carloshjorge@hotmail.com
PUBLICADO POR TALCUAL, PÁG. 15, EL 15 DE DICIEMBRE DE 2005
PUBLICADO NUEVAMENTE POR TALCUAL EL 14 DE MARZO DE 2006
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