martes, 15 de julio de 2008

Marx viaja a Utopía



En los abundantes escritos de Carlos Marx (1818-1883) se condensa la exposición clásica del llamado “socialismo científico”. Marx menospreciaba el socialismo utópico, pues pensaba que éste lleva a cabo una rehabilitación de la economía clásica. El socialismo, en Marx, adquiere una categoría internacional o cosmopolita, frente al industrialismo nacional o al asociacionismo de sus antecesores. Por otro lado, el socialismo marxiano adquiere un aspecto muy materialista, diferenciándose en este sentido muy marcadamente de los primeros socialistas que creen en la bondad innata del hombre. Con mucha energía se manifiesta en contra de las instituciones y de los Estados actuales, rechazando la creencia del predominio del bien y de la justicia en la humanidad. En su opinión, la evolución social corre en los lomos de las fuerzas económicas y materiales; Marx destaca la importancia de los intereses de clases y de la lucha entre las clases sociales. En este punto piensa que su doctrina está en armonía con las teorías de la evolución biológica que ha desarrollado su contemporáneo C. Darwin.

En la etapa actual de la historia, apunta Marx, existe una lucha encarnizada entre el capital y el trabajo, con la consiguiente explotación de éste por aquél, pues el trabajo crea una plusvalía de la que se aprovecha el capital. Pero el capital, a su vez, va concentrándose en pocas manos, mientras que el proletariado aumenta constantemente. Vaticina Marx que esta lucha se intensificará con caracteres universales, hasta la aparición de la revolución política y social.

No deja de ser sintomático que un revolucionario como pocos, que escribió miles de páginas, apenas nos haya dejado unas cuantas líneas sobre lo que él pensaba debería ser el mundo después de la revolución. Y, más sintomático aún, es el hecho de que esas pocas líneas fueron escritas como crítica de una posición largamente adoptada.

La utopía marxiana está sintetizada en unos comentarios que Marx le hizo a un programa elaborado para el Congreso de Gotha, que se reunió en Alemania en 1875. Esos fragmentos muy agresivos contienen reflexiones sobre la transición de una sociedad capitalista a una comunista, cuyo puente es la socialista.

En efecto, la transición se producirá en dos etapas. En la primera, que él denomina colectivista, la clase obrera se apropia de los medios de producción mediante la dictadura revolucionaria del proletariado. La sociedad de esta fase presenta todavía en todos sus aspectos: económico, moral e intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede.

La segunda fase es la comunista. Las clases han desaparecido al igual que la división del trabajo. “Cuando, con el desarrollo de los individuos en todos los aspectos, crezcan también las fuerzas productivas en todos los aspectos y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en su bandera: ¡De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades!”, canta en un rapto de optimismo heroico (de heroína).



Publicado por TAL CUAL, pág 17, el 13 de marzo de 2007
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