Amigo lector, esta es una de ocho entradas que componen un libro.
En la VI encontrarás el índice.
¿De qué habla una tesis? En principio, es un informe sobre
una investigación que ha realizado el autor. En términos coloquiales, se trata
de que el futuro graduando dé un banquete de conocimientos antes de irse de la
institución académica. Pero, generalmente, el plato principal está constituido
por tres ingredientes: planteamiento del problema, marco teórico y marco metodológico.
Lo demás puede considerarse “contorno”: agradecimiento, dedicatoria, prólogo,
introducción, análisis de datos, bibliografía y anexos. Y muchas veces ese
plato principal tiene muy poca carne y resulta ser un plato de cotufas, eso sí,
muy bien aliñado.
Dejemos para después el asunto del problema y quedemos un
momento dentro de los “marcos”. Y es que debió de ser un paranoico desaforado o
un loquero mayor el que exigió para una tesis filosófica la camisa de fuerza de
los famosos marcos, el teórico y el metodológico, con sus objetivos generales y
específicos. En fin, levantar un andamiaje teórico, ajeno y predeterminado,
para abordar un problema filosófico propio es pretender alcanzar el cielo como
los constructores de la torre de Babel. Lo que alcanzaron, como todo el mundo
sabe, fue la confusión lingüística más espantosa de la que se tenga recuerdo.
El resultado de seguir el consejo del “marco” será la incomprensión total.
¿Qué requisitos formales debe exigir la institución académica? A mi entender, el Título y el subtítulo, si fuera necesario; una Introducción con los siguientes apartados: Problema de la investigación, Status quaestionis y Justificación y motivación personal para realizarla; el Cuerpo; el Aparato referencial y crítico; los Anexos. Expliquemos
Título
Señala Umberto Eco que “un buen título ya es un proyecto”.
Pero ese ‘título’ del que habla el semiólogo italiano es un subtítulo, pues el
título verdadero suele ser tan genérico que posibilita variaciones infinitas. Lo
dicho se puede apreciar en el título del Anteproyecto de Isaac Castillo: La sustancia, su correcto uso en
Aristóteles y el error de los modernos. Un análisis de este concepto en los
libros Metafísica y Categorías del
Estagirita. Título y subtítulo señalan, entonces, el área temática y
deciden el estudio en un punto específico. La formulación de este punto
constituye ya una pregunta que la investigación tratará de contestar.
Consideremos algunos ejemplos que pueden guiar al lector:
1. ‘Perfil ético del
político socrático en el Primer
Alcibíades y el Gorgias por medio
de los estudios de la parresía y el
cuidado de sí mismo de Michel Foucault’.
Autor: Fedosy Santaella
2. ‘La música y su influencia sobre el arte de poetizar: presentación
de una jerarquización metafísica’.
Autora Lizdaribeth Torrealba Hernández
3. ‘El sentimiento de culpa
como fundamento del pecado según Kierkegaard y Freud’. Autor:
Alexis Vargas
4. ‘Los posibles aportes de Henri Bergson desde su pensamiento “el principio vital” en la búsqueda de fundamentos filosóficos para la bioética’. Autora: Jessica Castro.
1.
‘Sentido del símbolo de la
seducción en el Diario de un seductor de
Søren Kierkegaard’.
Autor: Manuel
Betancourt
2. ‘El concepto de
idea en la obra Filosofía del entendimiento de Andrés Bello’. Autora: Grecia E. Meléndez.
3. ‘La conciencia crítica.
Su sentido desde la educación liberadora propuesta por Paulo Freire’. Autor:
Jaime Padrón.
4. ‘Crítica al concepto del
“otro” en Sartre. Un horizonte alternativo al problema’. Autor: Juan Arbeláez
5. ‘Filosofía de educación
en el Estado docente. El caso venezolano’. Autora: Haymara Harrington.
En fin, el tesista debe considerar que el título abre el
tema y el subtítulo lo cierra. Y no importa que no estén sintácticamente
diferenciados, aunque sí semánticamente. Claro que habrá que tener cuidado con
“abrir” demasiado el asunto. Le pido, lector, que me acompañe a realizar un
análisis de un título. Sea ‘La infancia en el pensamiento de Simón Rodríguez’.
Así, pareciera un título muy concreto, pero en realidad no lo es y nadie lo
aceptaría. ¿Por qué? Veamos.
Distinguimos, en primer lugar, dos
términos: ‘infancia’ y ‘pensamiento de Simón Rodríguez’. Consideremos el
segundo. Estamos diciendo que
abordaremos todo lo que sabemos de lo
que pensaba el maestro caraqueño
(1791-1795), devenido posteriormente en filósofo y maestro de América, por sus
escritos. En total, sus Obras completas,
en las que se incluye la correspondencia, son menos de 700 páginas. Desde este
punto de vista es perfectamente factible el proyecto de investigación.
Vayamos ahora al otro término: ‘infancia’.
Aquí sí estamos de lleno en el reino de la ambigüedad. La infancia puede ser
estudiada, entre otros puntos de vista,
desde la Psicología, la Sociología, la Pedagogía, la Economía, el Derecho, la
Teoría del conocimiento… e incluso desde lo lúdico, para no referirnos sino a
las disciplinas más obvias. Pero José Rafael Escalona Villegas ideó otro título
para su Tesis de Maestría: La infancia en la filosofía de Simón Rodríguez
como edad privilegiada para la construcción de la República. Tenemos: ‘filosofía de Simón
Rodríguez’, ‘construcción de la República’ y ‘la infancia como edad
privilegiada’. En otros términos aquí la infancia será abordada como una edad. Y este abordaje del tema conduce al autor al núcleo del problema que
plantea, problema que no es psicológico, sociológico, pedagógico, jurídico,
epistemológico ni lúdico. El problema eticopolítico. El autor lo dice
claramente: “Se analiza el conflicto ético de pretender dar formación
política a seres humanos que aún no tienen pleno discernimiento racional por
causa de su edad, lo cual pudiera llevar, bien a la deseada formación ciudadana
para la construcción de la República conforme a los mejores ideales, o bien
puede dar pie para abrir la caja de pandora que lleve a situaciones no
deseadas, como el adoctrinamiento de la infancia mediante la educación oficial
para el sostenimiento de un sistema político cualquiera, aun contrario a los
mejores ideales republicanos”.
En fin, el título/subtítulo constituye el eje central del discurso de la tesis y a él tendrá que recurrir el autor todo el tiempo para no perderse, pues en el título/subtítulo se sintetizan la idea general de la tesis y las ideas más importantes que la configuran.
Introducción
Introducir significa llevar adentro. El tesista tiene que
conducir de la mano a su lector para mostrarle el espacio en el que se va a
mover. Señalarle, entre otras cosas, cuál es el centro y cuál la periferia de
la tesis. La distinción no sólo es importante por razones de método, sino
porque se nos exige más rigor en el área de lo que definamos como centro que en
lo que ha de ser periférico. Así, en la introducción es imprescindible demarcar
tres apartados. En primer lugar, la formulación del problema central, que se
puede ramificar en un subproblema principal y en un subproblema secundario.
Vendrá después el desarrollo del problema central con una ramificación primera
y con una ramificación segunda. Y así sucesivamente.
El siguiente apartado estará dedicado al señalamiento del
estado de la cuestión, es decir, a los antecedentes de la investigación que se
ha realizado para poder ubicarla en el cuadro del tema tratado y de esta manera
permitir un juicio sobre el aporte original o repetitivo del tesista. “Ningún
investigador -escribió Carlos Sabino- se lanza a buscar nuevos conocimientos
sobre los hechos sin tener una sólida información respecto a la labor ya
realizada en su campo de trabajo. Por eso resulta indispensable hacer
explícitas tales conexiones, porque así se tiene un fundamento para elaborar
nuevas ideas y porque de ese modo se respeta y se tiene en cuenta expresamente
el aporte de quienes ya han trabajado el tema”. Esto supone que el tesista ha
llevado a cabo un inventario exhaustivo de las fuentes que han abordado el
asunto.
A partir de la ojeada al estado de la cuestión, la justificación personal de la
investigación o el punto de partida y
enfoque con que se aborda el problema será parte esencial para que sea
reconocida como tesis original. No estará de más indicar, si es el caso, las limitaciones con que se ha tropezado y
que pudieran afectar la solución del problema, como se lo recordaba Sócrates a
Hermógenes cuando le decía que sólo había recibido del sofista Pródico una
lección -porque no contaba más que con un dracma- y no el curso completo sobre
la rectitud de los nombres para el que hubiera requerido 50 dracmas.
Para terminar, la introducción debe concluir con una visión de las partes constitutivas del escrito, esto es, con un recorrido descriptivo de los capítulos o secciones en las que se lo ha dividido
Cuerpo
El cuerpo no necesariamente lleva ese título, como tampoco
el de la introducción, pero sí conviene, por razones de claridad académica, que
las dos partes estén bien diferenciadas. Ahora bien, cuando nos referimos al
uso general del término, por ‘tesis’ se entiende una proposición que puede ser
sostenida o demostrada mediante pruebas y razonamientos apropiados. Si esto es
así, es obvio que el cuerpo es el lugar para esa demostración. Salvo en casos
excepcionales de informes muy breves, el cuerpo de la tesis debiera dividirse
en secciones, de modo que el lector pueda obtener una comprensión más rápida y
más fácil. No proponemos que sean partes, capítulos, puntos, subpuntos o
parágrafos. Cada tesista buscará lo que más le convenga, aunque lo señalado
tampoco queda prohibido. Antes de tomar la decisión, es aconsejable consultar a
las autoridades académicas sobre este asunto
El cuerpo no sólo es el lugar sino el tiempo de la demostración. Viene entonces el momento de exponer, analizar y sintetizar los datos que se aportan. El lector debe tener en cuenta lo dicho sobre los métodos filosóficos generales y los especiales en los capítulos anteriores.
Aparato crítico
“Llámase aparato crítico -escribió Carlos
Sabino- el conjunto de citas, referencias y notas aclaratorias que es preciso
incluir en un trabajo para dar cuenta de los aportes bibliográficos sobre los
que el mismo se apoya”. El tesista es un continuador de quienes lo han
precedido en investigaciones sobre el asunto que es objeto de su atención. No importa
que esas investigaciones hayan arribado a errores. Justamente, servirán de
punto de partida para ejercer la crítica con la que se va construyendo el nuevo
saber que trae el tesista. La referencia clara a la bibliografía consultada
puede hacerse de dos maneras: a) mediante la cita textual, esto es, con una
transcripción fidedigna de lo que otro autor ha dicho dentro del trabajo que se
redacta; b) mediante la cita ideológica, que suele ser la inclusión de ideas de
otros autores pero expuestas en forma de resumen, interpretación o paráfrasis.
Establecido el concepto de aparato crítico, digamos algo sobre el pasaje transcrito de Sabino. ¿Realmente este autor dijo lo que se dijo que dijo? ¿Dónde? ¿Cuándo? Es frecuente atribuirle a Cervantes una expresión puesta en labios de Don Quijote si se desea mostrar la presencia de un obstáculo infranqueable que impide las acciones de quien la profiere. La frase es ‘con la Iglesia hemos topado, Sancho’. Pero, en realidad, Don Quijote dijo ‘con la iglesia [del pueblo de El Toboso] hemos dado, Sancho’, como se ve en el pasaje que transcribo a continuación en donde la expresión no tiene ningún sentido peyorativo en contra de la Iglesia Católica, cosa que la férrea censura de la época tampoco hubiera permitido:
Guió don Quijote, y habiendo andado como
doscientos pasos, dio con el bulto que hacía la sombra, y vio una gran torre, y
luego conoció que el tal edificio no era alcázar, sino la iglesia principal del
pueblo. Y dijo:
—Con la iglesia hemos dado,
Sancho.
—Ya lo veo —respondió Sancho—, y
plega a Dios que no demos con nuestra sepultura, que no es buena señal andar
por los cimenterios a tales horas, y más habiendo yo dicho a vuestra merced, si
mal no me acuerdo, que la casa desta señora ha de estar en una callejuela sin
salida. (Quijote, segunda parte,
capítulo IX).
Esta referencia a la obra del Manco de Lepanto es para ilustrar la
importancia que tiene el citar con rigor, sobre todo cuando de la cita se
siguen consecuencias destacables. En el caso que nos ocupa pudiéramos decir que
lo dicho por Carlos Sabino ‘se non è vero, è ben
trovato’ y sanseacabó.
A la hora de citar es preciso señalar, de la manera más
sencilla, el autor o autores, el título
de la obra y los datos de publicación que le permitan al lector verificar –si
es verificable, pues puede ser algo obtenido, p.e., en una conversación
personal con el autor de la cita- lo que se le está diciendo. La posibilidad de
la verificación es esencial. Permítame el lector que le cuente una anécdota.
En cierta ocasión que
investigaba sobre el pensamiento latinoamericano de Simón Rodríguez en una obra de Leopoldo Zea, me encontré con
una afirmación que me hizo sospechar que no era propia del autor investigado,
pues ya yo había escrito una tesis sobre el Sócrates de Caracas y tenía un
cierto conocimiento de su pensamiento. Por el contexto pude establecer a qué
pasaje del autor caraqueño se refería Zea. Al verificar la afirmación descubrí
que, en efecto, Simón Rodríguez no había
dicho lo que se le atribuía. Lo aseverado por Leopoldo Zea había sido una afirmación
de autor secundario que el mexicano estaba siguiendo y eso debe ser comunicado
al lector, de lo contrario se le está engañando. Desde ese día, no he vuelto a
leer una línea de Leopoldo Zea porque no
me merece ninguna confianza. Me merecen mayor respeto en este asunto Francisco
Larroyo (La filosofía iberoamericana)
o Carlos Beorlegui (Historia del pensamiento filosófico latinoamericano), entre otros.
Cuando se cita, no es lo mismo
hacerlo de una fuente secundaria que de fuente principal. Si usted requiere
citar a su fuente principal, no lo haga sirviéndose de una secundaria. Vaya directamente al texto que es objeto de
su tesis. Por ejemplo, no estaría bien que
Aníbal Rivera, autor de una estupenda tesis titulada La autoconciencia como vida.
La superación de la escisión sujeto – objeto en la Fenomenología de Hegel señalara que el siguiente pasaje fue citado por C. H. Jorge en Educación y revolución en Simón Rodríguez,
Monte Ávila, Caracas, 2000, Prólogo:
Lo conocido en términos generales, precisamente por ser conocido,
no es reconocido. Es la ilusión más corriente en que uno incurre y el engaño
que se hace a otros al dar por supuesto en el conocimiento algo que es conocido
y conformarse con ello; pese a todo lo que se diga y se hable, esta clase de
saber, sin que nos demos cuenta de por qué, no se mueve del sitio
El texto que antecede es de G.W.F Hegel y está en La
fenomenología del espíritu, FCE, México, l97l, pág. 23, traducción de Wenceslao
Roces, y así tendría que haber sido
citado.
¿Cómo se cita un texto?
Sobre el aspecto formal hay algunos buenos manuales. En este punto le doy mi
voto al Manual de trabajos de grado, de
especialización y maestría y tesis doctorales del Fondo editorial de la
Universidad Pedagógica Experimental Libertador. Pero, sobre todo, aconsejo la
consulta del capítulo V, “La redacción”, de la deleitosa obra de U. Eco ya
nombrada: Cómo se hace una tesis.
Antes de citar, le
sugiero al tesista consultar el manual de la institución académica donde va a
presentar su trabajo de grado y ceñirse a lo estipulado en tal manual, si lo
hay. En segundo lugar, aconsejo emplear la forma AUTOR/AÑO para el discurso más
general de la tesis. Por ejemplo, es
aconsejable decir que JORGE (2007: 13) escribió:
Para
satisfacer necesidades de existencia, las religiones les proponen a los hombres
ciertos modelos de comportamiento Pero dice san Agustín que los hombres que
contemplamos son demasiado imperfectos para servirnos de modelo. Por otro lado,
Dios, que es la misma santidad, está demasiado alto. Por eso el Hijo de Dios,
imagen viva suya, se hizo hombre y nos enseñó con su ejemplo cómo podemos
asemejarnos a la perfección divina.
En este sentido agustiniano, la ortodoxia cristiana1 quiere
que Jesucristo sea a) modelo perfecto, lo mismo en la vida de trabajo
que en la vida pública o de apostolado; b) lleno de atractivo, de modo
que los corazones generosos, al ver lo que hizo y padeció por los hombres, se
abracen con alegría a los trabajos y sufrimientos a fin de parecerse más a él.
Aunque Jesucristo no pudo practicar la fe, la esperanza ni la penitencia por
los pecados propios -que no tuvo- practicó y enseñó las demás virtudes
referidas a Dios, al prójimo y a sí mismo. Lo curioso -para emplear una palabra
leve- de esta visión de Jesucristo como modelo ideal de lo humano es que éste
toma de los hombres muchas cosas, excepto el pecado. Lo cual quiere decir que
el modelo se convierte en copia, pues le falta algo, esencialmente originario
de todo ser humano, según la propia teología ortodoxa.
(Nota: la página de la
referencia puede ponerse después del Año tras dos puntos, como es el caso, pero
también puede ponerse al final de la cita después de una coma, p.e., “… según
la propia teología ortodoxa”, pág. 13).
Queda ahora en manos del lector especificar el origen del texto. Esto podrá hacerlo yendo al anexo bibliográfico (es decir, lista de obras que se han consultado para elaborar el escrito) que debería decir:
JORGE, Carlos H. 2007. Siete Cristos. Caracas: El perro y la rana.
Explico. Aparece en primer lugar el Apellido en mayúsculas, una coma y el Nombre. (Los anglosajones suelen emplear únicamente la inicial). Viene después el Año de publicación; si el autor tuviera varias publicaciones en el mismo año, se diferenciarían poniendo, p.e., 2007 a, 2007 b, 2007 c…).Tras el año se coloca un punto. Después indicamos en cursivas el nombre de la Obra. Se coloca otro punto. La referencia cierra con el nombre de la Ciudad de publicación, dos puntos y la Editorial, en caso de que sea un libro. Ahora bien, si fuera un artículo de revista o periódico, el procedimiento es parecido (recuerde el lector que el nombre de la obra va siempre en cursivas):
JORGE, Carlos H. 1990. El concepto de simpatía en Simón Rodríguez. Caracas: Episteme NS, Revista del Instituto de Filosofía, n° 10, UCV.
Variante:
JORGE, Carlos H. 2001. “El proyecto de Educación Popular” en Gaudeamus, Revista de la UNESR n° 4, Caracas.
En algunos casos es conveniente señalar el nombre del Traductor, si lo hubiera. No crea el lector que es una opción secundaria. Es conocida la expresión italiana ‘traduttore, traditore’ para señalar la vital importancia de la traducción, que siempre conlleva traición. Tal vez el lector no aprecie esto en su justa medida en un texto filosófico pero de seguro lo hará en uno teológico. Consideremos el pasaje de Lucas 2:14, que en griego dice:
δόξα ἐν ὑψίστοις ϑεῷ καὶ ἐπὶ γῆς εἰρήνη ἐν ἀνθρώποις εὐδοκία
Mi traducción literal es:
"gloria en alturas a dios y sobre tierra paz en (entre) hombres
buena voluntad".
Mi traducción literaria:
"gloria a Dios en las alturas y sobre la
tierra (haya) paz, (y) entre los hombres buena voluntad".
Reina-Valera tradujo:
"Gloria en las alturas a Dios, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres"
Frecuentemente se traduce:
"gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres
de buena voluntad".
Ahora bien,
traducido el texto griego original de esta manera (y el Dios cristiano
habló en griego), la letra de lo que cantaba un ángel y un ejército celestial
que se le unió dice otra cosa. Si se mantiene la traducción que encabeza el
párrafo, bien puede servir de eslogan al
llamado Estado Islámico, es decir: 'en la tierra, paz a los hombres de buena voluntad
-que son los que quieren lo que yo quiero-, y a los demás... ¡plomo!’.
Hablemos ahora de la cita a pie de página. Cada vez más se
emplea esta modalidad para aclarar algún punto que se ha señalado en el texto
principal de la tesis. Señala Umberto Eco (1982: 203-204) en la obra mencionada
que las notas a pie de página sirven
a) “para indicar el origen de las citas”;
b) “para añadir a un tema discutido en el
texto otras indicaciones bibliográficas de refuerzo”; c) “para referencias externas e internas”;
d) “para introducir una cita de refuerzo
que en el texto estorbaría”; e) “para
ampliar aseveraciones que habéis hecho en el texto”; f) “para
corregir las afirmaciones del texto”; g) “para ofrecer la traducción de una cita”, y, en fin, h) “para pagar las deudas”, pues
citar un libro del que se ha extraído un
pasaje es pagar una deuda. (Cursivas en el original).
¿Cómo se cita a pie de página? Aconsejo:
a)
Libro:
Juan José Rosales
Sánchez, Filosofía y transformación
social. Reflexiones en torno a sociedad y civilización en Simón Rodríguez. Caracas:
Fondo Editorial de Humanidades, UCV, 2014, 158-164.
b)
Artículo:
Juan José Rosales Sánchez,
“Sociedad y poder político en Simón Rodríguez” en Lógoi, Revista de filosofía de la UCAB, Caracas, 2006, pp. 25-51.
Digamos algo de citas especiales. Hay obras y
autores que exigen ser citados de una manera particular, es decir, no vale
aquello de Autor, Obra y Página de la edición empleada de lo que venimos
hablando.
Suponga que usted desea transcribir algún texto de Heráclito, por
ejemplo, el principio del flujo universal
de los seres. Debe sortear dos obstáculos: el ordenador de los
fragmentos y el traductor. Sea, en primer lugar, Rodolfo Mondolfo:
No es posible descender dos veces al mismo río,
tocar dos veces una sustancia mortal en el mismo estado, sino que por el ímpetu
y la velocidad de los cambios (se) dispersa y nuevamente se reúne, y viene y
desaparece (frag. 91). A quien desciende a los mismos ríos, le alcanzan
continuamente nuevas y nuevas aguas (frag. 12).
Descendemos y no descendemos a un mismo río;
nosotros mismos somos y no somos (frag. 49).
El pasaje fue tomado de El pensamiento antiguo, Losada, Buenos Aires, 1974, t.I, pág. 47. En este caso es el propio Mondolfo el que traduce, pero la
identificación de los fragmentos es la que corresponde a la edición de 1954 de
Diels-Kranz de Die Fragmente der
Vorsokratiker.
El fragmento 12 de Diels-Kranz, apuntado por
Mondolfo en medio del pasaje, corresponde al 40 de M. Marcovich, que Alberto
Bernabé tradujo así:
A quienes penetran en los mismos ríos aguas diferentes y diferentes les corren por encima.
(De
Fragmentos presocráticos. De tales
a Demócrito. Alianza, Madrid, 2010, pág. 133.
Traducción de Alberto Bernabé).
Aunque sigue, en general, a
Diels-Kranz, J. D. García Bacca hizo su propia ordenación y traducción (“menos filológica y más filosófica”, según nos confiesa) de los fragmentos que conservamos
de Heráclito de Éfeso de este modo:
(II) 91. No hay manera de bañarse
dos veces en la misma corriente; que las
cosas se disipan y de nuevo se
reúnen, van hacia ser y se alejan de ser.
(II) 12. Aun los que se bañan en los mismos ríos se
bañan en diversas aguas. Y, cual
vapores, se levantan de lo húmedo las almas.
(II) 49ª. En los mismos ríos nos bañamos y no nos bañamos en los mismos; y parecidamente somos y no somos.
(Los textos de Heráclito y notas sobre la
traducción de J. D. García Bacca, fueron tomados de Los Presocráticas, F.C.E., México, 1979,
pp. 237-274).
Si se desea citar a Platón o a Aristóteles, tendrá que
seguir la edición príncipe reconocida de cada autor. En caso de Platón, habrá
de apuntar la paginación que hizo en 1578 Henricus Stephanus. De este modo si
desea referirse a ‘calípolis’, es académicamente aconsejable señalar que se
encuentra en Rep. 374 b y ss
Si tiene que citar algún texto de Aristóteles, debería
hacerlo siguiendo la edición príncipe (1831-1836) de I. Bekker. De tal
modo que Metafísica comienza en Met.
980 a ; Ética a Nicómaco, en Ét. Nic. 1094 a; Política, en Pol. 1252 a;
Poética, en Poét. 1447 a… y así sucesivamente. En otras términos, hay que
señalar la obra aristotélica, el número de la página de Bekker con (a) o (b), que indican la columna, y eventualmente la línea, todo de acuerdo con
esta edición príncipe.
De lo dicho se deduce que, cuando nos
referimos a estos autores, tenemos que servirnos de ediciones que empleen estos sistemas de paginación. En castellano, en
general, son aconsejables las ediciones de Gredos que también adjuntan los
textos en griego
Veamos un autor moderno:
Spinoza, y una obra: Ética. Tal vez
usted necesite transcribir el siguiente texto que apunta a una axiología
subjetivista y que dice así:
Así pues, queda claro, en virtud de todo esto, que nosotros no intentamos, queremos, apetecemos ni deseamos algo porque lo juzguemos bueno, sino que, al contrario, juzgamos que algo es bueno porque lo intentamos, queremos, apetecemos y deseamos.
La referencia sería: B.
de Espinosa, Ética demostrada según el
orden geométrico, parte III, proposición IX, escolio. (Edición de Orbis,
Madrid, 1980. Traducción de Vidal Peña).
Pero creerá usted que lo
dicho se aplica a los autores de la antigüedad, del mundo medieval o a algunos
de los modernos. La verdad es que se aplica a los contemporáneos también.
Suponga que usted desea transcribir un pasaje de L. Wittgenstein, por ejemplo
el siguiente:
El objeto de la filosofía es la
aclaración lógica del pensamiento.
Filosofía
no es una teoría, sino una actividad.
Una
obra filosófica consiste esencialmente en elucidaciones. El resultado de la
filosofía no son «proposiciones filosóficas», sino el esclarecerse de las
proposiciones.
La
filosofía debe esclarecer y delimitar con precisión los pensamientos que de
otro modo serían, por así decirlo, opacos y confusos
La cita se haría así: L. Wittgenstein, Tractatus logico-philosohicus, proposición
4.112. (Edición on line:
www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS).
Pero suponga que desea
transcribir otro texto del genio vienés, aunque de otra obra:
En filosofía no
se sacan conclusiones. «¡Tiene que ser así!» no es una proposición filosófica. Ésta sólo constata lo
que cualquiera le concede.
Ahora la referencia se haría de este modo: L Wittgenstein, Investigaciones filosóficas, & 599.
(Edición de Altaya, Barcelona, 1999. Traducción de Alfonso García Suárez y
Ulises Moulines)
En resumen, habitualmente se cita señalando el autor, la obra y la página de la edición empleada. Pero siempre deberá tener presente al autor y la obra que pueden exigir una manera especial de citar, tal como hemos visto en los ejemplos anteriores.
Anexos
No hay que olvidar que una tesis, en el sentido restringido de escrito académico, es un informe de una investigación, que hemos supuesto ha realizado el tesista. Si aceptamos esta premisa, tenemos que aceptar que todo informe, como quiere su nombre, busca transmitir información. Por lo tanto, todo aquello que contribuya con ese propósito será bienvenido. Como información añadida a lo desarrollado a lo largo del cuerpo del escrito son los anexos. Bibliografía, índices analíticos, glosarios... constituyen algunos ejemplos de su utidad.
Lector, si me dejas algún comentario, tal vez pueda mejorar el libro. Te lo agradezco de antemano.