Resumen:
J. D. García Bacca (1981) afirmó que Simón Rodríguez
(1769-1854) es un “filósofo dialéctico”. Si lo es, ¿en qué sentido lo sería? Es
objetivo central de esta ponencia señalar los sentidos de la dialéctica
rodrigueciana y mostrar cómo tal método filosófico está al servicio de la
pedagogía republicana. Haciendo un recorrido por algunas de sus obras más representativas,
llegamos a la conclusión de que su tal metodología lo ubica dentro de la mejor
filosofía americana.
1.
Sentidos de dialéctica
Afirmar
que Simón Rodríguez hizo uso de la dialéctica requiere demostración, entre
otras razones porque ésta es una mala
palabra. J. Ferrater Mora (1975) registró dieciocho diferentes significaciones.
Creemos que el filósofo caraqueño fue un dialéctico, pero ¿en qué sentido y en
qué medida? A propósito de la primera pregunta, no nos cabe la menor duda para
una respuesta afirmativa. Y más: la dialéctica ocupa un espacio muy privilegiado
en su pensamiento y en su quehacer filosófico. Veamos.
A) Los pros y los contra.
El planteamiento de la dialéctica con sentido pedagógico
puede verse en la portada de la llamada Defensa de Bolívar, en donde se
lee:
EL
LIBERTADOR
DEL
MEDIODIA DE AMERICA
Y
SUS COMPAÑEROS DE ARMAS
DEFENDIDO
POR
UN AMIGO DE LA CAUSA SOCIAL
La causa del
Jeneral Bolívar
es la de los
Pueblos Americanos
en ella se
interesan los Jefes de
las nuevas
Repúblicas.
Instruyamos al Pueblo
con nuestros debates.
Esta
obra, escrita al mismo tiempo que el Pródromo de Sociedades Americanas en 1828,
muestra de manera palmaria la subordinación de la dialéctica al objeto
principal del método pedagógico: instruir al pueblo. A final de una advertencia
del Pródromo, se lee que “El Editor recibirá todas las objeciones que quieran
dirijírsele — las hará imprimir, y las pondrá en manos de los distribuidores de
la obra” (I,261). Esta propuesta a sus lectores es la postulación de la
dialéctica como método para descubrir la verdad en aquellas cuestiones que
interesan al pueblo y que no son objeto de la ciencia.
Años después, en Concepción de Chile, Simón Rodríguez
publica las objeciones hechas al Pródromo
al lado de las respuestas correspondientes, en un prólogo galeato a Luces y Virtudes Sociales (1834).
Esta obra, en esa primera edición, tiene setenta páginas en total, de las que
el Galeato consume treinta y cuatro.
Esto muestra la importancia que tal método posee para el filósofo.
Para justificar el Galeato,
el filósofo dice que las objeciones que ha presentado le habrán servido al
lector de entretenimiento, al tiempo que lo prevendrán de otras que pudieran
hacerse al cuerpo de la obra que se dispone a presentar. Creemos que esta idea
del “entretenimiento” dice mucho respecto de cuál pueda ser el espíritu
dialéctico de Simón Rodríguez. Pero hay otra idea que también debe ser
expuesta, cuando señala:
Nada se ha
omitido de lo que pueda ilustrar el lector, para dar su parecer con
conocimiento. Todo el mal que se ha
dicho de ella se publica … ¿Por qué no se publicará el bien? PRO y CONTRA son
los datos que preparan el juicio: tenga dos orejas el que quiera ser juez
(II,98).
De
seguidas aporta dos opiniones favorables: una hecha en 1829 por el editor del Mercurio Peruano; otra, dada por
escrito, hecha por el doctor Eguilus, “letrado arequipeño”.
Esta segunda idea del
pro y contra debe servirnos más adelante para establecer con más exactitud en
qué sentidos puede ser considerado Simón Rodríguez como dialéctico. Antes de
eso debemos encontrar nuevos textos en donde el uso de la dialéctica sea otro.
B) Técnica de cuadro
La técnica del
cuadro es un nuevo uso del método dialéctico. Simón Rodríguez la empleó
muchas veces, lo que, en obras de filosofía moderna, causa extrañeza. Quizás
uno de los mejores cuadros sea el presentado a propósito de la colonomanía o
deseo de algunos que estimaban que las repúblicas americanas debían colonizarse
con extranjeros. Simón Rodríguez, por el contrario, sostenía que la
colonización debía hacerse con los propios habitantes. El cuadro muestra, en un
primer momento, el desembarco de
Dinamarqueses,
Suecos i hasta Lapones, que vienen a enseñar a cultivar Camotes, Caña dulce,
Algodón, i sobre todo el Cacao! que se da tan frondoso en las Riberas del
Báltico (I,352).
La ironía del cuadro
expone lo ridículo y absurdo del proyecto colonizador. En un segundo momento,
el autor deja ver el reverso del cuadro: “Escaseces, fatigas, insectos,
reptiles, tercianas, disentería”. Ante esta situación, ilustra ahora el
filósofo cómo se desintegrará el proyecto: muchos vuelven a sus tierras de
origen, otros se quedarán en las poblaciones de las nuevas tierras americanas.
No se habrá
conseguido cultivar los campos; pero se habrán colonizado los apellidos: en
breve se verán los Institutos Ortolójicos i Caligráficos de las Aldeas, llenos
de Esmites de Juaites i de Cuques, i al
cabo de algunos años, la hija de ña Petrona la Pulpera será madama Cranyan. Con
esto i con otras cosas, no ménos importantes, la Civilización del país habrá
hecho grandes progresos, siguiendo la marcha majestuosa de su Gobierno i el
rápido vuelo de los negocios.
Pero un viejo,
que estará sentado al Sol, en la esquina viendo pasar el cortejo dirá,
cabeceando, no hai peor mal que el que se
hace bajo las apariencias del bien (I,389).
Simón Rodríguez empleó la técnica del
cuadro en múltiples ocasiones. Fundamentalmente con ella buscaba ridiculizar
una situación, mostrar su absurdo o hacer sentir lo insostenible que puede
resultar una idea encarnada en el cuadro. Por ejemplo, en uno de ellos enumera las
“peticiones” de los que desean vivir
descansados, sin cuidado, sin pagar derechos ni tributos, alcabalas ni diezmos,
pero quieren poder hacer lo que les venga en gana. A nombre de las promesas que
se hicieron en la revolución, piden al gobierno los mineros, los emigrados y
los patriotas, los realistas, los agricultores, los artesanos y los
comerciantes, los abogados, las ciudades, los colegios, los estudiantes, los
curas, los canónigos y las catedrales, los viandantes, los frailes y las
monjas, los soldados, los sargentos y hasta los generales, que quieren ser
presidentes.
En un segundo cuadro se ve todo un “basurero de sobrescritos”. Papeles de todo tipo inundan el gabinete
presidencial: anónimos, correspondencia que ni veinte lectores podrían hacerse
cargo de ella en veinte días, gacetas nacionales y extranjeras. Y lo más
gracioso: recogido durante dos o tres días, el presidente empolla más escritos
y … decreta. Sintetiza el autor:
¿Quién no ve en
este cuadro, el mal de que adolecen las repúblicas — la inutilidad de los
esfuerzos que hacen sus jefes para remediarlo — y la necesidad de ocurrir á
otros medios, para no perder el fruto de la revolución?
Y
cierra el cuadro (y la obra), con un giro muy típico de él, donde, una vez más,
vemos que la dialéctica está al servicio de la pedagogía política:
Todas las faltas
pueden reducirse á una, diciendo
El lugar de las Instituciones
ES LA OPINION
PUBLICA
Esta está por formar
Y NADA SE HACE
POR INSTRUIR
(II,373).
Hemos tomado esta última cita del Extracto de la Defensa de Bolívar,
publicado por el autor en El Mercurio,
de Valparaíso, en febrero de 1840. Es sintomático que esta obrita, de escasas
nueve páginas, dedique ¡seis! de ellas a los cuadros que hemos pintado
apresuradamente, y cuya conclusión dialéctica es una proposición de carácter
general sobre la necesidad de la instrucción pública (en el sentido que tiene
en Simón Rodríguez).
C)
Juego intelectual
El Extracto de la Defensa de Bolívar es dialéctico
de principio a fin, dijimos. He mostrado uno de los sentidos que el término
tiene en la obra. Veamos, ahora, el otro, a propósito de una acusación que se
le había hecho al Libertador:
-AMBICION …
-¿Quién no la tiene?
-ES DEMASIADO
AMBICIOSO!
-¿Cómo se miden cantidades de ambición?
(I, 367).
Creemos que se ve
claro el sentido de dialéctica como “juego intelectual” , según la denominación
de J. Greenwood (1909:128). Pero Simón Rodríguez no busca ganar el juego
humillando al acusador, ni está únicamente interesado en mostrar sus dotes
dialécticas. Rodríguez busca la verdad y piensa que también hay un fondo de
verdad en los acusadores de Bolívar, cuando dice
La AMBICION es
la pasión predominante en el hombre. AMBICIONAR es querer ser mas; pero como para ser
es menester valer, y para valer TENER … todos aspiran á poseer
algo que les de superioridad.
La ambición
misma ASPIRA y quiere que la llamen NOBLE por el objeto de sus deseos.
El argumento se ha vuelto ahora en contra de los
acusadores. Pero el dialéctico no se queda ahí; avanza hasta señalar que las
distinciones -éstas y otras que ha hecho- “son principios irrefragables”.
Concluye:
GRACIAS
A LA AMBICION!
sin ambición no habría sociedad.
Se puede también apreciar en este pasaje la satisfacción
que siente el filósofo por haber podido salir airoso de una opinión tan
contraria, de una opinión que él convierte en razón o, al menos, en la mejor
hipótesis para defender a Bolívar. Esto también es muy típico de Simón
Rodríguez. Estaba consciente de sus habilidades dialécticas y hacía gala de
ellas. Así se puede entender la primera página del Pródromo a Sociedades
Americanas en 1828 que, textualmente, dice:
Tan
EXOTICO debe parecer
el
PROYECTO de esta obra
como
EXTRAÑA
la
ORTOGRAFIA en que va escrito.
En unos
lectores excitará, tal vez, la RISA
En otros
..................... el DESPRECIO
ESTE
será injusto:
ni en
las observaciones hay Falsedades
ni en
las proposiciones ...... Disparates
De la
RISA
Podrá el
autor decir
(en
francés mejor que en latín)
Rira bien qui Rira le dernier (I,260
Simón Rodríguez usa la dialéctica como juego intelectual,
fundamentalmente para salir airoso de ciertas opiniones que son más que eso,
pues son acusaciones. Esto se puede verificar en la denominada Defensa de Bolívar. En esta obra
el juego dialéctico es, muchas veces, armamento para defender al héroe.
Rodríguez emplea la dialéctica como
juego intelectual, pero del que derivará algún principio importante. Como
ejemplos más evidentes destacamos el uso, ya transcrito, de la acusación de
ambición contra Bolívar (II,209). Pero todavía le saca provecho mayor a la
acusación de que “Propuso el Libertador una Constitución Monárquica á las
Repúblicas” (II,317), acusación que Simón Rodríguez coloca como la segunda
prueba de las (malas) intenciones de Bolívar. El juego dialéctico alrededor del
vitalicismo le lleva a
Rodríguez a plantear, entre otras cosas, el objeto de la política y su división
en teoría y práctica. El mismo juego dialéctico alrededor de la acusación de
despotismo (II,219) le permite formular su teoría de la “simpatía” y llegar a
la conclusión de que “No hay simpatía verdadera sino entre iguales —
simpatizan, en apariencia, los súbditos con sus superiores, porque el que
obedece proteje las ideas del que manda; pero, la ANTIPATIA es el sentimiento
natural de la inferioridad …que ¡nunca es agradable!” (II,221). En fin, como
juego intelectual, se puede considerar el uso dialéctico -aunque siempre
didáctico- que el autor hace de la acusación de “que Bolívar es ZAMBO”
(II,290), momento que aprovecha para instruir al populacho.
En segundo lugar, Simón Rodríguez emplea la dialéctica como
técnica de cuadro. Así, ridiculiza la “representación” política, mostrando que
es una verdadera mise-en-scène de un
viejo libreto (II,197). Hace un paralelo de la locura del enfermo mental y de
la vida social, que cierra con la siguiente generalización:
Todas son manías
¡(dicen los locos) más ó ménos extrañas! más ó ménos útiles ó perjudiciales
(II,209).
Muestra, asimismo mediante un cuadro, los “extremos que
prueban Grandeza ó popularidad … para el vulgo” de sus
gobernantes (II,229), y la divulgación de noticias por parte de “Realistas
Indíjenas” que no pueden dejar de amar al rey, porque nacieron bajo sus
banderas (II,258). Muchos cuadros hay en esta obra que pudiéramos traer a
colación, pero cansaríamos al oyente innecesariamente. Baste lo expuesto para
ejemplificar la idea.
En tercer lugar, Simón Rodríguez emplea la dialéctica en la
Defensa de Bolívar como procedimiento para la obtención de
premisas probables de sus demostraciones. Las fuentes son de tres clases: a)
Opiniones de algunos escritores -biógrafos de Washington y Napoleón- y,
fundamentalmente, de filósofos. En esta obra pueden leerse los nombres de
Aristóteles (II,318), Voltaire (II,242 y 304), Maquiavelo (II,294 y 302), Bacon
(II,340) y A. Smith (II,339). b) Una
serie de acusaciones escritas contra Bolívar que “Atacan su CARÁCTER. Delatan su CONDUCTA,
y Denuncian sus INTENCIONES” (II,212).
c) Frases hechas, que ruedan en
escritos sin precisar el contenido, y dichos populares (II 297 y 298), también
bastante imprecisos.
Respecto de la primera fuente de obtención de premisas
probables, es oportuno señalar que Simón Rodríguez no se opone a ninguna
opinión filosófica -de las que admite-, aunque de manera general critica a los
“espiritualistas” que les importa hablar “mas de la casa ajena que de la suya”
(II,340). De los nombrados, Aristóteles le sirve para asentar que el político,
hoy, ha de ser …
TODO,
porque la ciencia de la Sociedad se compone de todos los conocimientos, de todos los movimientos, y de todas las relaciones del hombre (II, 318).
De Voltaire transcribe Rodríguez algunas ideas,
literalmente incluso:
1) “El primer rey fué un soldado feliz” (p.
304).)
2) El mas atrevido reina, no el mas sabio (p. 309).
3) Fijen su
atención en las siguientes verdades, advirtiendo, que el entusiasmo precede al
fanatismo — que este se parece mucho a la ignorancia — y que solo la ignorancia
es suspicaz (p. 339).
Esta última cita sirve de rótulo al empleo que hace Simón
Rodríguez de la síntesis,
otro método empleado en la Defensa
de Bolívar para cerrar la obra. Utiliza la síntesis para dar cuenta
de catorce verdades que el autor presenta a la consideración de sus lectores -
jueces. La “Tercera verdad” dice:
Ha llegado el tiempo de Obrar como
aconsejó Bacon = tratando con las cosas, ocupandose en lo material, porque de
la materia salen las abstracciones
(II, 340).
Y ocuparse en lo material quiere decir, también, ocuparse de la
opinión pública. Por eso se explica que Simón Rodríguez postule como “Sexta
verdad” que “El fundamento del Sistema
Republicano está en la opinion del pueblo, y esta no se forma sino
instruyéndolo” (II, 342), donde la dialéctica cobra su pleno
sentido al ponerse al servicio de la pedagogía política.
Con los
sentidos que hemos establecido, la dialéctica está en Simón Rodríguez al
servicio de la didáctica. Pero no es sino un método más, al igual que la
definición y la síntesis. Todos estos métodos parciales son tales en función de
un método más general que hemos denominado pedagógico. Es de advertir que Simón
Rodríguez no llamó a su método con ningún nombre, solamente filosofó con él.
Por otro lado, el método que propuso para que los gobiernos de América lo
aplicaran tampoco tiene nombre, ni siquiera lo llamó “método”. Hechas estas
aclaraciones debemos además destacar que las formulaciones metódicas aparecen
en los últimos escritos del autor: Extracto sucinto de mi obra sobre la
educación republicana (1849) y Consejos de amigo Dados al Colejio de
Latacunga (1851), lo que significa que consideraba como uno de los aportes
importantes para el futuro su descubrimiento metodológico, y nos consta cuán
vívida era en él la idea de su propia trascendencia.
El método pedagógico está constituido por tres
momentos que corresponden a los tres pasos que el sujeto debe andar para
alcanzar el verdadero objeto de conocimiento. Tales pasos son “observar”,
“reflexionar” y “meditar”. A lo largo del método pedagógico fluye la tensión
sujeto-objeto, tensión que debe concretarse en un resultado teoricocientífico,
el cual, a su vez, aparecerá como producto del conjunto ordenado de las
acciones empleadas, que es el método. Veremos, entonces, los pasos metódicos
separadamente para concluir con una visión de conjunto.
1º) “Observar”, el momento objetivo.
Este primer
momento puede ser, a su vez, subdividido en dos partes o tomado bajo dos
aspectos, esto es: hay en la observación un aspecto que va del sujeto al objeto
y hay que considerar un segundo aspecto que va del objeto al sujeto.
OBSERVAR -define Simón Rodríguez- es ponerse delante de un Objeto,
a examinarlo para CONOCERLO, con intención de guardarlo, o de guardar la Imajen
para si (CA,II,30).
1.1. Aspecto subjetivo-objetivo de la
observación. Este aspecto puede representarse gráficamente con el momento
de “abrir los ojos”. Naturalmente, para seguir con el símil propuesto por
Rodríguez, los ojos se pueden abrir poco, mucho, desmesuradamente o apenas una
rendija. La capacidad del sentido reside de manera diferente en cada
observador, por lo que no todo el mundo está capacitado para ver las mismas
cosas ni de la misma manera. Este hecho
fisiológico Simón Rodríguez lo refirió a la visión intelectual y lo denominó
“discreción” (I,406). La “discreción” así entendida está íntimamente
relacionada con la “estética” o “perspicacia” (II,412). La “perspicacia
intelectual” nos concede la capacidad de poder ver todo bien: las
adyacencias que los objetos guardan entre sí en un estado de cosas. El que
aparece como más libre tiene sus dependencias, y éstas habrá que mantenerlas
presentes a la hora de aislar el objeto.
1.2. Aspecto objetivo-subjetivo de la
observación. Tras “abrir los ojos”, el estado de cosas y su movimiento se
presentan a la observación. Hemos ya establecido que no hay cosas solas; están
con otras y, al contacto con ellas, obran con ellas e influyen en
ellas, de tal modo que viene a resultar que “todo influye y es influido” a la
vez. Por eso, más que de “cosas” hay que hablar de “circunstancias”.
Las
circunstancias –escribió en 1843- , en un caso, no pueden ser las mismas
que en otro; aunque se parezcan: porque todo varía … y varía porque las
circunstancias tienen sus circunstancias = cada tendencia, cada hecho, cada
estado de cosas, es, al mismo tiempo, circundado y circundante, rodeado y
rodeante: i es, porque no hai acaecimiento, acontecimiento ni suceso, que no
sea al mismo tiempo Influyente e Influido. Toda cuestión, por
consiguiente, es un compuesto de cuestiones compuestas de otras
cuestiones (II,407).
.
Consideremos los dos principios que rigen el
concepto de “circunstancia”:
1er.
PRINCIPIO
No
hai objeto aislado: el mas
independiente, al parecer, tiene Relaciones - /…/
2do.
PRINCIPIO
El
movimiento mas Libre tiene Dependencias
la
parte moviente,
el todo a que pertenece
el lugar, el tiempo, el modo son circunstancias
i los objetos presentes
Si en lo que enseñamos o queremos
aprender falta UNA SOLA
relación o circunstancia,
enseñamos
o aprendemos MAL —
i si observamos o hacemos observar UNA SOLA,
ni
aprendemos ni enseñamos.
En el
1er caso somos malos Maestros o malos Estudiantes,
En el
2do no somos ni Estudiantes ni Maestros
(I,407).
La razón de por qué hemos denominado “pedagógico”
el método de Rodríguez aparece clara en la derivación que hace el autor de la
observación y aprehensión de las circunstancias dentro del todo contextual.
2º) “Reflexionar”, el momento subjetivo del método.
En varios lugares he dejado constancia de la
identidad de los principios y leyes que regulan la naturaleza y la sociedad en
Simón Rodríguez. En otras palabras, en Rodríguez se da una naturalización de la
historia y una socialización de la naturaleza, esto es, el concepto de
“necesidad” regula de igual manera en ambos órdenes constitutivos de la realidad.
Ahora bien, ¿ cómo se determina la necesidad de un
estado de cosas, sea económico, social o político? En otras palabras, ¿en qué
consiste la necesidad “histórica”, para que sea distinta de la “natural”? Lo
dijo el filósofo: “el Observador (de un estado de cosas) estudia las
Propensiones i las Tendencias, para reglar su conducta por ellas”. La necesidad
histórica viene entonces determinada por las “propensiones” y por las
“tendencias” del estado de cosas. Lo que, justamente, obliga o permite las
reformas, las transformaciones sociales, son las tendencias del pueblo, de los
hombres en sociedad, que piden o exigen un modo de existir distinto, una
satisfacción de las aspiraciones expresadas en las “tendencias”[i].
Esas reformas, a veces, son “pedidas”, “exigidas”; otras veces, los cambios son
“permitidos”. La necesidad tiene grados, y el hombre, de alguna manera, puede
modificar las circunstancias, puede regular y conducir la necesidad. Siempre
“se obra por necesidad” en última instancia -nos dice Simón Rodríguez-, nos
guste o no nos guste, queramos o no. Nuestro querer y la necesidad pueden ir de
la mano, pero esta última es la que manda. O cedemos aceptándola, aprovechando
la tendencia del estado de cosas, o el estado de cosas nos obliga a ceder.
Cuando la necesidad lo ordena, no hay resistencia que se oponga; sólo queda la
conformidad (II,407).
Habría que preguntarse ahora: ¿determinar la
necesidad del estado de cosas no pertenece al
primer momento? Creemos que no, porque la necesidad se expresa por la
razón. Por eso es que hemos determinado el segundo paso como el “momento
subjetivo”. Esto es: en un primer momento el observador sale de sí, abre los
ojos, y ante él se explaya una situación que será objeto de su visión; en el
segundo momento, el observador retorna sobre sí: reflexiona. Este es el momento
de fijar la mirada, según una imagen del propio Simón Rodríguez. La mirada debe
fijarse en la necesidad que se encuentra en los datos observados. Consideremos
una definición de este segundo paso metodológico hecha por Simón Rodríguez
el
objeto que la da
Reflexionar, es hacer reflejar la
imagen entre y
el
sentido que la
recibe
(I,253):
Si deseamos establecer un verdadero conocimiento,
deseamos entonces apropiarnos de una cosa -se ha dicho-; pero esa apropiación,
para ser objetiva, real y verdadera debe seguir un camino: 1º Observar:
ver para tomar los datos requeridos; 2º Reflexionar, esto es, reflejar en los sentidos los datos que el
objeto nos proporciona. En otro lugar (,II,30), Simón Rodríguez define:
REFLEXIONAR
es hacer
REFLEJAR la Imájen del Objeto, contra el Objeto mismo,
por el
sentido que ha recibido la impresión:
es
tratar de grabarse bien la Imájen, paraque no se confunda
con
ótras, o se borre.
Si
unimos esta definición con lo dicho anteriormente sobre la necesidad, tendremos
que el segundo paso del método es descubrir la “propensión” (inclinación sin
finalidad) y la “tendencia” (inclinación hacia un fin) del objeto en cuestión
en nuestros sentidos. En el primer paso se abren los ojos para ver los datos
que establecen la necesidad de la acción. En el segundo, se fija el sentido en
el objeto. La imagen que en el primer momento llegaba al sentido es ahora
devuelta (reflejada) al objeto, “contra el Objeto mismo”. Esto es: en este
segundo momento el observador ve en sí lo que el objeto le ha dado.
3º
“Meditar”, el momento decisivo del método.
Debemos aclarar que la observación y la
constatación de las imágenes reflejadas son cambiantes, son “circunstancias” en
un todo de acuerdo con las circunstancias en que se hagan, con los
conocimientos de que se disponga y derivando también de quién es el observador.
Esto es postular, por otro lado, la posibilidad del “error” y de la
“preocupación”, como se llamaba en el siglo XVIII al prejuicio.
Al proponer el segundo paso del método como
reflexión, Simón Rodríguez está pensando en que el propio observador debe ser
objeto de su investigación. Esto es, el observador no es imparcial, neutro ni
aséptico. Está metido en el estado de cosas que observa, por lo que las
observaciones que realice del estado de cosas y el juicio que establezca debe
ser hecho también sobre sí, incluyéndose. El observador debe saber que no es
libre, que carga con un conjunto de determinaciones que condicionan su
observación. Y esto debe estar especialmente presente en el tercer momento del
método, el decisivo, puesto que
De unos errores
pueden nacer otros, y conducir en direcciones opuestas … al sublime
saber ó á la crasa ignorancia (II,118).
Sólo
la “educación” -tal como Simón Rodríguez la entiende- puede sacar parcialmente
al hombre de la “ignorancia”, y eso debe hacerse a tiempo, en la infancia,
antes de que los “errores de concepto” se hayan instalado formando parte
constitutiva de él, conformando una segunda naturaleza (II,26).
Sintetizando a grandes rasgos lo expuesto sobre el
método rodrigueciano, tenemos:
1. En un primer paso, el observador realiza el
movimiento objetivo, esto es, se enfrenta al objeto, abre los ojos para verlo:
el objeto se le muestra en su circunstancialidad, en toda la complejidad a la
que este término remite.
2. En el segundo momento, el observador retorna
sobre sí: reflexiona. Es el tiempo de fijar la mirada sobre las imágenes que el
objeto ha dejado en el observador. Por ello hemos llamado subjetivo este
momento del hacer metódico. Es el momento de la experiencia y de la razón.
3. Momento de cerrar los ojos para emplear los
medios de apropiarnos del objeto. El observador se coloca entre el objeto
observado y las imágenes que en sí se ha reflejado para decidir, esto es, hay
que mirar “a un lado y a otro”. Deberá luchar contra el error y contra los
prejuicios, pero deberá actuar. Como método auxiliar, el observador se valdrá
continuamente de la definición y de la elucidación de los términos.
4. El método
es pedagógico porque su propósito es educar, formar ciudadanos que deseen vivir
en República, lo que lo convierte en un “modelo de filosofar” , como quiere
García Bacca (1963).
3. A modo de conclusión
Llegados a este punto de nuestra exposición, suponemos que
el oyente ha podido constatar que en el caraqueño hay dos aspectos de un mismo
magisterio: el escolar y el americano. Rodríguez fue durante toda su vida
maestro de escuela, pero también fue maestro de América, como quiere A. Rumazo
González (1976), y pensador para América, como quiere J. D. García Bacca
(1981). Lo cual quiere decir que Simón Rodríguez debe ser ubicado en eso que se
llama, en general, pensamiento latinoamericano y filosofía americana.
Respecto de su magisterio escolar, le hemos dedicado una de
nuestras últimas obras (Jorge, 2012). Venezuela, Francia, ¿Rusia?, Inglaterra,
Colombia, Bolivia, Perú, Chile y Ecuador lo tuvieron como maestro de niños y
preparador de maestros en su metodología didáctica. Pero Simón Rodríguez
pretendía ser, por sobre todas las cosas, maestro de América. Lo cual significa
que debemos colocarlo en la llamada filosofía americana.
Por filosofía americana entienden muchos –entre quienes nos
incluimos- la filosofía que hacen americanos, ocúpense o no de “lo americano”
como objeto de sus reflexiones. Algunos ejemplos: La filosofía
del entendimiento, de Andrés Bello, o los Problemas de la libertad y del
determinismo, de Vaz Ferreira, o la Teoría del hombre, de Romero,
son obras que pertenecen a la filosofía americana” sin ser filosofía de lo
americano. Simón Rodríguez, a mi entender, aparece como filósofo americano en
los dos sentidos, esto es: a) haciendo filosofía americana en la Crítica de
las Providencias de(l) gobierno (Lima, 1843), y b) reflexionando,
filosofando sobre lo americano en Luces y virtudes sociales
(Concepción, 1834; Valparaíso, 1840) y en Sociedades Americanas en 1828
(Arequipa, 1828, y Lima, 1842). En esta última obra, sobre todo, el filósofo
caraqueño se presenta, a veces, como un sociólogo de penetrante mirada sobre el
acontecer de la América de su tiempo. Pero ¿acaso no fue el Platón de República
un excelente sociólogo, sin dejar de ser, por ello, el gran filósofo de Atenas
y del mundo?
J. D. García Bacca (1963) estima que hay siete grandes métodos o
“modelos de filosofar”. Añade García Bacca en el prólogo a la segunda edición
de su obra que otros filósofos pudieran ser tenidos como “modelos” de hacer
filosofía. Entre ellos -pensamos nosotros- se halla Simón Rodríguez. Haciendo
buena filosofía aplicó un método original, su método: el método pedagógico, de
manera que puede ser llamado con razón “maestro de América”. Y es, desde este
magisterio, como hoy nos sigue enseñando.
Muchas gracias a todos por escucharme.
Conferencia pronunciada en las III Jornadas de Filosofía del Seminario Diocesano María Madre de la Iglesia de Maracay, Edo. Aragua, Venezuela, el 4 de febrero de 2017
3. Bibliografía mencionada
FERRATER, J. (l975). Diccionario
de filosofía (dos tomos). Buenos Aires: Sudamericana.
GARCIA BACCA, J.D. (l963).
7 modelos de filosofar. Caracas: UCV,
___________ (1981).Simón Rodríguez, pensador para
América. Caracas: Academia
Nacional de la Historia.
GREENWOOD,
L.A. ( l909). Aristotle’s Nicomachean Ethics. Book six.
Cambridge: CUP.
JORGE, C.
H. (2013). La escuela de Simón
Rodríguez. Caracas: UNIMET
RODRIGUEZ, S. (1975). Obras
Completas (dos tomos). Caracas: Universidad Simón
Rodríguez, Colección
‘Dinámica y siembra’.
RUMAZO, A. (1976). Simón
Rodríguez maestro de América. Caracas: Universidad Simón
Rodríguez.
[1] Carlos H. Jorge es especialista en el pensamiento de Simón Rodríguez.
Ha dictado conferencias sobre este autor y publicado, también, gran
cantidad de artículos. Entre sus obras destacan Educación y revolución en
Simón Rodríguez, Monte Ávila Latinoamericana, Caracas, 2000; UNIMET.
Caracas, 2015.; Un nuevo poder, UNESR, Caracas, 2005; La escuela de
Simón Rodríguez, UNIMET, Caracas, 2013.
Lic. y Doctor en Filosofía por la UCV,
Carlos H. Jorge actualmente dicta materias de Filosofía en el IUSPO, en la UCAB
y en la UCSAR.