Debo comenzar con una confesión: no soy un experto en
Aristóteles. Pero debo decir también que estudié con alguien que sí lo es. Y entre
los recuerdos que guardo de mis estudios de filosofía antigua en la Universidad
Central de Venezuela, se conserva muy nítida la afirmación del profesor
Francisco Bravo de que el principal discípulo de Aristóteles nació más de mil
años después de la muerte del Estagirita. En efecto, Aristóteles murió en 322
a.C. y Tomás de Aquino –de quien hablaba el profesor Bravo, gran conocedor de Aristóteles- nació en 1224.
Entre las dos fechas corrieron, en realidad, más de mil quinientos años.
Santo Tomás escribe su obra entre 1252 y 1272. En esos
veinte años desarrolla una ingente actividad productiva cuya máxima expresión
es la Suma Teológica, pero que está
adornada de pequeñas obras en forma de comentarios,
"cuestiones libres" y "cuestiones disputadas",
fundamentalmente, en el más puro estilo del tratamiento escolástico de los
temas filosóficos y teológicos. A continuación haré un resumen de esas obras
ordenadas cronológicamente para que los que desconozcan el asunto,
-De principiis naturae.
Consideraciones sobre la naturaleza basadas en los libros I y II de la Física de Aristóteles.
- De
Potentia. Cuestión disputada sobre este concepto aristotélico.
-Sententia super De Anima.
-Sententia libri Politicorum.
Comentario a Política del Estagirita.
-Sententia super
Metaphysicam
-Sententia super Meteora
-Sententia super Physicam.
- Sententia super Peri
hermenias. Comentario a la obra de Aristóteles Sobre la interpretación).
-Sententia libri Ethicorum
-Sententia de caelo et mundo
-Sententia super libros De
generatione et corruptione.
Por si lo anterior fuera poco, la Suma Teológica no es sino un gigantesco esfuerzo para adecuar el
dramatismo del dogma católico a la
racionalidad aristotélica.
Alguno de los presentes tal vez quiera decir que no hay que
buscar tan lejos al mejor discípulo de Aristóteles, pues Teofrasto
de
Ereso (371-287 a.C.) le sucedió en
la dirección del Liceo. Y no sin razón. El propio Estagirita lo había llamado
´teofrasto’, de théos (‘dios’) y phrazein (‘explicar, hablar’) en alusión a la gracia y a la suavidad de sus disertaciones, pues
originalmente se llamó Tirtamo. Con el nombre
que le puso Aristóteles llegó a ser uno de los hombres más célebres de la
Grecia Antigua. Teofrasto presidió la escuela
peripatética durante 36 años y murió en 287 a. C. Bajo
su dirección, la escuela floreció admirablemente de modo que en un momento tuvo
más de 2.000 estudiantes. A su muerte legó a la ciudad su
casa con jardín y columnatas como lugar permanente de enseñanza. Por ello, tras su
muerte, los atenienses lo honraron con un funeral público.
Teofrasto
aportó dos de las obras más importantes que se suelen señalar como
el origen de la Botánica, constituyendo dos voluminosos tratados
de la Antigüedad hasta el Renacimiento: 1) De
historia plantarum, en 9 libros,y 2) De
causis plantarum, en 6 libros. Por esta razón se le suele llamar el padre
de la botánica.
Además de lo dicho, está
su obra Los caracteres o Caracteres
morales (Ἠθικοὶ χαρακτῆρες), que consiste
en un breve, vigoroso y mordaz boceto de los
tipos morales y que es una invalorable descripción de la
vida de su tiempo. Por esta razón ha
tenido muchos imitadores, notablemente Joseph Hall (1608), Sir Thomas Overbury(1614-16), John Earle (1628) y Jean de La Bruyère (1688), quien incluso
tradujo Los caracteres.
En resumen, las dos
posiciones, la de Santo Tomás y la de Teofrasto, tienen buenos argumentos para
ser defendidas. Dejémoslas así y lleguemos a los tiempos que corren.
El profesor de la Universidad de Oxford J. L.
Ackrill,autor de La filosofía de
Aristóteles, Monte Ávila, Caracas, 1987, en traducción de F. Bravo, nos
dice que por pertenecer la obra de Aristóteles a tantas áreas de la filosofía,
y por echar las bases de la mayoría de ellas, sus principales temas e ideas
nunca han estado completamente pasados de moda, aunque hayan sido mucho más
apreciados en unos períodos que en otros.
Señala también este autor que los intereses de
los filósofos contemporáneos están excepcionalmente cerca de los de
Aristóteles. Muchos de nuestros problemas más ardientemente disentidos son
problemas que él originó, y muchos de nuestros más característicos movimientos
filosóficos son movimientos que él puso en marcha o que él explotó de un modo
poderoso. Muchos de sus logros son hoy mejor entendidos y apreciados que en
ninguna época del pasado. Echémosle, pues, una ojeada a esos temas, hoy, de la
mano del profesor Ackrill y de su traductor el profesor Bravo.
LÓGICA FORMAL. La famosa teoría aristotélica
del silogismo ha sido frecuentemente criticada y ridiculizada en el pasado,
como una teoría pedante y árida, y, por añadidura, como enteramente contraria a
los hechos del razonamiento humano. Pero a partir del desarrollo de una
rigurosa lógica matemática, hemos llegado a ver que esa teoría fue, en
realidad, un extraordinario logro de la lógica formal. Partiendo más o menos de
cero, Aristóteles produjo una pieza de lógica casi perfecta y de rigor
impresionante, que sólo puede ser evaluada con propiedad en una época en la que
los ideales lógicos de
completitud y rigor son entendidos y aceptados. El historiador de la lógica
formal padre dominico J. BOCHENSKI
afirma, con conocimiento de causa, que sin duda alguna los Analíticos primeros, de Aristóteles, es la obra más importante de
Lógica todos los tiempos.
FILOSOFÍA DE LA MENTE. El problema de la relación entre el cuerpo y la mente es un problema perenne. Tradicionalmente,
visto como el problema de cómo pueden interactuar dos clases de cosas
fundamentalmente diferentes (o de cómo pueden estar interrelacionados dos
conjuntos de acontecimientos totalmente diversos), ha sido recientemente
abordado de modos del todo nuevos. Las dos principales concepciones adelantadas
en el debate contemporáneo son: (i) que los acontecimientos mentales son
simples acontecimientos físicos de un tipo especial (teoría de la identidad); y
(ii) que la psicología de ningún modo se ocupa de un tipo especial de cosas o
de acontecimientos, sino más bien de un tipo especial de conceptos, que
utilizamos para describir e interpretar acontecimientos físicos y psicológicos
de una determinada manera explicándolos por referencia al funcionamiento y a la
supervivencia del animal. A eso se le suele llamar funcionalismo.
También Aristóteles rechaza decisivamente las teorías dualistas de la mente y el cuerpo (y en este sentido, Daniel Dennett en
La conciencia explicada no ha ido
mucho más lejos que el Estagirita). Si su explicación puede o no describirse
con seguridad, según lo ha hecho un escritor reciente, como un “sofisticado
funcionalismo”, es algo que aún se puede discutir pero su pensamiento contiene,
ciertamente, fuertes preanuncios de esta teoría, al igual que de la teoría de
la identidad. El dominio de Aristóteles en materias biológicas y su interés por
la vida en todas sus formas lo previnieron contra la obsesión de engolfarse en las
dificultades sobre esas experiencias mentales privadas y sobre la
autoconciencia, y lo llevaron a concentrarse en el análisis de varias funciones
vitales y de sus mutuas relaciones, así como en la explicación de sus
fundamentos físicos. Esta es también la orientación de la reciente filosofía de
la mete.
METAFÍSICA. Este tema ha sobrevivido al ataque de los positivistas lógicos de los años 1930 y 1940, y ha florecido
posteriormente en una nueva dirección. Los trabajos recientes reconocen el
papel del lenguaje en la determinación y en la expresión de nuestro esquema
conceptual, y se concentran en una metafísica descriptiva más bien revisionista
–para utilizar un contraste formulado al comienzo de una de las obras más
influyentes que se hayan publicado, en este campo, desde la Segunda Guerra
Mundial: Individuos (1959), de P. F.
Strawson. Los temas de muchos libros y artículos aparecidos desde entonces
(sobre todo en los EE.UU.) son francamente aristotélicos. Cosas y cualidades,
materia y cambio, nombres-número y palabras-masa sujeto y predicado: tales
tópicos se hallan en el centro de las investigaciones de Aristóteles. Y su
aproximación a ellos posee el mismo énfasis y sensibilidad lingüística que la
de los metafísicos recientes. Algunas de sus indagaciones parecieron alguna vez
bastante técnicas y poco estimulantes, comparadas con los atrevidos vuelos de
la creatividad imaginativa; pero ahora podemos reconocerlas como esfuerzos
fascinantes, no para revelar un mundo nuevo, sino para iluminar el presente y
acrecentar nuestras intelecciones del mismo.
ÉTICA. La reflexión ética contemporánea tiene muchos rasgos y raíces aristotélicas. Distinguidos filósofos modernos han renovado
la discusión de las cuestiones planteadas
por Aristóteles y han reconocido su deuda con él. Dos ejemplos relativos
ambos a la acción humana. El artículo de J. L. Austin, “Una defensa en favor de
las excusas”, publicado en 1956, ha provocado una obra sutil e importante en
torno a la responsabilidad y los diversos modos de cómo un agente puede
renunciar a la responsabilidad o buscar una excusa, o una justificación, para
su acto. El asunto y la aproximación fundamental –a través de un cuidadoso
estudio de las frases de excusa ‘por accidente’, ‘en ignorancia’,
‘involuntariamente’, ‘bajo coacción’- proceden directamente del libro III de la
Ética a Nicómaco de Aristóteles, un texto que el mismo Austin
estudió y discutió con sus alumnos en sus cursos durante muchos años de
profesor en Universidad de Oxford, de la que también J. L. Ackrill, a quien
estamos siguiendo, es profesor.
El segundo ejemplo es el del filósofo norteamericano
Donald Davidson. En una serie de artículos (reimpresos en Ensayos sobre las acciones y los acaecimientos en1980), ha
examinado la distinción entre acciones y acaecimientos, la conexión entre las
causas y las razones de la acción y la naturaleza de la akrasía (o la acción en contra de nuestro mejor juicio). Todos
estos son asuntos centrales en Aristóteles, y algunas de las respuestas de
Davidson son respuestas aristotélicas. Aquí, como en cualquier otro lugar, las
observaciones de Aristóteles son
lacónicas y condensadas, algunas veces hasta el punto de ser oscuras. Pero, por
contener el pensamiento de un supergenio filosófico, su repetido estudio y
reflexión son recompensados por ellas.
No podemos dejar de nombrar un autor que es
definitivamente aristotélico. A diferencia de otros filósofos contemporáneos,
que se centran en argumentos lógicos, analíticos o científicos, el filósofo
escocés Alasdair MacIntyre utiliza el sistema de la narración histórica o de la
filosofía narrativa. Un ejemplo claro es su libro After Virtue, o Tras la virtud,
en el que explica el desarrollo de algunos conceptos éticos a lo largo de la
historia. Entre los distintos tipos de investigación filosófica (tradiciones o
escuelas) propone, sea en el ámbito del ser o en el del deber
ser, el modelo que le parece más adecuado: el aristotélico.
FILOSOFIA DE LA CIENCIA. En su tarea de exploración científica, los principales intereses de Aristóteles incluyen
problemas hoy vivos y controversiales. Todavía se debate sobre la naturaleza de
la explicación científica y la estructura de las teorías científicas. Los
problemas acerca de la teleología todavía urgen en las ciencias biológicas: ¿qué
justificación existe para explicar los procesos por referencia a sus fines y
metas, y cómo se relacionan tales explicaciones con las que se dan en términos
de leyes naturales ordinarias que gobiernan los procesos físicos? En fin, los problemas sobre la necesidad natural y la
definición esencial vuelven a florecer hoy en día, aunque en otro tiempo se los
creyó muertos. Las definiciones científicas no son, después de todo, simples
abreviaturas verbales. A menudo encierran importantes descubrimientos y pueden
dar la verdadera naturaleza o la esencia de una clase de cosas (o
acontecimientos o fenómenos) no plenamente entendidos previamente. Algunas de
las discusiones de Aristóteles acerca de los tipos de definición y sobre el
papel de las definiciones en la ciencia se vinculan claramente con la obra de
escritores recientes como Hilario Putnam y Saul Kripke
Sobre LÓGICA FILOSÓFICA, el profesor Ackrill se refiere a tres puntos importantísimos en esta materia. (i) Señala que el
interés por las categorías y las diferencias categoriales y de tipos se remonta
a Aristóteles. El examinó esas diferencias con entusiasmo y frecuentemente se
hizo de un buen número de ellas a –al igual que los filósofos modernos- para
resolver o disolver problemas. Los argumentos categoriales que dominan en ese
clásico del siglo XX, que es el Concepto
de la mente, de Gilberto Ryle, fueron acuñados por primera vez en el taller
de Aristóteles. (ii) Las cuestiones sobre la identidad y la individuación han
absorbido recientemente a muchos filósofos; son cuestiones cruciales para la
lógica y la metafísica. Aristóteles se dedicaba a ellas con frecuencia y dio
pasos importantes para responderlas. Así, por ejemplo, reconoció que ‘¿es el mismo?’ necesita
complementarse por ‘¿es el mismo tal y cual?’. Sólo con respecto a cierta
clasificación o descripción pueden plantearse y responderse con propiedad las
cuestiones sobre la mismidad. (iii) Poderosas ideas en la filosofía reciente
son las relativas al sentido y a la referencia, y a la opacidad referencial.
Tales ideas, aunque no las etiquetas, son familiares a Aristóteles y son por él
utilizadas en toda clase de contextos. Decimos que la ‘estrella matinal’ y la
‘estrella vesperal’ tienen la misma referencia pero diferente sentido. Él diría que la estrella matinal y la
estrella vesperal son lo mismo, pero que su ser no es el mismo; ser la estrella
matinal no es lo mismo que ser la estrella vesperal, aunque la estrella de la
mañana es, de hecho, la misma estrella de la tarde. En relación con la
opacidad, las frases claves de Aristóteles son ‘en sí mismo’ y ‘por accidente’
o ‘accidentalmente’ (per accidens).
Si a es b no en sí misma sino per
accidens, no se puede sustituir ‘b’
por ‘a’ en una sentencia verdadera y estar seguro de que la nueva frase será
igualmente verdadera.
TEORÍA DE LARGUMENTACIÓN. La retórica aristotélica es toda ella la
modernisima teoría de la argumentación. La teoría de la argumentación concibe
la naturaleza del lenguaje como esencialmente persuasiva, esto es, orientada a
conducir al receptor hacia el punto de vista desde el que el emisor presenta la
información en su discurso. Esta concepción
argumentativa del lenguaje está en el centro de la concepción clásica de
la retórica. Aristóteles distinguía los textos
argumentativos (científicos, dialécticos y retóricos) de los poéticos y de los
históricos.
Después de conocer un cierto descrédito,
relacionado con el declinar de la retórica y con la influencia de determinadas
formas de cientificismo, los estudios de la argumentación han sido refundados
en la segunda mitad del siglo XX en la llamada nueva
retórica, a partir de los trabajos de Ch. Perelman y L.
Olbrechts-Tyteca (1958), S. Toulmin (1958), y J. C. Anscombre y O. Ducrot
(1983), fundamentalmente. En la nueva retórica se considera
que el lenguaje sirve sobre todo para convencer, para incidir en el
interlocutor. Así, pues, lo que define la naturaleza del lenguaje es su
carácter persuasivo. Pero esta dimensión argumentativa del lenguaje constituye un
vehículo privilegiado para acceder al significado discursivo.
Creo que lo visto es suficiente. Concluyo
pensando que la audiencia ha podido comprobar que el Estagirita es un filósofo
de nuestro tiempo. Por eso estamos celebrando este simposio, esto es, dándonos
un banquete de aristotelismo. Y no sé si alguno de los ponentes es discípulo
seguidor de Aristóteles, pero entiendo que todos ellos son estudiosos del pensamiento
del fundador del Liceo.
Muchas gracias
Ponencia presentada en el I Simposio Aristóteles Aquí y Ahora, UPEL (antitguo Instituto Pedagógico de Caracas), Caracas, Venezuela, el 25 de noviembre de 2016