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miércoles, 1 de abril de 2009

TEORÍA DE LA REVOLUCIÓN: CONFEDERACIÓN

Algo gordo debe de estar pasando con la Revolución para que sus “ideólogos” estén cortando una de las tres raíces del árbol de los conjurados. (Aunque, lo más seguro, es que se hayan decidido a podar y a serrar el famoso árbol que se había ido secando. La raíz bolivariana fue cortada con un solo hachazo el 15 de febrero pasado, y más de seis millones de votos hicieron leña del asunto de la tiranía que dice que ésta nace de la costumbre del pueblo de obedecer. En su estilo siempre desenfadado, Manuel Caballero nos informó con lujo de detalles sobre lo ocurrido al feberalismo zamorano). 

Uno de los argumentos de Simón Rodríguez -la tercera raíz de la frondosa mata- para oponerse a la monarquía versa sobre la corrupción en la distancia. “La ventaja del Gobierno de uno solo -dijo en la Defensa de Bolívar- es que lo que el Gobernante manda se hace; pero tiene la desventaja de no saber siempre el Gobernante lo que manda, porque no puede verlo todo. Las providencias del Soberano recaen en último resultado sobre la Economía: esta pide ojos en todas partes, y el Soberano no ve sino las pinturas que el interés de cada Ministro le presenta (...). Se cree que el sistema Republicano está sujeto a los mismos inconvenientes, en esta parte; pero es porque no se advierte que su Administración es Monárquica” (¡Toma tu tomate!, provoca decir). 

En una larga carta al coronel Anselmo Pineda, fechada en Túquerres, Colombia, el 2 de febrero de 1847, le dice el filósofo sobre el asunto de la centralización que hoy desvela a muchos venezolanos: “Los vastos dominios se gobiernan mal, porque la dominación degenera en tiranía, al paso que se aleja del centro. La influencia moral es al revés de la influencia física; en esta se ve que los cuerpos inmediatos a un foco se abrasan, mientras que los distantes están fríos; por el contrario, la Administración más moderada es despótica a lo lejos, por el abuso que los empleados hacen de sus facultades, al favor de la distancia”. 

Pero también en la misma carta el maestro de Bolívar apunta soluciones: “La verdadera utilidad de la creación [de dos provincias nuevas] es hacer que los habitantes se interesen en la prosperidad de su suelo; así se destruyen los privilegios provinciales (...) Ojalá cada parroquia se erigiera en Toparquía; entonces habría confederación... el Gobierno más perfecto de cuantos pueda imaginar la mejor política! es el modo de dar por el pie al despotismo”.

 ¡Quién diría que la contra se ha puesto a la sombra del árbol de la conjura y los próceres de la Revolución tienen que entrar en la Misión Róbinson para formarse ideológicamente!

miércoles, 18 de febrero de 2009

Teoría de la Revolución: El juego

La obra de Germán Roscio El triunfo de la libertad sobre el despotismo, libro de cabecera del presidente mexicano Benito Juárez, es una de las pocas obras de teoría política de la época de la Independencia de América. Su contemporáneo y compatriota, el también caraqueño Simón Rodríguez, no sólo escribió de teoría política para aclarar los acontecimientos de su turbulenta época sino de teoría revolucionaria. 

A 198 años de la Independencia, 149 de la Federación y 10 de la Revolución bonita, el maestro de Bolívar tal vez nos pueda dar algunas lecciones de lo qué entender por revolución y qué podemos esperar de la última nombrada. En el artículo de hoy me limitaré a una comparación. En los que vienen prometo seguir hurgando en nuestro pasado más heroico para entender lo porvenir que se ve bastante prosaico. 

En Lima, en 1842, casi al final de Sociedades Americanas en 1828, el filósofo caraqueño comparó “el estado de la Cuestión Política, en América, a un JUEGO”. No deja de sorprender la comparación. También en su época, pues escribió a continuación: “¿Qué tiene que ver la Revolución con el JUEGO? (preguntarán algunos)”. “El que no vea que la contienda actual es un JUEGO no tiene ojos intelectuales”, les contestó. Y pasa a definir: “Jugar es apostar a quien gana”. 

En estos días los venezolanos apostaron: unos perdieron, otros ganaron. De los que perdieron –que fueron obligados a jugar, aunque no tenían ganas-, unos se defienden diciendo que “el ventajismo oficialista tornó el referéndum en un gran fraude”; otros denuncian “un plan intimidatorio (que) existe y seguirá existiendo”. Los ganadores aseguran que derrotaron la mentira de las encuestas de empresas que venden perro y que cuando la gente llega a su casa descubre que era gato (en mi época se decía dar gato por liebre). Y debe de ser verdad, pues no se entiende que los “ganadores” de hace dos meses hayan perdido por más de nueve puntos en tan poco tiempo. Pero así es el juego electoral. Es muy posible que el lector de hoy, al igual que el de ayer, cuando se le dice juego asocie la palabra con perinolas, yoyos, metras, trompos, vuelos de papagayos, escondites y tantos otros regocijos que poblaron nuestra infancia. 

Pero el juego al que se refiere el Sócrates de Caracas es un poco más peligroso que los nombrados. Lo describió así: “Si porque el contrario me lleva una parada, lo mato ¿con quién sigo jugando? Y si cuando yo gané me hubieran matado… ¿jugaría hoy?” La comparación se estableció para denunciar el prejuicio de “los que sostienen que la Revolución debe seguir su curso”… entendiendo que el curso es seguir insultándose, desterrándose y matándose por opiniones que no tienen otro fundamento que el modo de proceder en la misma empresa.

carloshjorge@hotmail.com

Llegado hasta aquí, lector, te pido un Comentario para que me orientes. Salud.

martes, 26 de agosto de 2008

Dos modelos

En la independencia de las colonias iberoamericanas del Imperio español, hubo dos tipos de emancipadores: los políticos ( fundamentalmente militares) y los mentales. 

A este segundo grupo pertenece, sin duda, Simón Rodríguez. Desde Oruro, el 30 de septiembre de 1827 le recuerda al héroe de Carabobo , Boyacá, Junín y Presidente de Colombia que “¡Jactancia... estúpida presunción será, tal vez, parecerá el decir que la emancipación del mediodía de América depende, para consolidarse, de la influencia de la influencia de un hombre tan oscuro como yo...!” 

Sobre el trabajo realizado por los llamados libertadores, escribió el filósofo caraqueño en 1843: “Somos independientes, pero no libres; dueños del suelo, pero no de nosotros mismos. Las preocupaciones [léase prejuicios] políticas que nos dominan no caducarán, como muchos lo esperan; al contrario, al lado de las ideas liberales, las harán bastardear. Otras fuerzas que las que empleamos para emanciparnos, debemos emplear para libertarnos... las de la razón”. 

¿En qué hombre libre está pensando el filósofo? Sin duda alguna, en el enkratés clásico. El modelo de hombre que tiene en mente como ideal es el del filósofo. Y más: quiere para América “un pueblo de filósofos”, deseo que será objeto de mofa por parte de sus adversarios. Y es que para Rodríguez, ser filósofo significa ser pensador, crítico, justo y reformador continuo, no profesor de Filosofía. 

El siglo XX elaboró en América Latina un tipo de político-guerrero un poco distinto al del siglo anterior: el guerrillero, revolucionario defensor de pobres, humildes y explotados. Fidel Castro, en la velada solemne en memoria del Comandante Ernesto Che Guevara del 18 de octubre de1967, trazó el retrato del modelo. “Si queremos expresar cómo queremos que sean los hombres de las futuras generaciones -gritó en la Plaza de la Revolución de La Habana-, debemos decir: ¡que sean como el Che”. “Che se ha convertido en un modelo de hombre no sólo para nuestro pueblo sino para cualquier pueblo de América Latina. Che llevó a su más alta expresión el estoicismo revolucionario, el espíritu de sacrificio revolucionario, la combatividad del revolucionario, el espíritu de trabajo del revolucionario, y Che llevó las ideas del marxismo-leninismo a su expresión más fresca, más pura, más revolucionaria. ¡Ningún hombre como él en estos tiempos ha llevado a su nivel más alto el espíritu internacionalista proletario!” 

Acabamos de enterarnos de que “la guerra de guerrillas pasó a la historia” y que “a estas alturas en América Latina está fuera de orden un movimiento guerrillero armado; esto hay que decírselo a las FARC”. 

Pero lo que causó tanto asombro, ya lo había dicho el filósofo caraqueño en 1834: “Descríbase una peste y se describirá una Revolución”, pues también se le puede llamar “calamidad...!... castigo...!... azote...!... plaga...”

carloshjorge@hotmail.com Publicado por Tal Cual, pág. , el miércoles 27 de agosto de 2008.
Lector, si me dejas un Comentario, mejoro el blog. Doblemente agradecido

miércoles, 16 de julio de 2008

Fourier viaja a Utopía




Hacia 1835 se veía cada día en París a un viejito pulcro, de corbata blanca y levita negra, abandonar su humilde habitación de la calle Saint-Pierre, Montmartre, y dirigirse hacia un café del Palais Royal. Allí se sentaba, leía los periódicos y tomaba apaciblemente un café. Su cabeza socrática, sus ojos azules que desprendían una extraña luz inteligente, su nariz aguileña desviada hacia la izquierda y su manía de escribir en la mesa apenas llamaban la atención. Quien tenía el privilegio de observarlo advertía que el anciano abandonaba su café y sus periódicos poco antes del mediodía y se dirigía con cierta prisa a la calle de Montmartre. Y es que desde 1826 había citado a esa hora en su casa a alguno de los cuatro mil mecenas posibles que, según él, podían financiar la primera asociación de su invención: el falansterio para la felicidad. Sin embargo, en su buhardilla esperó inútilmente la llegada de Chateaubriand, Bolívar, lady Byron, George Sand, el presidente Boyer de Santo Domingo, el príncipe boyardo Scherematov... También había escrito al emperador Napoleón, a los ministros de la Restauración y a los de Luis Felipe. Ninguno de ellos acudió a la extraña llamada.

Este anciano era Carlos Fourier (1768-1837), fundador de la escuela societaria y falensteriana de los economistas reformadores. Profeta de transformaciones radicales, había escrito con orgullo en 1808: “Yo solo he conseguido confundir veinte siglos de imbecilidad política y las generaciones actuales y futuras sólo a mí deberán la iniciativa de una inmensa felicidad. Antes de mí, la humanidad ha desperdiciado varios miles de años luchando locamente contra la Naturaleza. Yo, el primero, me he doblegado a ella al estudiar la atracción, órgano de sus decretos; y ella se ha dignado sonreír al único mortal que le rindió culto y me ha entregado todos sus tesoros. Poseedor del libro de los Destinos, vengo a disipar las tinieblas políticas y morales, y sobre la ruina de las ciencias inciertas elevo la teoría de la Armonía universal”.

Para Fourier el gran mal de la sociedad moderna resulta de que las pasiones que mueven a los hombres son contrariadas y oprimidas sin cesar. Los crímenes, los vicios y las degradaciones de los individuos no son sino el producto de la resistencia que encuentran. En consecuencia, el amor libre será la ley del Falansterio; en otros términos, comunidad de hombres y de mujeres. Esto, a su vez, produce un control sobre el crecimiento de la población, pues si, en vez de unirnos en parejas y favorecer la fecundidad por medio de la exclusión, nos prostituimos todos, se está logrando el equilibrio demográfico. Amor libre es amor estéril.

En Brasil hubo dos grandes experimentos fourieristas. El del médico francés Jean-Benoit Mure en Palmetar, Estado de Santa Catherina, y la colonia Cecilia, del genovés Giovanni Rossi. Después del fracaso, proyectó otra en las fronteras del Mato-Grosso con indias salvajes que no estarían “contaminadas” como las genovesas y que aceptarían sin prejuicios el amor libre.


Publicado por TalCual el jueves 16 de agosto de 2007, p. 17
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