Para
Fátima De Abreu
y
Alexis Hernández
Comienzo con una confesión. Yo no soy ningún experto ni en la
vida ni en la obra del Dr. José Gregorio Hernández. Lo que voy a exponer se
basa, en gran medida, en las
investigaciones de Fátima de Abreu y Alexis Hernández, aplicados alumnos míos
de Educación, mención Filosofía, en el Instituto Universitario Padre Ojeda
(IUSPO) en Los Teques. No está de más recordar en este caso (y siempre) el
tercer precepto de Ulpiano: cuique suum
tribuere. Vaya para ellos mi pago y mi agradecimiento.
“El doctor José Gregorio
Hernández –escribieron en su tesis[1] de licenciatura Alexis y
Fátima- fue un hombre formado como científico en la escuela positivista del
siglo XIX, y a su vez tuvo una formación humanista inculcada por su familia y
enriquecida por su bachillerato en Filosofía” (p. 5).
En la Venezuela del siglo XIX había una
visión radical del positivismo que presentaba a la ciencia como el único camino
para alcanzar el conocimiento y el progreso real. Pero ya en ese período
existía también en Venezuela el humanismo que vino junto con la cultura
española y que presentaba una visión de hombre como ser integral, como un ser
digno y capaz de encontrar valor en sí mismo y en el otro. En consecuencia,
tenemos dos posturas enfrentadas, es decir, positivismo o humanismo. En otros
términos, la ciencia del positivismo busca su crecimiento sin contar con el
hombre, sin tener en cuenta sus raíces culturales. Su único propósito, el
progreso material.
La postura humanista, por su parte, pretendió avanzar sin tomar
en cuenta la ciencia exitosa, llevando de una manera u otra a estancar al
hombre en un punto donde todo giraba a su alrededor. Pero a finales del siglo
XIX y a comienzos del XX, existió un venezolano que dedicó parte de su vida al
intento de conciliar estas dos posturas antagónicas, haciéndose crítico de ellas
e integrando los aspectos que pudiesen favorecer a la sociedad.
José Gregorio Hernández tuvo una doble formación: por el lado de sus
padres, católica; por su profesión, positivista; pero a pesar de los años de estudios
no se borró de él la formación religiosa, aunque ésta fuese en contra de su formación educativa.
En sus escritos[2] se constata la educación positivista,
pero en la práctica está muy presente su
formación humanista. Esa combinación de positivismo y humanismo fue de gran
ayuda para el pueblo llano que hoy lo venera. En ese pueblo, Hernández vio la
posibilidad de unir dos corrientes totalmente distintas. De cada una tomaba lo
bueno. Usaba la ciencia con provecho,
pues permitía el conocimiento de manera ordenada para alcanzar ciertos
beneficios. Por otro lado, no mantenía
la idea de ver en la ciencia el único camino hacia la verdad. Pero volvamos sobre los términos.
POSITIVISMO
El positivismo tuvo sus inicios en Europa, específicamente en la
Francia de comienzos del siglo XIX. Llegó a América Latina a finales del mismo
siglo. Se padre se llamaba Augusto Comte.
“La filosofía comtiana –escribió un autor- intenta mostrar que
el positivismo es el resultado de un desarrollo histórico que se encuentra en
la ley de los estados[3].”
Pues para Comte, los hechos verificables
son la unidad de lo fenoménico, lo dado que se considera observable y
verificable. Es la única forma, no hay otra. Este es el método científico. Así
se van formando las leyes y los paradigmas, ya que los hechos positivos no se
presentan en caos, sino ordenadas como ley. Y las leyes no nos dicen el porqué
de las cosas, sino el cómo ocurren los hechos.
En Latinoamérica, el positivismo
será la doctrina filosófica que reemplazará a la escolástica. Fue este su
principal propósito: ser visto como una herramienta de construcción. Es decir, ser lo que la escolástica fue durante y
después de la colonia: un instrumento de orden mental[4],
la emancipación. “Los hispanoamericanos vieron en el positivismo la doctrina
filosófica salvadora[5]”.
Se presentó como el camino más adecuado para ir tras un nuevo orden social y
mental que sustituyera al actual, y así poner fin al desastre social y político
en el que se encontraba sumergido el continente.
La introducción del positivismo en Venezuela
es casi inmediata luego de la publicación de la obra de A. Comte y H. Spencer.
Comienza a desarrollarse en la Universidad Central de Venezuela en 1863 con
Adolfo Ernst y su cátedra de Historia Natural, prosigue en 1866 con Rafael
Villavicencio y su cátedra de Historia Universal. En torno de ellos se nucleó
un grupo de alumnos que integraron la Sociedad de Ciencias Físicas y Naturales
establecida en 1867. En 1882 se creó la fundación del Instituto del Saber.
Mediante estas instituciones se dan a conocer en el país las doctrinas
evolucionistas y positivistas, que van a ser publicadas en el diario La Opinión
nacional.
Es el tiempo de Guzmán
Blanco (1870-1882) el que permite la entrada de ideas positivistas a través de
innovaciones en la educación y la salud. Así se fundan el Hospital Vargas, el
Instituto Pasteur de Caracas, la Academia de Medicina y La Gaceta Médica. Y con la introducción del positivismo
entra también un espíritu antirreligioso y anticlerical, tal como lo
quería Comte.
En Venezuela se reconocen tres momentos
o periodos positivistas muy destacados. El primer período se caracteriza
por una juventud que desarrolla su pensamiento en la época del liberalismo
guzmancista. Los muchachos son liberales y democráticos, que utilizan la teoría
positivista como instrumento crítico contra los valores y creencias
tradicionales. Este primer momento de divulgación del positivismo se prolonga
hasta el año 1908 y coincide con los gobiernos de Guzmán Blanco, Rojas Paúl,
Andueza Palacios, Joaquín Crespo, Ignacio Andrade y Cipriano Castro. Sus
exponentes son: Adolfo Ernst y Rafael Villavicencio como difusores; Luís
Razetti, Ramón Briceño Vásquez, Delgado Palacio y Vicente Marcano como alumnos
continuadores. A esta etapa también corresponde la obra científica, filosófica
y literaria de José Gregorio Hernández[6].
Pero esta corriente filosófica deja a
un lado lo espiritual y lo metafísico. Ya no ve al hombre como un ser que posee
una dimensión inmortal, sino como un ser únicamente material, finito, sujeto a
la muerte. Si la educación es llevada por el positivismo, los estudiantes se
irán formando en esa línea, y tendremos a una sociedad de profesionales sin un
sentido humano como tal. No importará el hombre sino el progreso, aunque,
paradójicamente, el progreso se logra por el hombre, que es progreso del hombre.
Y progreso es solidaridad del
hombre con el hombre.
Esto lo entendió muy bien José Gregorio Hernández que, como muchos otros
venezolanos, fue educado en los ideales del pensamiento de Augusto Comte.
HUMANISMO
El término ‘humanista’ apareció en
Italia en 1538. Y el término ‘humanismo’ se oyó por vez primera en 1808. Entre ambas fechas, la modernidad. El
Renacimiento es el puente entre la filosofía medieval y la filosofía moderna,
puente que permite el paso. Sus fuerzas culturales más poderosas son el
humanismo, la reforma protestante y el avance de la ciencia.
Debo aclarar que al
humanismo no se lo debe identificar con el Renacimiento, porque el humanismo es
un episodio dentro del Renacimiento. Es una corriente renacentista que busca
valorar al hombre como tal por medio de los clásicos griegos. Éstos se
encontraban olvidados en la
Edad Media. De este modo empiezan a ser tomados en cuenta de nuevo, pero
acompañados de nuevas ideas. Se quiere redescubrir al hombre.
Abundando un poco más, habrá que decir que el
humanismo es una corriente amplia, que toma en cuenta lo artístico, filosófico,
literario, etc., y siempre resaltando al hombre. Busca cambiar la visión
medieval teocéntrica por una visión antropocéntrica. El hombre es lo más
importante[7].
El modelo humanista era el
enciclopedista, el hombre que deseaba descubrirlo todo mediante el uso de su
razón. Se profundizó la investigación sobre el cuerpo humano, la física, la
química, la astronomía y la navegación[8].
Puede considerarse el humanismo como principio de todo el
pensamiento moderno, intento coherente en la preparación de un nuevo concepto
de mundo, cuyo centro era hombre mismo.
Resulta ineludible comentar que, en el
Renacimiento, el humanismo significó un criterio de la vida, y que a pesar del
desprecio por el Medioevo no se dejaba
de aceptar la idea de Dios. Se compartía con las ideas de la antigüedad.
Por último digamos que hay
distintas versiones de humanismo según los distintos momentos históricos. Así
tenemos el humanismo del Renacimiento de los siglos XIV al XVI, el nuevo
humanismo del período del clasicismo y del romanticismo alemán de los siglos
XVIII y XIX y los humanismos contemporáneos, que son la mayor parte de los sistemas
filosóficos generales y de la ética[9].
JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ
José Gregorio Hernández nació
en Isnotú, Edo. Trujillo, el 25 de octubre de 1864 y murió en Caracas el 29 de
junio de 1919. Al doctor José Gregorio Hernández lo llamaban “médico de los
pobres”; mas no sólo se dedicaba a los pobres, aunque su principal atención iba
enfocada a los más necesitados. Este venezolano se diferenciaba de los otros
médicos por diversas razones. Adelantando algo, era un médico que no sólo
atendía por ser médico, sino que también atendía solidariamente a sus pacientes
y con un gran sentido compasivo, y hasta religioso, ya que consideraba a Dios
como el complemento perfecto de todo ser humano. Hernández se hizo hombre de
ciencia por su profesión y hombre sensible ante los demás por su formación y
decisión. Fue un hombre con un carácter positivista y humanista.
Escribió un biógrafo:[10]
“José Gregorio fue un médico a tiempo completo. Reformó la escuela de medicina
y formó muchas generaciones de nuevos médicos disciplinados y conscientes.
Escribió artículos de reflexión filosófica, humanista y cristiana encaminados a
orientar a sus compatriotas. Fue médico de ricos y pobres, escogido por sus
conocimientos científicos y por su dimensión humana fuera de serie. Como
cristiano veía a Dios en todas las cosas, principalmente en los pobres,
enfermos y los niños. Al mismo tiempo que aliviaba el dolor corporal confortaba
a los pacientes con sus palabras amables y evangélicas”.
LEGADO LITERARIO
José Gregorio Hernández
dejó enseñanzas y contribuciones destacadas para la posteridad. No sólo en el campo de la medicina, sino también en
los aspectos humanos, filosóficos y morales. Su legado gira en torno de la
humanidad del hombre, la educación y la ciencia como herramienta para el bienestar
de la sociedad.
Así que para estudiar de
una forma más ordenada o estructurada los legados y aportes de Hernández,
durante su vida y después de su vida, se pueden clasificar de acuerdo con su
trabajo como médico, profesor y escritor.
Como escritor, Hernández abordó temas
relacionados con la medicina, la filosofía y la literatura. Su obra escrita
constituye un verdadero aporte a la sociedad venezolana. En ella está plasmada
su vida interior, su pensamiento y sus estudios.
Los escritos publicados en
vida sobre medicina llevan los siguientes títulos: La doctrina de Laennec que asienta la unidad del tubérculo, es hoy una
verdad comprobada a pesar de la escuela de Virchow, que sostiene su dualidad; Sobre el número de los
glóbulos rojos; Sobre
la angina de pecho de naturaleza paludosa; Elementos de bacteriología; De la
nefritis en la fiebre amarilla; Estudios de parasitología venezolana. De la
bilharziasis en Caracas; Elementos de embriología general. Prolegómenos; Lecciones
anatomapatológicas de la pulmonía simple o crupal; Estudio sobre la anatomía
patológica de la fiebre amarilla; Nota preliminar acerca del tratamiento de la
tuberculosis por el aceite de Chaulmoogra
En los Los Elementos de la filosofía enseña que
ningún hombre puede vivir sin tener una filosofía, pues ésta es el estudio
racional del alma, del mundo y de Dios y sus relaciones.
La filosofía que él vivió
y que le sirvió quiso colocarla en público para que también sirviera a todo aquel
interesado. Él decía que la filosofía que escribe fue la que le ha hecho
posible la vida: “las circunstancias que me han rodeado en casi todo el transcurso
de mi existencia, han sido de tal naturaleza, que muchas veces, sin ella, la
vida me habría sido imposible”. Pero recordaba que antes de la filosofía estuvo
la religión, y que su tranquilidad interior se debía a ella, pues le permitía
pensar con claridad. Afirmaba que todo está relacionado y unido a algo. Al
hablar sobre la unidad, señalaba que todo es uno. Al tratar de entender algo,
ese algo permite entender el todo, ya que todo está unido y todo posee relación.
En
su expresión literaria escribió cinco obras de prosa limpia y directa. Ellas
son La verdadera enfermedad de Santa Teresa de Jesús (1907), El Sr.
Nicanor Guardia (1893), Visión de arte (1912), En un vagón
(1912) y Los maitines (1912). Todas estas obras fueron publicadas en la
revista El Cojo ilustrado, excepto La verdadera enfermedad de
Santa Teresa de Jesús, que permaneció inconclusa e inédita.
José Gregorio Hernández y Simón Bolívar son, para los
venezolanos, el padre de la patria, a quien admiran y que es modelo de casi todo, y el médico bondadoso a quien piden y le
agradecen sus favores. En terminología jungiana, diría que son los dos nombres
propios de dos arquetipos más destacados de nuestro inconsciente colectivo, el
arquetipo del héroe y el del cuidador. Y que en un caso y en el otro hay mucha
ignorancia sobre ellos.
En este sentido no puedo menos que recordar aquí, para terminar,
las palabras de Hegel en la Fenomenología
del espíritu: “Lo conocido en términos generales, precisamente por ser conocido, no es reconocido. Es la
ilusión más corriente en que uno incurre y el engaño que se hace a otros al dar
por supuesto en el conocimiento algo que es conocido y conformarse con ello;
pese a todo lo que se diga y se hable, esta clase de saber, sin que nos demos
cuenta de por qué, no se mueve del sitio” [11].
Muchas gracias por su atención.
Caracas, mayo de 2019.
En el centenario de la muerte de José Gregorio
Hernández.
Conferencia en la Semana Universitaria de la Semana Universitaria e la UCSAR, cARACAS.
Lector, para comunicarse con el autor de la entrada, escriba a carloshjorge@yahoo.es
[1]
Fátima de Abreu y Alexis Hernández: Humanismo
y positivismo del Dr. José Gregorio Hernández, trabajo de grado para optar
a la licenciatura en Educación, mención Filosofía, IUSPO, Los Teques,
septiembre de 2010. Obra no publicada.
[3] LEÒN, F., “El positivismo como filosofía
política del gomecismo. Estudio del pensamiento de Vallenilla Lanz”, en Anthropos de Venezuela, 54/55 (2007) ,119.
[4]
Cf. íbidem, 77.
[5] ibidem,
78.
[7] GARCÍA, J. y FERNÁNDEZ, J., Historia de la Filosofía. VI.
Renacimiento. Humanismo y Ciencia, Alhambra Longman, Madrid,
1992,13.
[9] Cf. Diccionario
de filosofía en CD-ROM. Copyright © 1996. Empresa Editorial Herder S.A.,
Barcelona. Todos los derechos reservados. ISBN 84-254-1991-3. Autores: Jordi
Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.
[10]
DÍAZ, M., José Gregorio Hernández,
Salesiana, Caracas, 1986, 13-14.
[11]
HEGEL, G.W.F.: La fenomenología del
espíritu, FCE, México, l97l, pág. 23. Traducción de Wenceslao Roces.
Lector, para comunicarse con el autor de la entrada, escriba a carloshjorge@yahoo.es