miércoles, 24 de septiembre de 2008

De necesidades y deseos

A Camila Serrano

Algunos filósofos han postulado que la vida ética -la vida buena, como les gustaba decir a los clásicos- se configura entre el deseo y el goce. De otra manera: la necesidad es el último punto de referencia que señala dónde se encuentra el bien humano y el deseo es la interpretación de esa necesidad, de lo que nos hace falta. Al revisar los fundamentos de aquello que permite vivir moralmente, encontramos que el deseo y el goce son dos conceptos relacionados entre sí dialécticamente, donde el goce es el término universal y el deseo, el particular. Entendidos de este modo, el goce es para un deseo y el deseo es deseo de goce. Ambos términos aparecen entonces como dos momentos que, dentro del movimiento del todo y a través de él, se contraponen y se cancelan dialécticamente, esto es, conservándose.

La necesidad es premoral, pues expresa la falta-en-ser del individuo humano. En efecto, sólo después de satisfacer la carencia de alimentación, vestido, alojamiento, curación y distracción que nos persigue, se puede pensar en vivir racionalmente, esto es, éticamente. Pero la necesidad de distraernos, es decir: de estar fuera de nosotros mismos, introduce una tremenda distorsión de la necesidad, creando una graduación de necesidades indispensables de satisfacer, facticias o convencionales y ficticias. Por ejemplo, a este último grupo de necesidades imaginarias pertenece la de tener una corbata de seda Louis Vuitton, un reloj Cartier, estilográficas Mont Blanc, camioneta Hummer, güisqui escocés de 18 años, quinta en el Este o viajar a Orlando. Siempre es mejor todo ello que andar en alpargatas, vivir medio desnudo entre cuatro latas y tener que curarse en Barrio Adentro I y II.

Ahora bien, comúnmente se le reclama a la Revolución Francesa el que no haya desarrollado su lema de igualdad y se haya contentado con postularlo sólo como principio formal de los ciudadanos ante la ley. Pero esa profundización se da, y con creces, en la revolución que nos arropa: diez funcionarios ganan igual que 513 trabajadores de salario mínimo. En otros términos, socialismo del siglo XXI e igualdad van de la mano. El igualitarismo salarial cubano de diecisiete dólares mensuales acaba de ser derrotado, por la razón que han dicho los jerarcas carcelarios de La Habana: "no hay que tenerle miedo a los altos salarios, siempre que correspondan a resultados concretos". Claro que esos resultados concretos deben de ser los obtenidos por los jefes, sospecha uno.

En conclusión, escasa y exigua satisfacción de necesidades para el proletariado, que con un sueldo de Bs.F. 799 no puede pretender una vida decente; satisfacción plena de sus deseos para la vanguardia revolucionaria... por ahora. Por eso la revolución se llama bonita.

Publicado por Tal Cual, pág. 21, el miércoles 24 de septiembre de 2008
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miércoles, 10 de septiembre de 2008

Dignificación



A Guillermo Mosquera

 
Tanto si se afirma que el término latino ministerium viene de manus: mano o de minus: menos, en cualquier caso el derivado castellano 'ministerio' significa servicio, y ministro, servidor. Hablar entonces de Ministerio del poder popular para lo que sea no deja de ser una expresión muy engreída y muy poco modesta como exige el nombre.

Uno entiende el gusto de los revolucionarios por las palabras pomposas, porque es más fácil y rápido -creen ellos- hacer cambios radicales en el lenguaje que en lo real. Los promotores de la Revolución bonita han sido exitosos en el fomento del uso de algunas palabras, unas para ofender, como escuálido, otras para halagar, como dignificar. Siguiendo el ejemplo del Minpopo para la Economía Comunal, que quiere dignificar en Sabana Grande el Trabajo Popular, un candidato opositor a la Alcaldía de Girardot adula a sus votantes buhoneros prometiéndoles un centro comercial en la Av. Bolívar de Maracay... que los dignificará.

Hay que aclararles a la revolución y a la contra plagiaria que "dignificar" literalmente significa "hacer digno", y lo que se quiere decir es "restaurar derechos que han sido arrebatados" o "dar un trato digno" a quien lo es por ser humano.

Ya Kant recordaba allá por 1775 en sus lecciones de ética que se debe respetar a cada ser humano porque toda persona sintetiza en sí a toda la humanidad. Todo ser humano es digno (que etimológicamente significa que "tiene el mismo precio o valor que otro"). Esto quiere decir, entre otras cosas, que la humanidad merece aprecio y que debe ser estimada digna cualquier persona, aunque se trate del más malvado de los hombres.

La dignidad del ser humano lo obliga a cada uno para consigo mismo con más fuerza que en el trato a los demás, pues sólo uno mismo puede rebajar en su propia persona la dignidad del género humano.

Teniendo lo anterior por delante, no puede uno menos que condenar los innobles medios que algunos desheredados, humillados y ofendidos, emplean para sobrevivir: depredación de accidentados en autopistas, saqueo de los cadáveres por desastres aéreos, de tráfico o por la furia de la naturaleza, invasiones... Tampoco puede uno dejar de lamentar que alguien que recibió una medalla por dar patadas reclame una casa digna que merece por ello: ya recibió su pago en bronce.

Uno condena y lamenta, porque como señalaba el genio de Könisberg, la vida tiene un valor inferior a la dignidad. Vivir no es algo necesario, pero sí vivir dignamente. Uno condena y lamenta, aunque comprende. Claro que no puede uno comprender a los vividores del régimen que se prostituyen practicando la sofística y echando a la basura toda dignidad, así sea por la necesidad de sobrevivir.

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Publicado por Tal Cual, pág. 21, el miércoles 10 de septiembre de 2008