Víctor M. Gruber F.
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Estimado amigo, reciba un cordial saludo de uno de sus lectores, y mis sinceras felicitaciones por su artículo en TalCual sobre los lateros...
Cuando empezó el "glorioso" gobierno de Chávez en 1999, inmediatamente se potenciaron los males sociales que venía sufriendo la sociedad venezolana, y con ellos entre otras cosas aumentó el número de buhoneros y de lateros.
Trabajaba yo como profesor en un Colegio Universitario Oficial, en la esquina de Mijares; y según mis horarios, a veces cubría un turno matutino, otras un turno nocturno; así que estaba condenado a circular por el endemoniado centro de Caracas, unas veces de día, otras de noche. Era la época de la lucha a muerte contra el alcalde Peña, pasado del chavismo a la oposición; las "tomas" chavistas de la Plaza Bolívar; la "Esquina Caliente"; buhoneros por millares; lateros, ladrones, carteristas, y gentes de mal vivir, se mezclaban con nosotros, ciudadanos de a pie, que teníamos que trabajar en las instituciones privadas u oficiales, para ganarnos el diario sustento.
Mis alumnos del diurno se quejaban de las molestias, y atracos, que sufrían por la zona central, y en las camioneticas de pasajeros; las quejas de los nocturnos eran mucho mayores, y tenían razón.
Daba terror salir de un curso a las 10 pm, pasar por el frente de la Prefectura de Catedral, cerrada a cal y canto; igualmente que el Cuartel de Policía de las Monjas; la sede de la Gobernación de Caracas, la sede del Concejo Municipal, etc., etc.
Daba miedo circular por la Plaza Bolívar, tan desguarnecida, que bien podía ser cualquier ciudadano asaltado, violado, y muerto en ese desierto de autoridades; y ni siquiera quedaba el consuelo de refugiarse en la Santa Catedral, como en tiempos muy antiguos, para pedir protección al Señor, contra las maldades de los humanos, o de las fuerzas infernales.
Se me ocurrió una solución, y así se la recomendé a mis alumnos y colegas: salir al trabajo disfrazados de lateros, y en la bolsa negra usada para la recolección de latas, u otros objetos, llevar el traje formal para trabajar. Nos reíamos a quijada batiente al imaginar los millones de "lateros" movilizándose por la ciudad, en el Metro, y en el transporte público, para llegar indemnes a las empresas, colegios, o ministerios, y empezar a trabajar.
Motivo de risa adicional era imaginar los pasillos, las oficinas y los baños de esas instituciones, congestionadas con el personal cambiándose de ropa, y guardando el disfraz en la bendita bolsa negra.
Pero se presentaba un nuevo problema, los amigos de lo ajeno, siempre pendientes de los cambios sociales, y de las repercusiones en sus "negocios", empezarían a sospechar de esa masa millonaria de "neolateros", bañados, afeitados, perfumados, y de buenos modales; y por tanto los harían objeto de asaltos y otras violencias. Casi se me anulaban las variables de mi plan de "seguridad" personal, pero inmediatamente obtuve una solución: los "neolateros" tendrían que dejar de bañarse, afeitarse, perfumarse, y debían vestir andrajos, y tener malos modales tal cual los verdaderos: ¡El camuflaje perfecto! Por tanto, al final del indefinido mandato del chavismo, Venezuela presentaría orgullosa al mundo su modelo del "Hombre Nuevo" del Socialismo del Siglo XXI: lateros de verdad, verdad: barbados, sin bañar, sucios, hediondos, andrajosos, de malos modales, y pobres de solemnidad.
Hasta aquí mi fantasía.
Nota bene. Este artículo fue publicado por Víctor M. Gruber en la fecha de hoy, 01 de agosto de 2008, en Tal Cual, pág. 20. Es el necesario complemento de mi publicación del pasado 30 de julio y que puede leerse más adelante con el título de Elogio del latero.
Llegado hasta aquí, lector, te pido un Comentario para que me orientes. Salud
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