sábado, 26 de noviembre de 2016

Discípulos de Aristóteles de ayer y de hoy






Debo comenzar con una confesión: no soy un experto en Aristóteles. Pero debo decir también que estudié con alguien que sí lo es. Y entre los recuerdos que guardo de mis estudios de filosofía antigua en la Universidad Central de Venezuela, se conserva muy nítida la afirmación del profesor Francisco Bravo de que el principal discípulo de Aristóteles nació más de mil años después de la muerte del Estagirita. En efecto, Aristóteles murió en 322 a.C. y Tomás de Aquino –de quien hablaba el profesor Bravo, gran conocedor de Aristóteles- nació en 1224. Entre las dos fechas corrieron, en realidad, más de mil quinientos años.
Santo Tomás escribe su obra entre 1252 y 1272. En esos veinte años desarrolla una ingente actividad productiva cuya máxima expresión es la Suma Teológica, pero que está adornada de pequeñas obras en forma de comentarios, "cuestiones libres" y "cuestiones disputadas", fundamentalmente, en el más puro estilo del tratamiento escolástico de los temas filosóficos y teológicos. A continuación haré un resumen de esas obras ordenadas cronológicamente para que los que desconozcan el asunto,
-De principiis naturae. Consideraciones sobre la naturaleza basadas en los libros I y II de la Física de Aristóteles.
- De Potentia. Cuestión disputada sobre este concepto aristotélico.
-Sententia super De Anima.
-Sententia libri Politicorum. Comentario a Política del Estagirita.
 -Sententia super Metaphysicam
-Sententia super Meteora
 -Sententia super Physicam.
Sententia super Peri hermenias. Comentario a la obra de Aristóteles Sobre la interpretación).
-Sententia libri Ethicorum
-Sententia de caelo et mundo
-Sententia super libros De generatione et corruptione.
Por si lo anterior fuera poco, la Suma Teológica no es sino un gigantesco esfuerzo para adecuar el dramatismo  del dogma católico a la racionalidad aristotélica.
Alguno de los presentes tal vez quiera decir que no hay que buscar tan lejos al mejor discípulo de Aristóteles, pues Teofrasto de Ereso (371-287 a.C.) le sucedió en la dirección del Liceo. Y no sin razón. El propio Estagirita lo había llamado ´teofrasto’, de théos (‘dios’) y phrazein (‘explicar, hablar’) en  alusión a la gracia y  a la suavidad de sus disertaciones, pues originalmente se llamó Tirtamo. Con el nombre que le puso Aristóteles llegó a ser uno de los hombres más célebres de la Grecia Antigua. Teofrasto presidió la escuela peripatética durante 36 años y murió en 287 a. C. Bajo su dirección, la escuela floreció admirablemente de modo que en un momento tuvo más de 2.000 estudiantes. A su muerte legó a la ciudad su casa con jardín y columnatas como lugar permanente de enseñanza. Por ello, tras su muerte, los atenienses lo honraron con un funeral público.
 Teofrasto aportó dos de las obras más importantes que se suelen señalar como el origen de la Botánica, constituyendo dos voluminosos tratados de la Antigüedad hasta el Renacimiento: 1) De historia plantarum, en 9 libros,y 2) De causis plantarum, en 6 libros. Por esta razón se le suele llamar el padre de la botánica.
Además de lo dicho, está su obra Los caracteres o Caracteres morales (Ἠθικοὶ χαρακτῆρες), que consiste en un breve, vigoroso y mordaz boceto de los tipos morales y que es una invalorable descripción de la vida de su tiempo. Por esta razón ha tenido muchos imitadores, notablemente Joseph Hall (1608), Sir Thomas Overbury(1614-16), John Earle (1628) y Jean de La Bruyère (1688), quien incluso tradujo Los caracteres.
En resumen, las dos posiciones, la de Santo Tomás y la de Teofrasto, tienen buenos argumentos para ser defendidas. Dejémoslas así y lleguemos a los tiempos que corren.
El profesor de la Universidad de Oxford J. L. Ackrill,autor de La filosofía de Aristóteles, Monte Ávila, Caracas, 1987, en traducción de F. Bravo, nos dice que por pertenecer la obra de Aristóteles a tantas áreas de la filosofía, y por echar las bases de la mayoría de ellas, sus principales temas e ideas nunca han estado completamente pasados de moda, aunque hayan sido mucho más apreciados en unos períodos que en otros.

Señala también este autor que los intereses de los filósofos contemporáneos están excepcionalmente cerca de los de Aristóteles. Muchos de nuestros problemas más ardientemente disentidos son problemas que él originó, y muchos de nuestros más característicos movimientos filosóficos son movimientos que él puso en marcha o que él explotó de un modo poderoso. Muchos de sus logros son hoy mejor entendidos y apreciados que en ninguna época del pasado. Echémosle, pues, una ojeada a esos temas, hoy, de la mano del profesor Ackrill y de su traductor el profesor Bravo.

LÓGICA FORMAL. La famosa teoría aristotélica del silogismo ha sido frecuentemente criticada y ridiculizada en el pasado, como una teoría pedante y árida, y, por añadidura, como enteramente contraria a los hechos del razonamiento humano. Pero a partir del desarrollo de una rigurosa lógica matemática, hemos llegado a ver que esa teoría fue, en realidad, un extraordinario logro de la lógica formal. Partiendo más o menos de cero, Aristóteles produjo una pieza de lógica casi perfecta y de rigor impresionante, que sólo puede ser evaluada con propiedad en una época en la que los ideales lógicos de completitud y rigor son entendidos y aceptados. El historiador de la lógica formal padre  dominico J. BOCHENSKI afirma, con conocimiento de causa, que sin duda alguna los Analíticos primeros, de Aristóteles, es la obra más importante de Lógica todos los tiempos.

FILOSOFÍA DE LA MENTE. El problema de la relación entre el cuerpo y la mente es un problema perenne. Tradicionalmente, visto como el problema de cómo pueden interactuar dos clases de cosas fundamentalmente diferentes (o de cómo pueden estar interrelacionados dos conjuntos de acontecimientos totalmente diversos), ha sido recientemente abordado de modos del todo nuevos. Las dos principales concepciones adelantadas en el debate contemporáneo son: (i) que los acontecimientos mentales son simples acontecimientos físicos de un tipo especial (teoría de la identidad); y (ii) que la psicología de ningún modo se ocupa de un tipo especial de cosas o de acontecimientos, sino más bien de un tipo especial de conceptos, que utilizamos para describir e interpretar acontecimientos físicos y psicológicos de una determinada manera explicándolos por referencia al funcionamiento y a la supervivencia del animal. A eso se le suele llamar funcionalismo.

También Aristóteles rechaza decisivamente las teorías dualistas de la mente y el cuerpo (y en este sentido, Daniel Dennett en La conciencia explicada no ha ido mucho más lejos que el Estagirita). Si su explicación puede o no describirse con seguridad, según lo ha hecho un escritor reciente, como un “sofisticado funcionalismo”, es algo que aún se puede discutir pero su pensamiento contiene, ciertamente, fuertes preanuncios de esta teoría, al igual que de la teoría de la identidad. El dominio de Aristóteles en materias biológicas y su interés por la vida en todas sus formas lo previnieron contra la obsesión de engolfarse en las dificultades sobre esas experiencias mentales privadas y sobre la autoconciencia, y lo llevaron a concentrarse en el análisis de varias funciones vitales y de sus mutuas relaciones, así como en la explicación de sus fundamentos físicos. Esta es también la orientación de la reciente filosofía de la mete.

METAFÍSICA. Este tema ha sobrevivido al ataque de los positivistas lógicos de los años 1930 y 1940, y ha florecido posteriormente en una nueva dirección. Los trabajos recientes reconocen el papel del lenguaje en la determinación y en la expresión de nuestro esquema conceptual, y se concentran en una metafísica descriptiva más bien revisionista –para utilizar un contraste formulado al comienzo de una de las obras más influyentes que se hayan publicado, en este campo, desde la Segunda Guerra Mundial: Individuos (1959), de P. F. Strawson. Los temas de muchos libros y artículos aparecidos desde entonces (sobre todo en los EE.UU.) son francamente aristotélicos. Cosas y cualidades, materia y cambio, nombres-número y palabras-masa sujeto y predicado: tales tópicos se hallan en el centro de las investigaciones de Aristóteles. Y su aproximación a ellos posee el mismo énfasis y sensibilidad lingüística que la de los metafísicos recientes. Algunas de sus indagaciones parecieron alguna vez bastante técnicas y poco estimulantes, comparadas con los atrevidos vuelos de la creatividad imaginativa; pero ahora podemos reconocerlas como esfuerzos fascinantes, no para revelar un mundo nuevo, sino para iluminar el presente y acrecentar nuestras intelecciones del mismo.

ÉTICA. La reflexión ética contemporánea tiene muchos rasgos y raíces aristotélicas. Distinguidos filósofos modernos han renovado la discusión de las cuestiones planteadas  por Aristóteles y han reconocido su deuda con él. Dos ejemplos relativos ambos a la acción humana. El artículo de J. L. Austin, “Una defensa en favor de las excusas”, publicado en 1956, ha provocado una obra sutil e importante en torno a la responsabilidad y los diversos modos de cómo un agente puede renunciar a la responsabilidad o buscar una excusa, o una justificación, para su acto. El asunto y la aproximación fundamental –a través de un cuidadoso estudio de las frases de excusa ‘por accidente’, ‘en ignorancia’, ‘involuntariamente’, ‘bajo coacción’- proceden directamente del libro III de la Ética a Nicómaco  de Aristóteles, un texto que el mismo Austin estudió y discutió con sus alumnos en sus cursos durante muchos años de profesor en Universidad de Oxford, de la que también J. L. Ackrill, a quien estamos siguiendo, es profesor.

El segundo ejemplo es el del filósofo norteamericano Donald Davidson. En una serie de artículos (reimpresos en Ensayos sobre las acciones y los acaecimientos en1980), ha examinado la distinción entre acciones y acaecimientos, la conexión entre las causas y las razones de la acción y la naturaleza de la akrasía (o la acción en contra de nuestro mejor juicio). Todos estos son asuntos centrales en Aristóteles, y algunas de las respuestas de Davidson son respuestas aristotélicas. Aquí, como en cualquier otro lugar, las observaciones de Aristóteles  son lacónicas y condensadas, algunas veces hasta el punto de ser oscuras. Pero, por contener el pensamiento de un supergenio filosófico, su repetido estudio y reflexión son recompensados por ellas.
No podemos dejar de nombrar un autor que es definitivamente aristotélico. A diferencia de otros filósofos contemporáneos, que se centran en argumentos lógicos, analíticos o científicos, el filósofo escocés Alasdair MacIntyre utiliza el sistema de la narración histórica o de la filosofía narrativa. Un ejemplo claro es su libro After Virtue, o Tras la virtud, en el que explica el desarrollo de algunos conceptos éticos a lo largo de la historia. Entre los distintos tipos de investigación filosófica (tradiciones o escuelas) propone, sea en el ámbito del ser o en el del deber ser, el modelo que le parece más adecuado: el aristotélico.

FILOSOFIA DE LA CIENCIA. En su tarea de exploración científica, los principales intereses de Aristóteles incluyen problemas hoy vivos y controversiales. Todavía se debate sobre la naturaleza de la explicación científica y la estructura de las teorías científicas. Los problemas acerca de la teleología todavía urgen en las ciencias biológicas: ¿qué justificación existe para explicar los procesos por referencia a sus fines y metas, y cómo se relacionan tales explicaciones con las que se dan en términos de leyes naturales ordinarias que gobiernan los procesos físicos? En fin,  los problemas sobre la necesidad natural y la definición esencial vuelven a florecer hoy en día, aunque en otro tiempo se los creyó muertos. Las definiciones científicas no son, después de todo, simples abreviaturas verbales. A menudo encierran importantes descubrimientos y pueden dar la verdadera naturaleza o la esencia de una clase de cosas (o acontecimientos o fenómenos) no plenamente entendidos previamente. Algunas de las discusiones de Aristóteles acerca de los tipos de definición y sobre el papel de las definiciones en la ciencia se vinculan claramente con la obra de escritores recientes como Hilario Putnam y Saul Kripke

Sobre LÓGICA FILOSÓFICA, el profesor Ackrill se refiere a tres puntos importantísimos en esta materia. (i) Señala que el interés por las categorías y las diferencias categoriales y de tipos se remonta a Aristóteles. El examinó esas diferencias con entusiasmo y frecuentemente se hizo de un buen número de ellas a –al igual que los filósofos modernos- para resolver o disolver problemas. Los argumentos categoriales que dominan en ese clásico del siglo XX, que es el Concepto de la mente, de Gilberto Ryle, fueron acuñados por primera vez en el taller de Aristóteles. (ii) Las cuestiones sobre la identidad y la individuación han absorbido recientemente a muchos filósofos; son cuestiones cruciales para la lógica y la metafísica. Aristóteles se dedicaba a ellas con frecuencia y dio pasos importantes para responderlas. Así, por ejemplo,  reconoció que ‘¿es el mismo?’ necesita complementarse por ‘¿es el mismo tal y cual?’. Sólo con respecto a cierta clasificación o descripción pueden plantearse y responderse con propiedad las cuestiones sobre la mismidad. (iii) Poderosas ideas en la filosofía reciente son las relativas al sentido y a la referencia, y a la opacidad referencial. Tales ideas, aunque no las etiquetas, son familiares a Aristóteles y son por él utilizadas en toda clase de contextos. Decimos que la ‘estrella matinal’ y la ‘estrella vesperal’ tienen la misma referencia pero diferente sentido.  Él diría que la estrella matinal y la estrella vesperal son lo mismo, pero que su ser no es el mismo; ser la estrella matinal no es lo mismo que ser la estrella vesperal, aunque la estrella de la mañana es, de hecho, la misma estrella de la tarde. En relación con la opacidad, las frases claves de Aristóteles son ‘en sí mismo’ y ‘por accidente’ o ‘accidentalmente’ (per accidens). Si a es b no en sí misma sino per accidens, no se puede sustituir ‘b’ por ‘a’ en una sentencia verdadera y estar seguro de que la nueva frase será igualmente verdadera.

TEORÍA DE LARGUMENTACIÓN.  La retórica aristotélica es toda ella la modernisima teoría de la argumentación. La teoría de la argumentación concibe la naturaleza del lenguaje como esencialmente persuasiva, esto es, orientada a conducir al receptor hacia el punto de vista desde el que el emisor presenta la información en su discurso. Esta concepción argumentativa del lenguaje está en el centro de la concepción clásica de la retórica. Aristóteles distinguía los textos argumentativos (científicos, dialécticos y retóricos) de los poéticos y de los históricos.
Después de conocer un cierto descrédito, relacionado con el declinar de la retórica y con la influencia de determinadas formas de cientificismo, los estudios de la argumentación han sido refundados en la segunda mitad del siglo XX en la llamada nueva retórica, a partir de los trabajos de Ch. Perelman y L. Olbrechts-Tyteca (1958), S. Toulmin (1958), y J. C. Anscombre y O. Ducrot (1983), fundamentalmente. En la nueva retórica se considera que el lenguaje sirve sobre todo para convencer, para incidir en el interlocutor. Así, pues, lo que define la naturaleza del lenguaje es su carácter persuasivo. Pero esta dimensión argumentativa del lenguaje constituye un vehículo privilegiado para acceder al significado discursivo.

Creo que lo visto es suficiente. Concluyo pensando que la audiencia ha podido comprobar que el Estagirita es un filósofo de nuestro tiempo. Por eso estamos celebrando este simposio, esto es, dándonos un banquete de aristotelismo. Y no sé si alguno de los ponentes es discípulo seguidor de Aristóteles, pero entiendo que todos ellos son estudiosos del pensamiento del fundador del Liceo.

Muchas gracias





Ponencia presentada en el I Simposio Aristóteles Aquí y Ahora, UPEL (antitguo Instituto Pedagógico de Caracas), Caracas, Venezuela, el 25 de noviembre de 2016