domingo, 19 de enero de 2014

La herencia griega del idioma castellano





Vaya, en primer lugar, mi agradecimiento a las autoridades de la Universidad Católica Santa Rosa por el honor que me concedieron al permitirme abrir el Año Académico 2014 en nuestra universidad. En segundo lugar, gracias a todos ustedes, colegas profesores y alumnos de la universidad, por haber venido a escucharme. Espero no defraudar sus expectativas.


Quisiera empezar hablando de cine. Parque del Jurásico o Parque Jurásico –como habitualmente se traduce Jurassic Park- fue una película de aventura y terror dirigida por Steven Spielberg, estrenada en 1993 y basada en una novela de Michael Crichton. Durante su exhibición recaudó más de 914 millones de dólares americanos, lo que la hizo muy exitosa.

El parque del título lleva el nombre de ‘jurásico’ porque este fue el período central de la Era Mesozoica  o Secundaria, anterior al triásico y posterior al cretáceo, período que va de 207 millones hasta 145 millones de años. De esa época son los fósiles de dinosaurios que tenemos y también muchos de los animales que nos acompañan. Se caracteriza el jurásico por la hegemonía de los grandes dinosaurios, esto es, ciertos reptiles fósiles que corresponden a unos animales terrestres de los más grandes que han existido ya extintos. Aunque, en honor a la verdad, las especies de los dinosaurios de la película no existieron en el jurásico sino en el cretáceo. Del jurásico son sapos, tortugas, lagartos…

La película describe la clonación de diversas especies de dinosaurios llevada a cabo por una empresa científica –denominada InGen y encabezada por el empresario John Hammond- a partir de la manipulación genética de segmentos de materia prehistórica preservada en un trozo de ámbar. Se desea crear un parque de diversiones en una isla cercana a Costa Rica.

Las palabras ‘dinosaurio’ y ‘fósil’ también tienen un sentido peyorativo en el lenguaje ordinario. Se llama ‘dinosaurio’ a alguien o a alguna organización que sigue viviendo cuando ya no se la necesita; un ‘fósil’ es una persona vieja, seca y aburrida. Pero la película no trata este aspecto, sino de cómo en ese parque se revivió ese tiempo ya ido… para delicia de los espectadores.

¿Por qué esos animales llevan ese nombre? Si lo descomponemos, tenemos ‘dino’ = ‘terrible’ y ‘saurio’ = ‘lagarto’. La presencia, entonces, de esos gigantes revividos por la magia del cine es lo que causa nuestra conmoción, pero sabiendo –con certeza- que no van a saltar la pantalla para agredirnos. El término fue propuesto en 1842 por Sir Richard Owen

Hay también gigantes en el idioma de un mundo ya extinto. Me refiero a los grecismos. En el castellano tenemos más de 3.000 grecismos simples. Como si fueran una especie animal, están diseminados por todo el idioma. Desde la A a la Z. Pero el idioma, como el tiempo al que pertenecían, está muerto. ¿Muerto?

Entre los gigantes griegos tenemos los nombres de muchas disciplinas del conocimiento, por ejemplo: astronomía, ecología, filología, filosofía, física, geografía, geología, historia, lógica, matemáticas, metafísica, meteorología, mitología, semántica, semiología y semiótica, química… que corresponde a la traducción de ‘arte de manejar los jugos’. Los árabes llamaban al-quimia (del artículo árabe al, y chýmeia = ‘mezcla de jugos’) a un líquido apto para la transformación de los metales y, sobre todo, la obtención del oro y la plata.

Es también gigante del conocimiento todo lo relativo a la adivinación, lo que viene de mántis, manteía = mántico.  Los numerosos compuestos de mancía significan adivinación por un medio expresado en el primer componente: alectriomancía, ornitomancía, nigromancía, oniromancia, quiromancia, semántica… Perdura este gigante de la antigüedad en muchos que se ganan buenamente la vida adivinando, pues los griegos trataban de arrebatarle el saber al futuro evocando e interrogando hasta a los muertos. No es otro el significado literal de ‘nigromancia’ (de nekrós = muerto). La palabra ‘necromancia’, que es la que correspondería según el origen etimológico, se cambia en ‘negromancia’ y ‘nigromancia’ por etimología popular. Pues se la creyó derivada de ‘nigro’ o ‘negro’, como si fuese magia negra.

Hoy se adivina por encuestas, pero los griegos empleaban otros medios, p.e., las aves y. especialmente, los gallos. La ornitomancia (de órnis-ithos = pájaro, ave) era un arte de predecir el futuro por la presencia, dirección del vuelo y canto o graznido de las aves, pues los agoreros lo tenían todo muy estudiado y consideraban a las aves como las transmisoras de la voluntad de los dioses.

(‘Agorero’ es diminutivo de ‘agüero’ del latino ‘augurium’, esto es, aquel que predice malos sucesos; aunque yo prefiero que venga de agorá = plaza, porque los agoreros suelen ofrecer su mercancía en el espacio público).

Un tipo especial de aves, que todavía nos sobresalta en la noche si vivimos en una pequeña ciudad como Maracay, era objeto de observación por parte de los conocedores. Se trata de la alectriomancia o adivinación por los gallos (de alektrión-onos = gallo). El método que empleaban era muy simple. En el piso trazaban un círculo y en él pintaban  las letras del alfabeto. Encima de cada letra colocaban un grano de trigo. Ahora sueltan un gallo dentro del círculo. El gallo se dirigirá a cada grano. Si se forma una palabra, el vidente la interpreta para realizar su predicción. Cuentan que así se adivinó el nombre del sucesor del emperador Valente, pues según los gallos empezaría por TEOD. A pesar de que este emperador había muerto a los TEODoros, TEÓDulos, TEODatos, etc., al final le sucedió TEODosio. Y, una vez más, la técnica profética funcionó. Por algo, las últimas palabras de Sócrates, según Platón, fueron: “Critón, le debemos un gallo a Asclepios. Así que págaselo y no lo descuides”. Muchos especialistas han analizado el sentido de esta frase, pero aún no se ha logrado unanimidad en su interpretación. Tal vez no sería mala idea preguntárselo a algún gallo.

Y, para terminar con la mántica, hablemos de un tipo de adivinación que nos es a todos nosotros muy cercana: la bibliomancia, esto es, de la adivinación por medio de los libros. Los antiguos los abrían al azar y tomaban las primeras sentencias o las primeras letras como base para adivinar lo que sería. Nosotros abrimos muchos pero adivinamos… poco.

Pasar de la bibliomancia a la bibliomanía no es muy difícil, esto es, a la pasión por los libros. Manía-as (= locura) es el término que entra en la composición de muchos otros como ‘manicomio’, esto es, el lugar donde se cuida (komízo) a los locos;  ‘cleptomanía’ o locura de robar (klépto); ‘monomanía’ o locura ocasionada por el predominio de una sola (mónos) idea; ‘morfinómano’ que tiene la manía de la morfina (morfé), que produce sueño.

Pocos saben que algunas haches que pueblan nuestro léxico nos vienen del espíritu áspero de los griegos, origen que ilustra muy bien nuestro criollo ‘jalar’ en vez de ‘halar’.  Así tenemos hagiógrafo, helioterapia, horizontes, hematites, homeopatía, homólogo, haptópodo, helminto, holocausto… Una palabra griega que origina muchísimas castellanas escritas con hache es aima-atos = sangre. Así tenemos hemanálisis, hemacroma, hemafobia, hematíe, hematemesis, hematocimosis, hematófago, hematoma, hematosis, hematosepsia, hematuria, hematología, hemofilia, hemoglobina, hemoptisis, hemorragia, hemorroides, hemorroísa, hemostático…

Claro que esta regla del espíritu no se sigue siempre; por ejemplo, en arpón (de ‘arpazo), pero sí en  los compuesto de HIDRO (de ‘ydor-‘ydatos= agua). Como en hidrargiro, hidroavión, hidrocefalia, hidrodinámica, hidrófilo, hidatofitia, hidrofobia, hidrógeno, hidrografía, hidrología, hidromancia, hidrometría, hidromiel, hidropesía, hidropatía, hidatoscopia, hidroscopia, hidrostática, hidrotecnia, hidroterapia…

Pero no sólo hay grecismos en el idioma castellano; también hay muchos híbridos –esto es, vocablos compuestos de elementos provenientes de lenguas diversas-, aunque su número es infinitamente menor si lo comparamos con el de grecismos, lo cual prueba que es ley del castellano no formarlos ni admitirlos sin alguna buena razón. La razón más admisible es la de que ciertos precomponentes o poscomponentes han pasado al círculo científico o culto del lenguaje al ordinario o corriente, donde no es prudente pedir el conocimiento del latín y del griego. Así, p.e., el prefijo anti  se aplica lo mismo a palabras griegas que latinas: antipirina, anticonstitucional; lo mismo pasa con híper e hipo: hipertensión e hipotenso; con auto: autoclave, automóvil, autopista; seudo: seudomembrana y seudomédico; metro: alcalímetro, densímetro, calorímetro, pluviómetro y con la terminación –oide. Algo parecido ha ocurrido con la terminación latina bus de ómnibus, que empezó a aplicarse en París a los autos de servicio público, formando el híbrido auto-bus, que sirvió luego para construir otras palabras semejantes: aerobús, bibliobús… y, entre nosotros, buseta.

Uno de los más grandes placeres con que nos satisfacemos los bibliómanos es el de buscar en los diccionarios, sobre todo las malas palabras que se hayan podido colar en libros tan serios. Aunque, después del Diccionario del erotismo de Camilo José Cela, Premio Nobel de Literatura de 1989, ese placer se ha vuelto casi rutina, porque ha dejado de ser furtivo, y ya se sabe que la mejor fruta es la que se roba al vecino.

‘Escatología’ y ‘sicalíptico’ son malas palabras. Pero cuál no será nuestro horror cuando descubrimos que por escatología se puede entender uno de estos tres conceptos: a) Escatología (fisiología): la parte de la fisiología que se refiere al estudio de los excrementos (del griego skatós, ‘excremento’); b) Escatología (religión):  creencias religiosas referentes a la vida después de la muerte y acerca del final del hombre y del universo (del griego ésjatos, ‘último’);  c) Escatología cristiana :   secta creada por William W. Walter.

Y veamos qué ocurre con ‘sicalíptico’. Significa ‘picardía o malicia referente a temas sexuales’. Este vocablo fue formado arbitrariamente por yuxtaposición de las palabras griegas sykon (higo) y aleipsis (frotar, untar), con base en alguna idea que dejamos librada a la imaginación del oyente.  Dije arbitrariamente porque la palabra no nos llegó, por cierto, desde el griego, sino que fue creada arbitrariamente por publicitarios hace más de un siglo y aparece por primera vez en 1902, en el anuncio de una obra pornográfica en el diario El Liberal de Madrid.

El uso más frecuente no es ‘sicalipsis’, sino el adjetivo ‘sicalíptico’, cuyo significado, más allá de la significación académica reseñada al comienzo, es 'obsceno' o 'pornográfico'. Conviene no confundir el radical sic/sico, procedente de  sýkon (higo) con psico, que viene de psiché (alma). Esto sucede frecuentemente cuando eliminamos la pe inicial de estas palabras, por ejemplo, en ‘sicología’ y ‘síquico’ –cosa totalmente admitida por las autoridades y por el uso-.

Pero, volviendo a la seriedad que corresponde a la ocasión, es éste un buen momento para referirnos a la excelente iniciativa del Rector Martín Zapata, quien, por influencia del estupendo latinista que es el profesor Henry Leal, instituyó la Cátedra de Lenguas Clásicas en la Universidad Católica Santa Rosa, cátedra constituida por el griego, el latín y el árabe. Esta última lengua, desafortunadamente, nunca llegó a dictarse, a pesar de los esfuerzos del profesor Leal, cosa que no ha sucedido con las dos primeras.

El estudio del griego, entre nosotros, es optativo y así debe seguir. Pero ¿por qué alguien pudiera decidirse por esta lengua?  A un alumno que pedía la opinión de su profesor para tomar esa decisión, el maestro le dijo: Es una lengua muerta, ¿para qué te serviría? El profesor tenía razón. Por este lado el griego clásico está emparentado con el arte que, según Kant, es aquello que no sirve para nada. Pero, por otro lado, sirve para saber de Dios. Sí, el dios de los cristianos les habla a sus fieles en griego, en griego koiné.

La koiné (del griego ἡ κοινὴ γλῶσσα, 'lengua común', o, más frecuentemente, ἡ κοινὴ διάλεκτος, 'habla común') fue una variedad de la lengua griega utilizada en el mundo helenístico,es decir, en el periodo subsiguiente a las conquistas de Alejandro Magno. A esta variedad también se le ha llamado a veces griego helenístico. Esta lengua conforma una unión territorial importante, ya que podía ser utilizada en lugares tan dispares que abarcan desde Roma hasta Egipto, e incluso algunos enclaves en India, conviviendo con lenguas autóctonas como el arameo en Siria, el copto en Egipto o con el latín, esta última la lengua de los militares y funcionarios en Occidente.
La lengua del Nuevo Testamento  es koiné, con una importante aportación de préstamos léxicos de las lenguas semíticas (el arameo y el hebreo, básicamente). Parece ser que Jesús de Nazaret predicaba en arameo, pero de seguro nos habla en griego. Así que aprender griego posibilita conocer quién es el Dios de los cristianos, qué nos dice y saber qué quiere de sus creyentes.
En lo práctico, saber griego permite rezar como quiere el Nuevo Testamento (las Sagradas Escrituras de los cristianos, pues el Antiguo Testamento es de los judíos). Veamos el Ave María.  ¿Sabe realmente qué está diciendo el creyente cuando dice “Dios te salve, María”?  Yo, en mi ignorancia, confieso que no sé de qué se está hablando. El pasaje de la Anunciación de Lucas (1:18-29) dice:
Χαῖρε  κεχαριτωμένη, ὁ Κύριος μετά σοῦ, Ἐυλογημένη σὺ ἐν γυναιξὶv…

que perfectamente puede traducirse por ‘Hola afortunada, el Señor está contigo, bendita eres entre las mujeres’. ..  Definitivamente, la Iglesia Católica haría bien en revisar sus oraciones, empezando por los saludos a la divinidad. El ‘ave´ y la ‘salve’ de los romanos hoy no nos dicen nada. Además, la lengua de Dios es el griego, no el latín. Dios pudo dirigirse a los hombres en arameo, en hebreo, en latín o en sánscrito, pero, de hecho,  lo hizo en griego. El latín fue la lengua del Imperio, la lengua de la política, la lengua de los funcionarios. Por eso no le queda muy bien al Papa el título de ‘Sumo Pontífice´

Jesús de Nazaret enseñó a rezar, posiblemente lo hizo en arameo, pero de seguro fue en griego. (Algún estudioso llegó a decir que es tan importante la Oración del Señor que fue dictada en griego). Su oración está en Mt 6:9-13 y Lc 11:1-4. La versión de Mateo tiene siete peticiones; la de Lucas, cinco. Las primeras dos (v. 2) tienen que ver con Dios; las últimas tres (v. 3-4) tienen que ver con satisfacer nuestras necesidades.  Como comprenderán ustedes, ambos  textos son muy diferentes. Por ejemplo, en Mateo se habla de ‘deudas’ (ὀφειλήματα), el de Lucas de ‘ofensas’ (παράπτωμα) . Dice Mateo:

Original griego

Traducción
Πάτερ ἡμῶν ὁ ἐν τοῖς οὐρανοῖς

Padre nuestro que [estás] en los cielos,
ἁγιασθήτω τὸ ὄνομά σου·

santifíquese tu nombre;
ἐλθέτω ἡ βασιλεία σου·

venga tu reino;
γενηθήτω τὸ θέλημά σου,

hágase tu voluntad
ὡς ἐν οὐρανῷ καὶ ἐπὶ τῆς γῆς·

como en el cielo también sobre la tierra
τὸν ἄρτον ἡμῶν τὸν ἐπιούσιον δὸς ἡμῖν σήμερον·

nuestro pan cotidiano dánoslo hoy.
καὶ ἄφες ἡμῖν τὰ ὀφειλήματα ἡμῶν,

Y perdónanos nuestras deudas,
ὡς καὶ ἡμεῖς ἀφίεμεν τοῖς ὀφειλέταις ἡμῶν·

como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
καὶ μὴ εἰσενέγκῃς ἡμᾶς εἰς πειρασμόν,

Y no nos induzcas a la tentación,
ἀλλὰ ῥῦσαι ἡμᾶς ἀπὸ τοῦ πονηροῦ.

sino líbranos del mal.
[Ὅτι σοῦ ἐστιν ἡ βασιλεία καὶ ἡ δύναμις καὶ ἡ δόξα εἰς τοὺς αἰῶνας·]

[Porque tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, eternamente.]
ἀμήν.

Amén

El de Lucas es un poco distinto, como ya se dijo:

πάτερ ἡµῶν˚ 
ὁ ἐν τοῖς οὐρανοῖς ἁγιασθήτω τὸ ὄνοµά σου ἐλθέτω ἡ ϐασιλεία σου 
γενηθήτω˚ τὸ ϑέληµά σου ὡς ἐν οὐρανῷ καὶ ἐπὶ τῆς γῆς τὸν ἄρτον ἡµῶν τὸν ἐπιούσιον δίδου ἡµῖν τὸ καθ’ ἡµέραν καὶ ἄφες ἡµῖν τὰς ἁµαρτίας ἡµῶν καὶ γὰρ αὐτοὶ ἀφίεµεν παντὶ ὀφείλοντι ἡµῖν ˚καὶ µὴ εἰσενέγκῃς ἡµᾶς εἰς πειρασµόν ἀλλὰ˚ ῥῦσαι ἡµᾶς ἀπὸ τοῦ πονηροῦ

A pesar de las diferencias, los dos pasajes tienen algo en común que ha llevado, incluso  al propio San Jerónimo, traductor de la Vulgata, a dar dos versiones. Lo que tienen en común es el famoso  τὸν ἐπιούσιον.  La cuestión más controvertida de la filología griega neotestamentaria  que se produjo alguna vez se refiere al significado de la palabra ‘epioúsios’.  Un resumen de los conflictos antiguos y contemporáneos sobre el significado de este término llenaría un volumen.

Los antiguos que no conocían la ciencia de la etimología, sugirieron derivaciones tales como epi-ousia, epi-iousa (hmera), o epi-ousa (hmera). Estas interpretaciones todavía se defienden hoy por los estudiosos de renombre, pero su hipótesis es que los evangelistas tomaron libertades imposibles con la lengua griega. Hay una escuela de estudiosos del Nuevo Testamento que asume el principio de que el lenguaje de los primeros escritos cristianos era  bárbaro,  pero en mi opinión esto es resultado de la tendencia a identificar la pureza lingüística con la pureza cultural y étnica, de la misma manera  que los clasicistas concluyen, a partir de la forma de la Grecia clásica, que la antigua Grecia era racial y culturalmente espléndidamente aislada. Por razones más firmes algunos estudiosos interpretan el griego del Nuevo Testamento más bien como la expresión de la lengua común de todas las personas de habla griega de un nivel social y educativo dado, que como el resultado de una  intrusión local de habla semítica.  Pero dejemos el problema para la Escuela de Teología, que es su competencia, y detengámonos en un asunto de lógica.

La interpretación adoptada por la tradición de ‘quotidianum panem’   no resuelve el problema filológico y mucho menos el lógico. Con gran perspicacia J. D. García Bacca ha visto que la traducción ordinaria de

 τὸν ἄρτον ἡμῶν τὸν ἐπιούσιον δὸς ἡμῖν σήμερον (según Mateo) o
 τὸν ἄρτον ἡµῶν τὸν ἐπιούσιον δίδου ἡµῖν τὸ καθ’ ἡµέραν (según Lucas) 

por ‘nuestro pan cotidiano dánoslo hoy’ es la expresión de una tautología. Es como afirmar que ‘el caballo blanco de Bolívar es blanco’. Por esta lógica razón algunos autores proponen ‘danos el pan de mañana hoy’, sobre todo si se piensa que los que oían al Rabí de Nazaret no tenían asegurada la existencia del día siguiente.

En fin, hagamos realidad el deseo del Rector Martín Zapata para distinguir entre sus pares a la Universidad Católica Santa Rosa. Es el mejor homenaje que le podemos hacer.

Pero, viendo el reloj, he ido demasiado lejos y es hora de terminar. Quisiera hacerlo agradeciéndoles la benevolencia y paciencia que han tenido conmigo.

Muy buenos días.


(Clase inaugural del Año Académico de 2014
en la Universidad Católica Santa Rosa (UCSAR), Caracas. Venezuela)

Para comunicarse con el autor, escriba a carloshjorge@yahoo.es

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