jueves, 17 de julio de 2008

Miles gloriosus




Pirgopolinices es el nombre del soldado fanfarrón que ridiculizara el comediógrafo latino Plauto (254-284 a. C.). Su trabajo era arduo: dar órdenes a sus esclavos para que pulieran su escudo y espada, a fin de que, cuando llegara la ocasión, el resplandor de estas armas nublara la mirada de sus enemigos; alardear de heroísmos en batallas que nunca dio y pretender que todas las mujeres corrían tras él, porque él sintetizaba en sí todas las virtudes de Marte y Venus.

Es indiscutible que muchos venezolanos tienen dudas sobre la necesidad de una defensa armada, y más precisamente sobre la función de la Fuerza Armada. Por otra parte, tanto militares como una buena porción de la opinión pública tienen mucha razón al afirmar que un pueblo tiene el derecho y el deber de defender su vida y sus derechos contra una agresión exterior. Ahora bien, ¿garantiza la Fuerza Armada la independencia y soberanía de la Nación y asegura la integridad de su espacio geográfico, como manda el artículo 328 de la Constitución Nacional? ¿Ha cumplido en lo pasado esa función y podrá hacerlo adecuadamente en lo futuro? Hay dudas razonables al respecto.

Hasta el presente, sólo ha sido eficaz en la “cooperación en el mantenimiento del orden interno”, como también manda la Constitución, estos es, en supresión de la llamada amenaza interior. El ejército “leal” chileno, las fuerzas armadas de Argentina, Uruguay y Colombia permiten comprobar de manera evidente que las fuerzas armadas muy frecuentemente son empleadas por los gobiernos como fuerza de represión interna. De donde, el ejército no constituye, en la esfera política, sino una seguridad engañosa.

Mucho más general y popular es la crítica de los hombres de armas por motivos económicos. Un ejército cuesta caro. En todos los países de América –con la honrosa excepción de Costa Rica- los presupuestos destinados a prepararse para la muerte constituyen una carga abrumadora, sobre todo si se comparan con las inversiones para la vida: sanidad, educación, investigación y ecología... Lo peor de todo: esos presupuestos son para nada, para preparar guerras que nunca se darán, afortunadamente. Nos dirán los estrategas que los ejércitos cumplen una función disuasiva. Sería bueno preguntarles a los ganaderos de Zulia, Táchira y Apure qué opinan del argumento.

No pensamos que sea un deshonor abrir carreteras, construir puentes, repartir pollo o atender a los más necesitados. Sí nos parece peligroso pretender que la Fuerza Armada Nacional deba ser el garante de la aplicación de la Constitución y de las leyes, como han pedido algunos políticos de la oposición. Éste es un buen momento para discutir el tema
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carloshjorge@hotmail.com
Publicado por TalCual, pág. 15,
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