miércoles, 2 de julio de 2008

La novia de Kant


A Juan José Rosales



“A votar por nuestras ideas y nuestros valores”, rezaban vallas sembradas por todo el país invitando (¿?) a la población en las elecciones de Cuba (¿?) el 20 de enero pasado. La escuálida, aunque valiente oposición, opinaba que tal invitación era “una burla”, “más de lo mismo”, “una obra de teatro”, “un acto informal”, en fin, que “no tiene ningún valor”. Sin decidirme sobre el fondo político de la satrapía caribeña, quiero presentarle al lector el tema de la valoración, últimamente muy revalorizado, por la pérdida de algunos valores.

El término ‘valor’ se usa frecuentemente para referirse al precio de una mercancía o producto. Es éste su sentido económico. Pero se emplea también el término en un sentido no primariamente económico, por ejemplo, cuando se dice que una obra de arte tiene un gran valor o que es valiosa, o que ciertas acciones tienen valor o son valiosas, o que una persona es de gran valía.


En sentido general, la noción de valor está ligada a nociones tales como las de preferencia y selección. En otros términos, valores son deseos, aunque puedan, en algunos casos, llegar a ser relativamente colectivos, como los “valores revolucionarios” cuando se disfruta del poder, que serían antivalores de los comunes y corrientes. El lector puede juzgar que en esta república reina una soberana confusión. La ambigüedad, producto de esa confusión, se manifiesta tanto en el status de los valores como en la actitud que se puede asumir frente a ellos, o lo que es igual, la valoración de los valores.

Un viejo texto del filósofo español Ortega y Gasset constituye una buena referencia a la ambigüedad aludida. En Introducción a la estimativa (¿Qué son los valores), escrito en 1923, registraba Ortega una paradoja entre ser y valor: “Lo que es parece no valer nada y, en cambio, lo que no es se nos impone como un valor máximo”. Y a continuación daba un ejemplo: “La perfecta justicia nunca lograda y siempre ambicionada”.

La aparente paradoja detectada por Ortega (vale lo que no es y no es lo que vale) alumbra el tema de oposición entre universalidad/relatividad de valores para mostrarnos su confusión. ¿Y qué tiene que ver todo esto con el título del artículo?, se preguntará el lector. Pues que el genio de Könisberg también valoraba, a su manera. “Quien por inclinación o apetito -escribió- le arrebata algo a un amigo, como pueda ser la novia, se comporta de un modo muy envilecido, pues igual que ha apetecido a la novia del amigo también pudiera sentir inclinación hacia la bolsa”.

 Parece ser que el amor del gran Immanuel era bastante mayor a los táleros que a las mujeres. En fin, cada cual valora según su condición. Hoy como ayer.


carloshjorge@hotmail.com
Publicado por TalCual, pág. 21, el 27 de febrero de 2008
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