miércoles, 16 de julio de 2008

La mula y la sal





A Eduardo García

El cuento lo echa Claudio Emiliano (Historia de los animales, VII, 42). Y dice así: “Tales de Mileto impuso un castigo a la perversidad de una mula, una perversidad que puso al descubierto con mucha astucia. La mula llevaba una carga de sal y cierta vez, al cruzar un río, resbaló y cayó en el agua patas arriba. Después de mojarse, la sal se disolvió y la mula se sintió muy feliz al comprobar que la carga era menos pesada. La mula, comprobada ya la diferencia que existe entre la faena dura y la vida fácil, tomó nota de las enseñanzas de la fortuna y comenzó a hacer deliberadamente lo que una vez fuera un hecho involuntario. El mulero no podía utilizar otro camino que no cruzara el río; cuando Tales escuchó la historia de su esclavo, consideró que debía imponer un castigo singular a la perversidad de la mula y ordenó que la cargaran con esponjas y lana. El animal, ajeno a la trampa, se dejó caer como siempre y, mojada la mercadería que llevaba encima de la sal, vio que su ardid la perjudicaba; desde esa ocasión cumplió con su trayecto sin accidentes y, manteniendo firmes sus patas, conservó la sal íntegra”.

Más ingeniosa que la treta de la mula de marras fue la argucia de inhabilitar como candidatos a 368 funcionarios para que, efectivamente, algunos posibles ganadores no compitieran con los candidatos revolucionarios. Se siguieron los esclarecedores ejemplos de Bielorrusia, donde manda incontestado desde hace catorce años el último dictador de Europa, e Irán. En esta teocracia islámica medieval, más de dos mil doscientos candidatos, de quienes se dudaba de su lealtad a la revolución triunfante, fueron vetados por el Consejo Guardián. No hay que ser un milesio genial para descubrir la treta confabulada, pero sí se requieren muchas dotes del astuto Padre de la Filosofía para disolverla y convertirla en táctica ganadora. Hasta ahora se hizo todo lo que el manual decía que había que hacer. Hubo las manifestaciones frente a las instituciones que correspondía y se buscó apoyo en el exterior que dieron inequívocamente la Internacional socialista y la ODCA. Para mayor efectividad, se pidió socorro al Imperio de Barack Obama y de J. Carter (aunque a éste habrá que impedirle que “ayude”). Adentro, el 80% de la gente está en contra.

Ahora los inhabilitados tienen al lado de su nombre el número ocho, esto es, el símbolo del infinito, que puede significar que su inhabilitación es interminable o que se puede retorcer. Resta rezar y esperar que la conspiración no recule. De lo contrario, la estratagema de Tales de Mileto no funciona.

Publicado por Tal Cual, con dibujito, el 16 de julio de 2008, pág. 21
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