jueves, 17 de julio de 2008

La guerra del amor propio

Dentro de la variedad casi infinita de apetencias que pululan por nuestro interior, existe un deseo que es la piel del animal humano, pues arropa y viste a todos los demás deseos; tal no es otro más que el amor propio: un querer ser más que los demás, u otro tanto, si valen mucho.

Para Rousseau, el amour prope es una pasión alterada y abultada por mil raudales, que nunca está contento, que no reposa, que "hiere con frecuencia la mano que de él se sirve y rara vez hace provecho sin causar estragos", pasión progenitora de pasiones irascibles y rencorosas. Celebra el amour de soi porque, como pasión genuinamente natural, es instrumento de nuestra conservación.

Para otros autores, el amor propio es juez de todo lo que hacemos, causa de todos los yerros como de todos los aciertos, motor de todas nuestras empresas.
Así entendido, el amor propio es una perspectiva individual del querer ser en la autoafirmación de lo humano en las relaciones intersubjetivas. Tal es la brújula que nos guía en la búsqueda y defensa de lo que nos es más provechoso, de lo que creemos que nos conviene más, aunque a veces se alucina. Queremos al otro porque nos amamos a nosotros mismos. Y nos amamos a nosotros mismos porque somos valiosos.

En la elección que hacemos del semejante, hay una triple vertiente del amor propio: a) es un impulso (como todo deseo) de perseverar en el ser, de sobrevivir, de asegurarnos las condiciones mínimas de humanidad; b) hay, por otro lado, en esa elección, en esa comparación con el otro, un anhelo de excelencia personal; y c) es a partir y en nombre del amor propio cómo el hombre quiere y se apropia los objetos. En resumen, el amor propio no es entonces un mero afán de simple supervivencia sino, también, de una determinada imagen del propio yo que es puesto para sí como valioso, en cuya consolidación el reconocimiento y la aprobación de los semejantes es imprescindible.

Es, pues, un deseo, inquieto y sin medida y, por tanto, el mejor resorte del obrar, fuente incesante de zozobra individual. El hombre, cada hombre, sufre y padece por causa de su amor propio. Como todo amor es permanente angustia y constante insatisfacción, porque es eminentemente social. Hay en el amor propio un prurito de no decaer en el aprecio del otro, que vale más. Pero la búsqueda de la excelencia y el temor al reproche de los mejores no son concesiones gratuitas al gregarismo, sino parte de la aceptación de nuestra génesis social.

Creo que en Venezuela está planteada una lucha entre el amor de sí y el amor propio. ¿Quién vencerá? Contra Rousseau y contra los que piensan como él en este asunto, escribió Simón Rodríguez: “Querer perfeccionar a un hombre quitándole su amor propio, es querer blanquear a un negro, raspándole el pellejo: más valdría desollarlo de una vez; pero ni blanco ni negro quedaría porque la piel es de esencia en el animal”.

carloshjorge@hotmail.com
PUBLICADO POR TALCUAL, PÁG. 15, EL 14 DE OCTUBRE DE 2005
Lector, si me dejas un Comentario, te lo agradezco. Me servirá para la construcción del blog.
Si no lo conoces aún, te invito a que visites carloshjorgeii.blogspot.com

No hay comentarios: